Patrimonios, espacios y territorios. Natalie Rodríguez Echeverry

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conocimiento, entendimiento y aproximación.

      ESCENARIOS Y RETRATOS EN TONO DE ATRASO MATERIAL, MORAL Y ESPIRITUAL

      El informe misional que rinde el Prefecto Apostólico del Chocó (1928) a la delegación Apostólica, en la primera década del siglo XX, consigna que, aunque sea el Chocó “un territorio” de “inmensas riquezas”, se encuentra “en la triste y vergonzosa noche que envuelve a los países salvajes” (6), además de hallarse en un estado de “atraso lamentable”. Si bien las condiciones naturales, geográficas y ambientales, como el clima, la lluvia, la topografía, la selva, entre otras, se consideran características que endurecen la estancia y permanencia en la zona chocoana; así mismo, se estiman como unas de sus principales barreras, de las cuales se afirman que “se opondrán al progreso rápido de esta región” (6). En efecto, representaciones del Chocó que corresponden a imágenes de zonas aisladas y lejanas del resto del país y habitadas por “seres” considerados “semisalvajes” (Prefecto Apostólico del Chocó 1924, 167-168), grupos poblacionales en condiciones inferiores.

      En este sentido, para comienzos de dicho siglo XX, se hace referencia a la existencia en la región chocoana de entre ochenta mil y cien mil habitantes entre negros, indios, blancos y mulatos, cifras que variaban entre las diferentes aproximaciones, pero que otorgaban el mayor número y porcentaje a los de “raza de color”; así, se apunta que había aproximadamente “cincuenta mil” almas o fieles sometidos. De los habitantes blancos se afirma que “hay bastantes” en Quibdó, Istmina y Tadó, que estos han estado abandonados y que, si no fuera porque algunos no viven casados, estos serían modelos cristianos (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 46). Del indígena se dice que en épocas de la conquista habitaban los “indios caribes en sus tres ramas de citaraes en el alto Atrato, nonamaes en la hoya del San Juan y los chocoes en el medio y bajo Atrato y hoya del Baudó” y que estos “han disminuido espantosamente y tienden a desaparecer” (Relación de Algunas Excursiones Apostólicas en la Misión del Chocó 1924, 10; Prefecto Apostólico del Chocó 1929, 24). Por su parte, de los también llamados negros se dice que “el sesenta o setenta por ciento de los habitantes chocoanos, descienden de los que fueron importados por los colonizadores para el laboreo de las minas” (Bodas de Plata Misionales de la Congregación de Misioneros Hijos del Corazón de María en el Chocó 1909-1934, 10). De las relaciones que se establecen entre los indígenas y los negros, se afirma que se soportan en luchas y tensiones que derivan en distanciamientos; así, el indígena “vive en las cabeceras de los ríos, retirado del trato de los que él llama racionales, que son los negros y los blancos” (Relación de Algunas Excursiones Apostólicas en la Misión del Chocó 1924, 10); en efecto, el Chocó se configura como una región con diversos habitantes, donde las tensiones entre estos, así como la permanencia y la disputa de sus territorios, se constituye en una constante (tabla 1). En este orden de ideas, se anota:

      La raza india fue abocada en su día a una lucha a muerte, por su existencia con la raza negra; ésta, por la fuerza era importada al Chocó para la exploración de su riqueza minera de oro y platino y para cuya explotación el indio era inepto o inútil a los dueños de las minas; y la raza negra tenía más resistencia, por haber sido traída de los climas tropicales del África, y un espíritu de sujeción a su voluntad, por su condición de esclavos. Ambas razas debían convivir en el suelo chocoano. Por distintas causas, la raza india, en lucha con la raza negra, fue decreciendo en número y se retiró, con un odio instintivo a la raza negra, a ciertos centros de las selvas y a las cabeceras o nacimientos de distintos ríos, quedando la raza negra casi dueña del solar chocoano, patrimonio de los indios durante muchos siglos. (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 10)

      Tabla 1. Número de habitantes en la región del Chocó, al inicio de la Prefectura Apostólica del Chocó

Informe/habitantes Blancos Mulatos Negros Indios Total
Informe Oficial del erudito D. Guillermo Hurtado, primero gobernador del departamento del Chocó y después intendente o gobernador de la Intendencia (1909) 5000 15 000 50 000 10 000 80 000
Informe del Rmo. P. Juan Gil y García (1910) 10 000 20 000 50 000 20 000 100 000

      Fuente: Prefecto Apostólico del Chocó (1929, 26; 1924, 9).

      En este sentido, se llega a aseverar que, dada la abundancia de alimentos que posee la región, dichos campesinos asumen que esta necesidad se encuentra resuelta. Así, se asegura que actividades como la pesca del bocachico —por citar alguna— representa un “perjuicio incalculable para todo el Chocó”, dada la concentración de esfuerzos por periodos de tiempo, trabajos que le permiten adquirir el dinero suficiente para abastecerse durante “todo un año de vida”. Un misionero afirma que:

      Los he visto trabajar una semana en sus escasas siembras, alimentándose con plátanos cocidos, un trozo de panela y el tabaco masticado o en la pipa; cuando más, le revuelven chontaduros y un caldo de pescado, como para que conste la necesidad cumplida de comer. (ABC 1943, n.° 3876, 3-4)

      De este modo, se dice que son individuos conformistas que no persiguen más que aquello que les ofrece y brinda el medio natural donde habitan, sustento que les alcanza y les es suficiente para satisfacer sus necesidades alimenticias; en efecto, se argumenta que esto se corresponde con

      su ociosidad e inacción, y que la escasez y la miseria sean su patrimonio. Y si acontece que obtenga con su esfuerzo personal algunos intereses, el lujo y vana ostentación algunas veces, las diversiones y abuso en las bebidas, otras, y siempre el desconocimiento de toda ley de economía, son causa de que los disipen y malbaraten miserablemente. (ABC 1943, n.° 3876, 6)

      De igual manera, se asegura que en esta parte del país es donde se registra un modo de vida más acompasada, un ritmo también atribuible a las condiciones ambientales y geográficas que, sumadas “al modo de ser” de las gentes, hacen que se afirme que se lleve una vida “tan amodorrada como en estas orilla del Atrato y de sus afluentes”; se señala entonces que por

      un determinismo geográfico es así nuestro campesino: quizás el río “tranquilo y suave y apacible y lento” imprime al habitante de esas orillas una característica inconfundible de pereza y cuando empuña el hacha para convertir en campos de cultivo la selva milenaria, debe al fin resignarse a vivir así, al acaso, porque el trópico con toda su exhuberancia le vence, reduciéndolo a una impotencia de que no puede librarse porque carece de medios para combatirla. (ABC 1943, n.° 3876, 3-4)

      Además de las afirmaciones relacionadas con la vida pausada de los pobladores, se dice que estos son supersticiosos e incrédulos; aseveraciones de la existencia y permanencia de otras creencias y tendencias religiosas, a partir de las cuales se tilda este como un pueblo que “quiere


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