Pego el grito en cualquier parte. Christian Spencer Espinosa

Pego el grito en cualquier parte - Christian Spencer Espinosa


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de escritura de toda su historia: aparecen los “nuevos” estudios de cueca, se publican los primeros Cancioneros de largo aliento (como Claro et al 1994, Figueroa 2004 [aquí citado en su edición de 2006] y el sitio web Cuecachilena.cl) y se escribe la primera tesis de posgrado sobre la cueca urbana (Torres 2001).

      El año 2010 constituye otro momento decisivo para la sociedad chilena. El año se inicia con el segundo terremoto más grande de la historia del país (27 de febrero), que es además el sexto sismo de mayor intensidad de la historia del planeta. Este hecho desastroso —que para algunos constituye solo un hito geográfico— es un aspecto propio de la identidad musical chilena, que se suele definir a partir de “su peculiar condición de aislamiento geográfico y circunstancias históricas” (Claro 1986: 255). Para los países que poseen una condición económica dependiente del mar y los minerales, como Chile, los terremotos son no solo una reconstrucción de la geografía sino también una redefinición de la economía y del paisaje, es decir, del desarrollo social del país. Si bien este hecho no tiene relación directa con la cueca, su presencia es parte fundamental de los discursos acerca de la identidad lejana y telúrica de la sociedad chilena (Larraín 2001), que se percibe a sí misma como solitaria, “desilusionada” y en constante búsqueda de una “utopía” social (Bengoa 2006: 24). El terremoto, en suma, nos recuerda nuestro carácter insular y efímero, nuestra perpetua necesidad (y deseo) de modernización, y la sensación traumática de estar desprotegidos frente a la naturaleza y la adversidad. La fuerza de la geografía en la identidad del país, por tanto, convierte a los terremotos y maremotos en marcos históricos delimitadores de la historia nacional y la cultura y, en cierto modo, en un momento de redefinición de su (aparentemente) fragmentada identidad (Duque 2011, Cfr. Bengoa 2009: 27).

      Dos semanas después de este evento, el exsenador de Renovación Nacional Sebastián Piñera asumió el cargo de presidente de Chile para el período 2010-2014. Piñera fue el primer presidente de centroderecha democráticamente electo en más de medio siglo de historia. Su elección representa la superación hipotética del trauma de la dictadura, el fin de veinte años de políticas culturales de centroizquierda y la llegada de una cultura de derecha. Todo esto provocó un cambio radical en la escena cultural santiaguina, que se vio confirmado al año siguiente con el inicio de la mayor movilización estudiantil conocida desde los tiempos de la dictadura. Esta movilización es la misma que condujo a la derrota a la derecha en 2013 y al advenimiento del gobierno de izquierda más reformista de las últimas décadas, el de la doctora Michelle Bachelet.

      A pesar de la importancia de los veinte años estudiados en esta investigación (1990-2010), este libro se enfoca solo en ciertos momentos. La etapa que va desde 1990 a 1996 se estudia con mediana profundidad con el objeto de mostrar la recuperación de la cultura popular y el surgimiento de un sentimiento de nostalgia que luego configura la escena. El período de 1996 a 2000 es una etapa de gestación de este movimiento en Santiago y Valparaíso por lo que recibe más atención y profundidad. El tramo siguiente, de 2000 a 2005, constituye el momento de conformación definitiva de todos los rasgos de la escena. Del mismo modo, los cinco años siguientes se caracterizan por la efervescencia y alta difusión mediática, que culmina con el Bicentenario, por lo que estudio ambos también con detalle. Ahora, la mayor parte del análisis está centrada entre 2005 y 2010 por ser el momento en que la escena alcanza su apogeo —y se proyecta hacia la nueva década— y porque es cuando comienzo a relacionarme con la cueca de modo personal, mientras realizo mi propio trabajo de campo.

      1 No existe hasta ahora un estudio detallado acerca de la relación entre ambos géneros. No obstante, los parecidos de forma, fraseología, armonía e instrumentación permiten inferir que la cueca es la continuación de la zamacueca. Para más información acerca de la zamacueca ver Spencer (2007a y 2010), y para un breve análisis de la relación entre ambas, Spencer (2011b).

      2 Entiendo por “clase media” aquel grupo social urbano que posee un capital cultural y una fuerza de trabajo que se desenvuelve en ocupaciones de servicio dentro del contexto neoliberal posterior a la guerra fría (Espinoza y Barozet 2009). Siguiendo a Méndez (2007 y 2008) y a Espinoza y Barozet (2008 y 2009), se trata de un grupo más próximo a los sectores populares que a las clases altas, es decir, que no es “ni rica ni pobre” sino “esforzada, que invierte en capital educacional para construirse un espacio social (…) pero no parece alcanzar un horizonte de seguridad. En definitiva (…) sometida a altos niveles de precariedad, con una limitada protección social” (Espinoza y Barozet en Méndez 2010: 268).

      3 Aunque es un concepto fuertemente emic, en este texto no utilizaré comillas para referirme a la tradición con el fin de no entorpecer la lectura. Me permito hacer esta salvedad a pesar de que dentro del mundo de la cueca existen otras tradiciones importantes como la “tradición del folclor” o la “tradición de la cueca campesina” (a veces llamada “cueca tradicional”). Para no sembrar dudas de ningún tipo, cada vez que la palabra tradición implique algo distinto a “tradición de la cueca urbana”, lo haré notar.

      4 A menos que indique lo contrario, desde aquí en adelante uso la palabra “cueca” para referirme a la “cueca urbana”.

      5 En 1966 el musicólogo argentino Carlos Vega publicó Mesomúsica. Un ensayo sobre la música de todos, donde usa el término “folclor” como sinónimo de “lo rural” y del “pueblo” (ver los comentarios de Coriún Aharonián en las notas al pie del mismo texto). Si bien serán utilizados por otros investigadores, estos intentos de definición no tendrán seguimiento sistemático por otros autores en el resto de Latinoamérica. Para algunos de sus usos, ver Peñín (2003) y Madoery (2000); y para su historización y análisis, Aharonian (1997), González (2008), Jordán y Smith (2011), y Domínguez (2011), entre otros.

      6 Utilizo los términos “viejos cultores”, “cultores de antaño” o “viejos” para referirme a los nacidos en esta época, y “nuevos cultores”, “nuevos músicos”, “nueva generación”, “jóvenes músicos” o “jóvenes” para los nacidos desde 1970 en adelante, con algunas excepciones. El uso de esta periodificación obedece a las distinciones que hacen los mismos músicos, quienes, no obstante, no utilizan el término “generación” sino el de “viejos” y, de vez en cuando, “cultores”.

      7 Se encuentran aquí Los Trukeros, nacidos en 1997; Las Torcazas, de 1998; Los Santiaguinos, de 1998 (considerados el “primer grupo” exclusivamente dedicado a la cueca urbana); Los Chinganeros, desde el año 2000; Las Capitalinas, nacidas en 2001 y disueltas en 2012; Los Tricolores, desde 2001; Los Porfiados de la Cueca, desde 2002; y Los Canallas de la Cueca, nacidos en 2002.

      A esta generación le antecede otra formada entre los años ochenta y noventa, de


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