Tu Mañana empieza Hoy. Rafael González

Tu Mañana empieza Hoy - Rafael González


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el equilibrio aún en un solo pie, pero todos aspiramos con nuestras virtudes y debilidades arribar a la meta.

      Es fácil siendo joven esquivar las complicaciones, caminar cerca del abismo, o volver a empezar todo de cero cuando tropezamos o damos un paso es falso, pero a medida que pasan los años, ese itinerario se convierte en un duro desafío de atravesar... ¡Pero tranquilo! porque ya hace tiempo aprendí; “que difícil, no significa imposible, porque si sumamos a nuestra experiencia una actitud mental positiva, estaremos en un mismo nivel de competencia con los más jóvenes”.

       Aun sin haber jugado nunca ese juego, han sido innumerables las frustraciones y obstáculos que debí sortear para conseguir en mi vida los objetivos. Otras veces, después de alcanzar la cima de mis propósitos, tuve que retroceder sobre mis pasos, recoger con dificultades las piedras que había dejado atrás, y volver a poner los pies sobre la “tierra” para comenzar un nuevo recorrido.

      Tú puedes estar pensando que la vida no es un juego, ¡y tienes razón! “Pero qué lindo sería si ante cada tropiezo o desilusión, tuviésemos esa tenacidad y perseverancia que tienen los niños para sobreponerse a los golpes”. Esa actitud que poseen los más pequeños son el ejemplo a seguir, porque a pesar de las desilusiones o heridas recibidas, ellos siguen pensando con el corazón, y vuelven a levantarse las veces que haga falta hasta lograr su propósito.

      El juego recién empieza, y tú estás parado en este punto de partida... olvídate de las piedras, de las dificultades, y de supuestos rivales, porque ésta no será una competencia contra otros adversarios, sino a favor de ti mismo, de tu salud, y de tu propio “Amor Propio”.

      ¡ENTONCES EMPECEMOS!

      “No dejamos de jugar porque envejecemos;

      envejecemos porque dejamos de jugar”

       La zanahoria y el burro

      “La felicidad doméstica es el fin de todos nuestros anhelos,

      y la recompensa general de todos nuestros esfuerzos”

      Nada ni nadie se mueve sin tener un objetivo, sin querer alcanzar una meta, o sin obtener un beneficio a cambio. – Entonces ¿qué hago para que una idea se mueva? ¿Has oído la fábula del burro y la zanahoria? El burro precisa un incentivo para mover el carro. No nació para tirar de él, y nadie le ha enseñado hacerlo, así que tenemos que ofrecerle una recompensa, algo motivador que lo incite a moverse hacia adelante. Al burro le encantan las zanahorias, entonces con la ayuda de un palo le pondremos una justo frente a su cara, muy cerca, (pero lo suficientemente lejos para que no pueda tomarla) y animarlo a desplazarse hacia delante con la esperanza de conseguir ese preciado alimento. “Pero no te equivoques”, el burro por muy animal que sea necesita una compensación, y demandará que alguien le reconozca sus méritos. “Déjale que al final del día alcance su zanahoria y muéstrale que después de una, viene otra que quizás sea más grande, fresca, o sabrosa”.

      Analizando la conducta del ser humano, cuando alguien se propone alcanzar un objetivo ‘’no importa cual’’ necesariamente debe tener muy en claro cuál es la zanahoria a conseguir (también llamada recompensa).

      • En el caso de una dieta a largo plazo, puede ser la visualización de verte dentro de una prenda de vestir que ya no te entra, un alguien a quien agradar, o meramente recuperar esa autoestima perdida en el tiempo.

      • Si la meta está relacionada con distintos tipos de vicios a abandonar, la zanahoria seguramente estará más emparentada con tu salud, con gratificar al entorno que te rodea, o tomar mentalmente el control sobre cualquier adicción nociva.

      • Cuando los objetivos involucran éxitos deportivos, crecimiento económico, o carreras académicas. Esas pequeñas zanahorias que vayamos recogiendo en el camino serán; “vencer una marca previa, aprobar una materia pendiente, u obtener un ascenso anhelado”... todos esos pequeños logros, nos irán acercando lentamente a la gran meta deseada.

      No importa cuál sea tu objetivo final, lo fundamental de cualquier propósito a largo plazo, es que valoremos cada paso que damos sin poner excesivamente lejos la zanahoria ni hacerla inalcanzable. Tener expectativas demasiadas optimistas de conseguir grandes resultados en poco tiempo, puede conducirnos a un pronto agotamiento mental, u observar como se evapora ese ímpetu inicial con el que arrancamos.

      “Todos los grandes objetivos,

      plantean grandes retos”

       Salir de la zona de confort

      “No podemos convertirnos en lo que queremos ser,

      permaneciendo en lo que somos”

       Cierto día, un becerro tuvo que cruzar un bosque virgen para volver a su pradera. El animal abrió un sendero tortuoso, lleno de curvas, subiendo y bajando colinas. Al día siguiente, un perro que pasaba por allí, usó ese mismo trayecto para atravesar el bosque. Después, fue el turno de un ternero guía de un rebaño, que viendo el espacio ya abierto, propuso a su manada seguir por esas huellas. Más tarde, los hombres comenzaron a usar ese acceso marcado: entraban y salían, giraban a la derecha y a la izquierda, descendían, y se desviaban de los obstáculos, quejándose (con toda razón) pero no hacían nada para crear una nueva vía.

       Después de tanto uso, el sendero acabó convertido en una amplia carretera donde los pobres animales transitaban con pesadas cargas, obligados a recorrer en tres horas, una distancia que bien podría realizarse en treinta minutos.

       Pasaron muchos años y los lugareños asfaltaron ese camino convirtiéndolo en la calle central de un poblado y, finalmente, en la avenida principal para comunicarse con la vecina ciudad. Todos se quejaban del tránsito, porque ese trayecto indescifrable era seguramente el peor.

       Mientras tanto, un anciano campesino apoyado con sus codos sobre la tranquera, viendo pasar por delante de su morada toda esa peregrinación, se reía al observar que los hombres tienen esa ciega tendencia a seguir la vía que ya está abierta, sin preguntarse acaso si habría una mejor opción.

       Tal vez, si alguien se hubiese tomado el trabajo de analizar una ruta alternativa en línea recta, habría descubierto que había otros paisajes, y una forma mucho más rápida y cómoda para llegar a ese destino.

      El que las cosas se hayan hecho siempre siguiendo un patrón de conducta, (o de una forma concreta) no quiere decir que esa sea la manera correcta o la mejor de las formas. Los seres humanos somos animales de costumbres dentro de nuestra zona de confort... tenemos una vida rutinaria, nos levantamos a la misma hora, desayunamos lo mismo, vamos al trabajo o al colegio por el mismo camino, hablamos con la misma gente, y saludamos de la misma forma (entre otros aspectos). Cuando nos sentimos cómodos, no nos damos cuenta que hay otras maneras de realizar esas tareas porque no las experimentamos. La zona de confort, es el conjunto de hábitos, creencias, y acciones a los que estamos acostumbrados, y el salirnos de esa monotonía nos provoca incomodidad, nerviosismo, o temor.

      “Un barco amarrado a un puerto puede estar muy seguro,

      pero no es la finalidad para la que fue construido”

      Salir de la zona de confort es conveniente, puesto que nos permite experimentar situaciones nuevas que nos van a permitir desarrollarnos y crecer en los distintos ámbitos de nuestra vida: sea personal, social, económica, o espiritualmente.

      A la mayoría de las personas no les gusta siquiera le hablen de cambiar. Les da miedo salir de lo conocido para enfrentarse a lo desconocido; estos individuos que se estancan en sus vidas, vivirán siempre con limitaciones y temores dentro de su zona de confort, o morirán pensando y quejándose que la vida no les dio la oportunidad de ser felices.

      Cuando


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