Patrimonios, espacios y territorios. Natalie Rodríguez Echeverry
para llevar a cabo lo relacionado con la evangelización, dadas las dificultades asociadas a los traslados generados por la dispersión tanto de las viviendas como de las personas. Estas son dinámicas locales de organización de las espacialidades que buscan ser contrarrestadas desde las ópticas externas, a partir de las tensiones generadas por las formas de intervenir y crear territorio desde lo local. Allí se entremezclan e interponen distintas representaciones del territorio, donde, de acuerdo con Fernandes (2010 citado en Sosa 2012), cada “institución, organización, sujeto, construye su propio territorio y el contenido de su concepto y poder político para mantenerlo” (21). Así, confluyen disputas entre los distintos grupos por el control del territorio, lo que para Rodríguez (2010 citado en Sosa 2012) representan las luchas por este, por “la hegemonía de una forma particular de ejercer legítimamente la soberanía sobre el territorio, es decir, de ejercer una acción de dominio sobre el espacio de pertenencia” (26). Soberanía y pertenencia provenientes de lógicas externas que, en el caso del Chocó, buscan imponerse mediante relaciones de poder sobre los grupos locales.
En este contexto, las prácticas que se consideran un obstáculo para llevar a cabo la empresa espiritual17 buscan ser contrarrestadas aprovechando las dinámicas de los grupos locales. De esta manera, la reunión de los habitantes durante las fiestas —principalmente las patronales—, dada la capacidad de estos eventos para la convocatoria, la congregación y la participación, se constituyen en momentos propicios para facilitar el acercamiento tendiente a la catequización de las almas. De esta forma, se afirma que
Eran las fiestas patronales de esos centros y ríos, en las que se reunían grandes concursos de gentes, casi la única ocasión en que el Misionero podía ponerse en contacto con ellas y aprovechaba dichas fiestas para hacer los bautismos, los matrimonios y enseñar el catecismo a los niños [entre otras actividades de índole religioso]. (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 255)
De las fiestas patronales en el Chocó se destacan aquellos eventos relacionados con las vísperas, las solemnidades litúrgicas, las procesiones, las actividades que se derivan de las fiestas y las que suceden en los ámbitos físicos. Se afirma que los actos religiosos acontecen de la forma y en los tiempos establecidos para estos, pero se acentúa la particularidad de prolongarse a espacios externos —en las poblaciones—, como las calles y ámbitos de reunión, así como por suceder en medio de música y, por ende, de expresiones de las que se dice suscitan la diversión. En este sentido, se anota que los días y noches en que ocurren estas celebraciones se caracterizan por la presencia de música resonante y bulliciosa, la cual tildan de “bullanguera”, y por estar enmarcados en desórdenes descritos como “juergas” (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 255), en los que suele haber “tiros y cañonazos” (52-53). Adicionalmente, se alega que, pese al aparente entusiasmo por las celebraciones religiosas, así como a la colaboración para el sustento de estas, los habitantes se abstienen de asistir a los actos litúrgicos y se conforman con apreciar las procesiones desde las viviendas, relegándose o haciéndose partícipes parciales de tales actos religiosos, pero activos en otras actividades realizadas de manera simultánea por los locales,18 como bailes, retretas, entre otros.
Estas prácticas se denuncian como un obstáculo de los misioneros para adelantar la labor religiosa, dada la actitud y el proceder de los habitantes; por lo tanto, dicho accionar es tildado como respuesta negativa y como falta de receptividad frente a los esfuerzos de los religiosos. Así, se afirma que
el pueblo no corresponde a los esfuerzos de los misioneros y no pueden conseguir que vayan a la iglesia. Todos echan la culpa a la loma, y por eso pretenden que los PP. bajen al pueblo y allí habiliten una capilla donde puedan decir misa y ejercer el ministerio los días ordinarios, dejando la parroquia sólo para las funciones de los domingos y días festivos. (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 57)
Sin embargo, se testifica que, en las ocasiones eventuales en las cuales se logra que asistan a los actos religiosos, la mayoría de las veces su actitud es de ausencia, desconocimiento19 y desinterés, situaciones que buscan mitigarse mediante estrategias de contrarrestación de prácticas locales, esto es, a través de mecanismos de atracción como la música y la repartición de dinero, entre otros. Al respecto se narra que
sobre la fiesta con que hemos honrado en este año a nuestra Madre la Virgen María. Desafiando a los aguaceros que tan impetuosos suelen venir casi todas las tardes, comenzamos nuestra novena, precediendo a este acto el Smo. Rosario —las Letanías cantadas—; los primeros días no se veían en la capilla más que cuatro o cinco devotas; poco a poco fue aumentando el número, y la gente, atraída en parte por la música y en parte por la plática que diariamente se les hacía, fue llenando los vacíos de la reducida capilla. (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 58)
Si bien se llama la atención acerca de la poca afluencia a los actos litúrgicos, las procesiones se distinguen por ser actos con la capacidad de congregar y, por tanto, contar con mayor presencia en las poblaciones. Los contextos en los que acontecen y se enmarcan los eventos procesionales facilitan este contacto: espacios abiertos a manera de plazas y vías interiores que recrean calles, de las cuales forman parte los inmuebles que conforman el perfil, acentuando componentes como balcones, puertas y ventanas, unos y otros escenarios que se constituyen como elementos de relación con el exterior y desde los que se pueden apreciar y hacerse partícipes los habitantes en las festividades. Se distingue entonces la importancia del espacio donde acontecen las procesiones, las manifestaciones, los eventos y las conglomeraciones, como escenarios de relación, algunos de estos dispuestos y engalanados para albergar dichas funciones, y en donde se elaboran preparativos enmarcados en la limpieza general de los espacios exteriores, así como la ornamentación de las calles y las fachadas; disposiciones en directa relación con las espacialidades, como las fiestas de los Santos Patronos, de las cuales se afirma que se preparan con antelación y cuentan con el apoyo de los “Síndicos y Mayordomos de fábrica”, inspectores de policía y sacristanes, quienes apoyan —respectivamente— con la recolección de limosnas, el arreglo y la decoración de calles, y en menesteres al interior de la iglesia (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 47-48).
Como parte de los preparativos para las celebraciones patronales, al igual que de la dinámica acontecida en dichas solemnidades, los relatos del arribo y permanencia del padre misionero para acompañar algunos de estos actos destacan la afluencia de personas, la música de tambores y clarinetes, los bailes y sonidos de cañones y la presencia de bebidas y licores, entre algunas acciones de las fiestas. Respecto al consumo de licores —se anota desde estos informes misionales— acrecentarse la actividad económica relacionada con su venta, afirmándose que estos eran
días de cita para los comerciantes de los centros para acudir a sus negocios y, sobre todo, para el expendio de licores, con la circunstancia de que dicho expendio constituía una renta intendencial y el fisco tenía mucho interés en explotarla en esos días, con el consiguiente desorden de borracheras, riñas y, a veces, heridos y muertos efecto todo del abuso del licor a que es muy dado el chocoano. (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 255)
Todos estos actos son tildados como conductas que suscitan desórdenes y peleas, frente a las cuales el misionero atestigua no contar con mando para evitarlo (La Misión Claretiana del Chocó 1960, 255).
Estas son representaciones de un territorio, de sus gentes y sus dinámicas sociales que descalifican lo encontrado y observado. Imágenes negativas tanto de las condiciones geográficas y ambientales como de los espacios físicos en los cuales se desarrollan las prácticas culturales y sociales, ya sean en relación con el río o las viviendas. Territorio que se vislumbra a partir de la narrativa proveniente desde la óptica de la experticia y que, por lo tanto, no es o no se corresponde con el territorio que se genera de las relaciones entre el espacio y sus pobladores locales. Escenificaciones territoriales que deben ser reflexionadas en el contexto de las relaciones de fuerza en las que se producen y ordenan, así como entendidas en el marco que le da sustento y del cual se derivan dichas relaciones de poder, es decir, el de las instituciones