Volver… volver. Saúl Ibargoyen

Volver… volver - Saúl Ibargoyen


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pesaba un chingo…”

      Metamos aquí una pausa para cuidar las emociones del hombre parlopensante, y como atención al oyente lector; sigamos:

      “… y acá se viene el bloque oscuro de la cárcel para presos comunes, la Mamá Grande, por sus muchos hijos entrando y saliendo y hasta muriendo ahí adentro… un piso le agregaron después del golpe, cuando mezclaron comunes con políticos… ya no sabían dónde meterlos…ah, milicos de pura mierda, fachos perdidos… ¿Esto es recordar? Todo está arriba, en la superficie, hasta las palabras que bailan en la mera piel de la lengua… ¡puta!, todo es memoria, hasta lo que no fue… se ven las rejas pintadas de blanco ¡qué ocurrencia estética!... y ropa colgada de toda color… algo brilla desde una ventana… ¡claro!, es el idioma de los espejos, desde otro sitio, afuera, algún compadre contestaría, o alguna dama de nostálgica entrepierna… uno de nosotros hacía eso, hasta que lo cacharon los guardias, mandaba mensajes en código para contar lo que pasaba adentro… el maltrato, la mala comida, la mugre, el piojerío, las masturbaciones nocturnas, la depresión, la jaula de aislamiento, la muerte por infarto provocado… lo pescaron y le dieron dos días seguidos como a piñata de cumpleaños… después lo sacaron para el hospital de la policía, creo… nunca más sabremos… Ese mercado es nuevo, parece, a una cuadra y media de la cárcel… los restorancitos ya estaban, bien mugrosos… comederos para pobres, nomás, sobre todo en días de visita, en verdá que se llenaban… al costado, una cuadra o dos más allá, deben de seguir los burdeles de la soldadería… ¡Mira no más! Mamá Grande le pusieron al mercado nuevo, no se puede creer… se pasaron de chistosos… es un supermercado en un barrio jodido… así parece, digo… ¿limpieza de dinero oscuro, inversiones raras o las contradicciones del subdesarrollo…? Es que las noticias de este año señalan que quieren hacer un país muy democrático y muy de primera división… veremos con qué y cómo… se fueron varias cuadras que ni vi… pensando en la pura idea que aún se agarra a aquel piso de abajo de la Mamá Grande… los sótanos para el tratamiento y la máquina de moler carne humana… el suelo lleno de charcos, caca flotante, orinas y vómitos mezclados… y coágulos y pelotones de pelos arrancados… y ratas comiendo cucarachas y cucarachas y pulgas y piojos y garrapatas comiendo de nosotros… y las muchachas gritando y abortando y algunos hombres llorando como cachorros de bestia desconocida… Ah, el Parque Popular de pronto… a primera impresión no ha mejorado mucho… ya habrá tiempo para dar unas vueltas por aquí… este asunto recién comienza a empezar… hasta resulta como más chico, porque todo tal vez era chico, sólo los árboles han crecido… es todavía lo bueno de esta ciudad, creo… mucho verde para disimular la grisura… como la propaganda de cierta época contra el plebiscito por la ley del perdón para los torturadores… lo verde contra lo gris: ¡linda consigna…!, no era asunto de colorcitos sino de negro autoritario versus rojo revolucionario…”

       María Laura

      Hicimos una pausa para descanso del posible lector: ¡uno, dos y tres, coronita es!, para que se produzcan raras movimentaciones en lejanos relojes sin campana y sin alarma… Dejemos que el viajero continúe:

      “Ya pasamos el parque, al tiro vendrán las avenidas Norte y Sur, la Sur a mi diestra… allá me comentaron que los milicos se habían volado el nombre… el nombre que las unía a las dos: General José Aragón… ah, en esta doblamos a la derecha y derecho seguimos hasta la plaza Liberación o del Libertador… plena zona del centro… anchas las calles y avenidas, con sus camellones o canteros algo descuidados… y la pinche basura también por estos rumbos… pero es una basura que no huele, el basuraje lo tienen los ricachones bien adentro… en las tripas… los puros edificios de apartamentos, arrogancia de terceros mundos… y las tiendas a todo brillo, luces a toda hora, compitiendo hasta con el padre Sol… vaya linda modernidad… ‘comprar es vivir’ ‘adquiera aquí su futuro’ ‘hasta el cielo tiene precio’ ‘coches para todos’ ‘la vanidad es tu fuerza’ ‘tu belleza y nada más’ ‘somos los dioses de hoy’… la poética de la publicidad…”

      “Hasta aquí llegamos, señoras y señores” anunció muy formal el algo mulato chofer-cobrador, engolando la voz como un dirigente político que aspira a la trascendencia. O como un engañoso y redundante comentarista deportivo. O como algún poeta de tercera división al agradecer el premio anual del ayuntamiento de Ríomar.

      “Casi se me había borrado esta peculiaridad nacional… la soberbia de los parlanchines, el vocerío de los ignorantes ilustrados, el tartamudeo ontológico de los filósofos criollos… y junto con este triple despliegue, a saber cuántos más… Veremos cómo trabaja desde aquí la memoria hacia el pasado de aquí mero… pero que no resulte que uno se ponga a inventar para que los feos recuerdos no despierten… en realidad, son como imágenes petrificadas… allí el tiempo no funciona como se mueven los días del afuera de uno… por eso yo no estaba muy cierto de volver a estos pagos” de seguro el hombre Leandro cogitaba así ya alejándose bastante del inmovilizado autobús.

      En la segunda esquina contuvo su caminar, avenida Sur con 19 de Abril… “No, ahora se llama Papa Pío Vicario doce… ¡coño!, ¡y no que éramos un país laico!… esta vía la ensancharon… ¡caracho!, para incrustarle en el medio la estatua del ensotanado… tiene un aro en la cabeza, no me digan que era un santo… ¿es el que hizo los pactos con el inventor del fascismo? Dicen que pederasta fue o protector de maricones machos, porque hay maricones hembras… y la diestra mano echando bendiciones todo el tiempo, aunque no haya ni una pinche ánima en la calle… su calle… seguro que un negocio con el Vaticano, esos restos como una remembranza de la Roma imperial… para entrar aquí inversiones en la bolsa o en la industria de la construcción… lavar la guita de las grandes limosnas”.

      “Una moneda, señor… un peso, por favor” escuchó de pronto un verso conocido.

      “Con rima y todo, eso ayuda a convencer” se comentó para buscar en seguida el redondo metal solicitado. Los dedos no llegaron al fondo del bolsillo, antes se cruzaron con aquel segundo sángüiche.

      “Tomá, solo esto tengo” y el brazo se movió hacia abajo, hacia el centro sonoro de aquella voz salida de viejas voces.

      “Gracias, ’ta bueno pa’ comer, ¿no?”

      “Por eso te lo dejo, ya me morfé otro… en fin, como ves, quedamos iguales” no supo el porqué, mas su lengua parloteó.

      “Iguales serán los güevos… cada uno es el retrato del otro… más o menos…” hubo una pálida y asombrosa respuesta.

      El hombre Leandro no miró hacia la figura sentada, de lomo contra el poste de los semáforos, medio envuelta en traperías variopintas, de piernas acortadas por falta de calcio o por la poliomielitis, de pelambrera como una melaza negra, de un brazo y una mano mínimos, de un otro brazo más extenso y con una mano agrandada por el oficio de agarrar lo que fuera y de donde viniera.

      “La cara… mejor ni verla… ¿será hombre o mujer?, en estos tiempos todo se mistura, se entrevera, se hace pedacitos en el aire…”

      Ahora a cruzar esta calle que se volvió religiosa… ahí está la plaza Liberación… ya la toco con la punta de la pata izquierda… manía de niño, apoyarla bien al subir o bajar la banqueta, al marchar… y con la derecha tirar a gol con piedritas, hojas resecas, colillas de cigarros despreciados… o con tapitas de refresco o cagazones secas de perro sin casa… ¡Si habré ganado partidos!, hasta imaginaba los goles del contrario… siempre me gustó cantidá esta plaza… con el tremendo monumento a José Aragón en el medio y los senderos de granito pulido saliendo de los cuatro costados… las cuatro direcciones que ordenan el mundo… y las fuentes de aguas irregulares… y el pasto con sus flores amarillas, soles perdidos… Me contaron que hicieron un mausoleo los milicos, que colocaron fechas de batallas en los muros de mármol negro… y en el medio, o sea adentro y debajo de la estatua, un gran cofre de madera dura, no sé si ‘pau de ferro’ o caoba, con el triste hueserío del general… de sus ideas libertarias y federalistas, ni una frase, ni una pinche palabra suelta… a ver, está


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