Patrimonios, espacios y territorios. Natalie Rodríguez Echeverry
la riqueza y la estratégica ubicación, así como desde la relevancia de sus costumbres y prácticas, que confluyen y producen territorio. Firmezas, permanencias y persistencias como parte de la lucha local por la pertenencia y significación de su territorio, disputas que en el caso particular del territorio de Quibdó se tensionan, como parte del proceso de construcción de la ciudad que se produce, e imponen bajo formas de organización provenientes de la óptica de la experticia, en simultaneidad con las prácticas y los valores provenientes de los grupos locales, los cuales prevalecen y se mantienen. En síntesis, discursos del progreso que, pese a valerse de mecanismos de minimización, así como de formas, estrategias y acciones que validan la construcción, la organización y la producción de territorio bajo lógicas externas, no alcanzan a impregnar de valores reales al territorio local y, por ende, tampoco a anular sus prácticas
Notas
1 Para Piazzini y Montoya (2008), lecturas y aproximaciones de las geopolíticas que rebasan las aproximaciones centradas netamente en estrategias de tipo político y militar, principalmente. Además, afirman que “hablar de geopolíticas, enfatizando en el plural, para hacer visible cómo el poder deviene diverso, heterárquico, pluritópico, una vez se han identificado los límites neohistóricos del proyecto moderno, que cruza, en un orden disciplinado y descendente, desde los poderes inter o transnacionales a los poderes locales, incluyendo oficiosamente las esferas de lo nacional y lo regional” (9).
2 Según Quijano (2000), “Puesto que todo Estado-nación es una estructura de poder, eso implica que se trata de un poder que se configura en ese sentido. El proceso empieza siempre con un poder político central sobre un territorio y su población, porque cualquier proceso de nacionalización posible sólo puede ocurrir en un espacio dado, a lo largo de un prolongado periodo de tiempo. Dicho espacio precisa ser más o menos estable por un largo periodo. En consecuencia, se precisa de un poder político estable y centralizado. Este espacio es, en ese sentido, necesariamente un espacio de dominación disputado y ganado frente a otros rivales” (227).
3 Siguiendo a Sáenz Obregón, Saldarriaga y Ospina (1997), la noción de lo moderno se concibe para las tres primeras décadas del siglo XX “como símbolo de una nueva era que, más que construir sobre el pasado, pretendía romper con lo viejo, con lo tradicional y con lo clásico. Para los profetas de esta nueva era —joven, vigorosa, confiada—, sólo parecía existir un presente y un futuro llenos de las inmensas posibilidades que lo moderno permitiría alcanzar” (8).
4 Para mayor profundidad en el tema, véase Quijano (1988).
5 Al respecto y para mayor profundidad, véase lo indagado por Carlos Niño Murcia (1991).
6 Cabe anotar lo referenciado por Castro-Gómez y Restrepo (2008) respecto a que “Bajo el Gobierno de Rafael Reyes se empezó a crear una infraestructura económica y tecnológica centrada en la estabilización monetaria, la concesión de beneficios fiscales a la agricultura de exportación (sobre todo al café) y la construcción de ferrocarriles y carreteras” (17).
7 De igual manera, González Escobar (2003) explica que, posteriormente, para el periodo comprendido entre los meses de octubre de 1908 y abril de 1910, se ostentó la categoría de Departamento del Quibdó —luego derogada—, como parte de un esfuerzo de “reunificación”, “dejando atrás las atávicas diferencias entre las provincias y los intereses particulares de los reducidos grupos de dirigentes que habían manejado ambas provincias” (132).
8 Para Castro-Gómez (2009): “gobernar no solo radica en hacer que otros se comporten de una cierta forma en contra de su voluntad sino en lograr que esta conducta sea vista por los gobernados como buena y deseable. Con otras palabras: gobernar significa lograr que los sujetos hagan coincidir sus deseos, necesidades, aspiraciones y estilos de vida con objetivos técnicamente designados de antemano” (193).
9 Según lo explica González Escobar (2003): “Por causa de la Primera Guerra y la Revolución Rusa, y con la consiguiente baja de la producción de platino, se convirtió el Chocó en el primer productor mundial de este metal. Ello significó el cambio definitivo de una economía basada en la extracción de recursos naturales forestales por la minería platinífera” (137).
10 Para Castro-Gómez y Restrepo (2008), las décadas de 1910 y 1920 corresponden a “la época de la irrupción de un capitalismo imaginario, que aún en medio de una hegemonía católica y conservadora, anuncia y prepara las subjetividades que necesitará posteriormente el capitalismo ‘real’” (19).
11 Un informe del camino entre Quibdó e Istmina destaca la flora exuberante, su variedad y riqueza en maderas finas para construcción, como el algarrobo, el chachajo, el toabe canelo, el encibe, el jigua, negro y amarillo, el noánamo, el carbonero, el genené, el guina, el lirio, el quiribe, el basaí, el chibugá, el zanca de graña, el costillo, el guasca, etc.; y en maderas para fundaciones, como el trántago negro, el caucho, el chucho, el curíbano, el guigarro, el dormilón, el oquendo, etc. (Boletín de Obras Públicas 1908 n.° 4, 2-3).
12 Se afirma que “entonces fui a las espaldas de un hombre, y por el que conduce a Nóvita Viejo y Bodegos, que más que camino de hombre es camino o trocha de fieras. Dios sabe lo que sufrí en aquel camino por el cual unas veces iba trepando, otras rodando, otras cayendo y sudando a mares. Por esta razón hacemos siempre los viajes por los ríos, pero estos viajes son también tan penosos y tan duros que, a juicio de todos, es lo que más nos atormenta en el Chocó” (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 45. Las cursivas no pertenecen al original).
13 “Los peldaños de un leño de unos dos metros de largo. Los peldaños son unas muescas labradas en él, por donde se sube y baja del tambo; por la noche lo quitan para que no suban a visitarles en el sueño las alimañas, serpientes y fieras de la selva” (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 273).
14 “No era ciertamente halagador este trato con la gente, pues su natural rudeza, el olor pestilencial que se dejaba sentir al pasar junto a moradas o viviendas, más propias de irracionales que de seres humanos, causaba instintiva repulsión o desvío” (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 50).
15 Según Restrepo (2002): “Cada vez más libres dejaron los antiguos reales de minas y centros urbanos coloniales, para explorar los cursos medios y bajos de los ríos, así como los manglares y playas que hasta entonces habían permanecido desconocidas para la gran mayoría de ellos. Así nació una nueva forma de poblamiento que caracterizó a la región del Pacífico hasta la segunda mitad del siglo XX” (3).