Patrimonios, espacios y territorios. Natalie Rodríguez Echeverry
que se opone al adelanto de la región, esto es, como sujetos no modernos.
Así, más allá de las cifras que aluden a la cantidad o al número de población, las representaciones que se construyen de los grupos humanos locales por parte de dichos representantes institucionales se realizan bajo imaginarios en tono de atraso y, por tanto, en contravía de los ideales del proyecto progresista para la región. Representaciones desde ópticas externas que relegan, desconocen, minimizan y descalifican prácticas culturales y sociales, las cuales se consideran contrarias a lo que se espera de los individuos cristianos formados bajo preceptos y prácticas de una educación en sintonía con el progreso moral, espiritual e intelectual. Grupos humanos leídos e interpretados a partir de discursos que niegan, anulan y desconocen otras posibles formas de existencia, al igual que creencias y saberes desde lo local. Enunciados construidos, por lo tanto, desde organismos que institucionalizan las relaciones de poder, desde las que se determinan diferenciaciones entre aquellos grupos que se autorreconocen y definen como aptos y aquellos considerados como no acordes para participar en el proyecto del progreso. En este sentido, según lo explica Castro-Gómez (2010), se declaran “como enemigos de la sociedad a todas aquellas razas que no se ajustan a la norma poblacional deseada” y, en este caso, particular requerida.
En este contexto, cabe recordar que para comienzos del siglo XX, en el discurso de posesión del general Reyes, este pregona: “dejemos a un lado y para siempre las armas destructoras, olvidemos los grados militares alcanzados en aquellas luchas y empuñemos los instrumentos del trabajo” (Niño 1991, 37. Las cursivas no pertenecen al original). Así, se hace referencia al trabajo como una herramienta fundamental en la puesta en marcha del proyecto hacia el progreso, instrumento a través del cual se podrá avanzar; en este orden de ideas, y retomando lo expuesto por Castro-Gómez, “tecnologías de gobierno”22 que promueven la emergencia de grupos poblacionales que se adapten al perfil de producción necesitado y “dejen morir” a los que no sirven, con el propósito de fomentar el trabajo productivo, el desarrollo económico y la modernización, pero también enfocadas a convertir a la población en un agente productivo, transformar sus prácticas laborales (Relatoría Seminario Eje 4 - 2010. Esta relatoría fue realizada por Claudia Tovar y Natalie Rodríguez en este seminario que fue dictado por Castro-Gómez y Saldarriaga en 2010), “‘hacer vivir’ a esas poblaciones mediante su incorporación a la sociedad del trabajo” (Castro-Gómez 2009, 153). De este modo, se trata de inscribirlos en dicho proyecto de progreso mediante la puesta en marcha de una serie de estrategias23 de índole moral y educativa, pero también de orden material.
Al atraso moral, espiritual e intelectual se suma además lo consignado en ciertos artículos de la prensa local, que presentan a este territorio como un escenario de privaciones y desesperanza, esta vez en directa relación con la carencia de infraestructuras, comercios, entre otros, situación de la que se afirma que se refleja e influye también en la pobreza tanto de la región como de sus habitantes. Así, se denuncia un rezago asociado a lo que se estima como inexistencia o carencia de infraestructuras y medios de comunicación, que repercute en el estado de aislamiento con respecto a otros centros y zonas del país; a esto se agrega la falta de industrias, así como las dificultades asociadas a la actividad comercial, enunciados que se encuentran en directa correspondencia con la búsqueda de la integración regional y la tecnificación de los territorios anteriormente referenciadas.
Cabe añadir que la comunicación se entiende también en términos de existencia y prestación de los servicios postales y de correo, asistencias de las cuales se dice que se suministran con dificultades y carencias de Cartagena a Quibdó, por medio de barcos de vapor que navegan a través de los ríos, así como por caminos de trocha hacia el interior del país y por la vía de Buenaventura y Nóvita-Cartago. Además, se denuncia la escasez y el “deplorable estado” de las líneas telegráficas, servicio que permanece averiado, dados los constantes daños que sufren los hilos transmisores por las lluvias y aguaceros que tumban los postes localizados en las zonas de bosques (Prefecto Apostólico del Chocó 1928, 65). Incomunicación de la región y, por ende, de sus gentes, asociada también con la situación de rezago. Ante lo anotado, los padres misioneros exponen respecto a tales dificultades:
Muy escaso es el servicio postal en la Prefectura, pues apenas si llegan a media docena las estafetas. El servicio postal de Cartagena a Quibdó lo prestan varios vapores que viajan sin fecha fija; que habiendo de atravesar el golfo de Urabá, casi siempre muy alborotado, véanse sometidos a forzosas demoras unas veces, otras a arrojar al mar parte del cargamento, si ya no parecen bajo el furor de las ondas que, haciendo astillas la embarcación, deja a los viajeros a merced de la voracidad de los muchos tiburones que viven en aquellas aguas. (64)
Según lo anota un artículo del periódico El Atratense, publicado en 1880, se asumen como requisitos para estrechar las relaciones políticas y comerciales de la región, construir vías de comunicación y fortalecer la presencia de “industrias y capitales”, mecanismos considerados primordiales para “explotar sus riquezas”; apuestas provenientes de “hombres públicos interesados en la felicidad de este pueblo”, quienes han propuesto los “medios que han creído adecuados para remover los inconvenientes que entorpecen el desarrollo de la industria y el comercio” (1880 n.° 2, 3). En este orden de ideas, pese a que ciertos sectores reconocían las riquezas naturales existentes en el Chocó y aseveraban tener “resueltas” las necesidades alimenticias, se consideraba ser “esencialmente pobre como pueblo”, afirmación hecha desde el periódico El Chocó, publicado en 1908, donde además se consigna que
no hay en él capitales de importancia y las comodidades medias son escasas. Ha querido confundirse, por un error de apreciación, la riqueza del suelo con la riqueza individual, y de allí que vistas las cosas de lejos parece que acá vivimos en campos de leche y de miel y que haya una corriente aluviónica de pobladores de ciudad que llegan y á quienes no queda más recurso que solicitar un puesto público para permanecer aquí, si lo consiguen, ó regresar; debido esto á que aquí no hay industrias urbanas que puedan dar ocupación á la gente que llega, y de que la minería y la agricultura son rudimentarias. (1908 n.° 22, 1-2)
Las circunstancias de escasez de capitales y la falta de lo que se consideran condiciones que brindan bienestar se relacionan con la inexistencia de obras materiales como la infraestructura de comunicación. Insuficiencia en términos materiales de la que se afirma que deriva en una región aislada, apartada y excluida, que dificulta a su vez la implementación del comercio y, sin este, el acceso a productos que se consideran fundamentales; de igual manera, estas carencias se corresponden con la “pobreza” de la región y sus habitantes. Así, desde el periódico El Atratense se asegura:
Lo que afirmamos nosotros es que el Chocó está pobre y si alguien duda de esta verdad, que dirija una mirada á sus poblaciones, á sus habitantes, á la industria y á su comercio, y solo verá ruina en todas ellas, campesinos miserables vestidos, una industria tan atrasada como la de los salvajes de África y un comercio tan abatido que varios vapores que han querido hacer el comercio de transporte de Cartagena á Quibdó y viceversa, han tenido que desistir de la empresa porque no hay ni pasajeros ni carga para exportar ni para importar. (1880 n.° 1, 3)
En este sentido, y retomando lo expuesto en los artículos de los periódicos El Atratense y El Chocó referente a la situación de pobreza del campesino chocoano, se suma lo expresado desde el periódico ABC, desde el cual se asevera que el campesino no tiene acceso alguno a productos como la leche:
No come carne, ignora la mantequilla, vende los huevos para comprarse un tarro de sapolín, el pan es un lujo para “novenas”, bautizos y “alumbraos”, las papas, los frisoles, la cebolla, le resultan muy costosos; hortalizas “son cosas pa’ los blancos” y… qué seguir si bien sabemos que sólo plátanos y pescado y en veces chontaduros constituye el alimento [sic] en nuestro ribereño? (1943 n.° 3876, 3-4)
Así, se concluye que el chocoano
no come siquiera suficientemente, ni aún hace tres comidas diarias y a horas; ni siquiera sabe que necesita comer con regularidad; su alimentación es al acaso, por