Hacia el sentir común. Raimon Caor

Hacia el sentir común - Raimon Caor


Скачать книгу
Sempau, escritor y músico.

      Las grandes corporaciones y entidades transnacionales manejan más poder y riqueza que los propios gobiernos.

      Muestra de esta trama, es el explícito manifiesto escrito por Holly Sklar, bajo la dirección del magnate David Rockefeller, titulado: “La Comisión Trilateral y la planificación de la Élite para la administración Mundial”, donde abiertamente expresa que su red de organizaciones, bancos, entidades y acciones gubernamentales de todo el mundo, están sujetas a sus influencias financieras. Con total naturalidad declara que los dueños y gerentes de estas corporaciones globales entienden el mundo como una fábrica, como una granja o un parque recreativo que necesita de su custodia y supervisión. Para nuestra tranquilidad, añade que “No hay nada que temer, pues existen organizaciones formadas por banqueros, jefes de estado y empresarios que velan por la causa del orden mundial”, organizaciones, por supuesto, de las cuales él es cofundador, como el Grupo Bilderberg y el Concilio de Relaciones Exteriores, que junto a la Organización Mundial de Comercio y el Fondo Monetario Internacional, forman la estructura imperial altamente depredadora, colonizadora, neutra e intocable de la banca mundial que domina y condiciona el mundo.

      Los compromisos establecidos en los grandes foros medioambientales y tampoco la encíclica del Papa Francisco, no sirven para que los gobiernos demuestren eficiente empeño y voluntad política para cumplir todo lo establecido en las convenciones sobre cambio climático y biodiversidad.

      Las incipientes decisiones que actualmente se están tomando son irrelevantes para reconvertir la industrialización, atenuar el impacto ecológico e incrementar la justicia social. Las implacables políticas de desarrollo internacional marcadas por la intensificación de la globalización comercial y financiera siguen agravando el desequilibrio ambiental, y aunque se obvien los síntomas y se evite el alarmismo, el estado de nuestro planeta presenta una situación crítica y una gran fragilidad, sin embargo, los emperadores de la macroeconomía siguen avanzando más en dirección al cataclismo que hacia las alternativas de cambio saludable.

      «Hasta que no empecéis a decidir entre lo que es necesario hacer, en vez de lo que es políticamente posible, no habrá esperanza. No podemos resolver una crisis sin tratarla como una crisis. Y si las soluciones dentro del sistema son imposibles de encontrar, deberíamos cambiar de sistema. Nuestra biosfera está siendo sacrificada mientras el sufrimiento de muchos paga el lujo de pocos».

      Greta Thumberg, activista climática

      Actualmente, la economía está endeudada a nivel planetario. En las economías del G-20 durante el año 2018, la deuda creció un equivalente al 235% de su PIB. Las cifras sin precedentes históricos promovidas por la globalización de la banca, el fácil acceso al crédito, y los bajos tipos de interés afectan desde los gigantes de EE.UU. y China hasta las pequeñas economías que se mantienen a flote, duplicando su deuda el valor de la actividad económica a escala mundial. Esto desestabiliza peligrosamente la actividad económica a nivel global hacia una guerra comercial y una crisis sin precedentes. La codicia productivista y las inercias de crecimiento ilimitado persisten en vendernos como “progreso” un modelo de sociedad que nos mantiene hipotecados de tiempo, salud y dinero, dentro de una sofisticada rueda de hámster.

      En tal situación no es posible permanecer pasivos esperando que quienes mueven los hilos emprendan una transición hacia una economía equitativa y saludable. Lo peor para el desarrollo económico y para generar empleo, es lo que hacen las actuales políticas de desarrollo económico con el coste que supone atraer y

      retener negocios globales. De este modo no se crean empleos ni tampoco prosperidad real. No es un tema de falta de bienes y recursos, es un problema de conciencia, de gestión y de administración.

      Es preciso un cambio en las leyes del manejo del dinero. Cambiar las reglas para desmantelar el poder de las oligarquías disfrazadas de democracia. Actualmente las grandes empresas son las que tienen mayores ventajas: pagan menos impuestos y el libre comercio abarata sus productos aunque vengan del otro lado del mundo. Las corporaciones con más dinero controlan a los gobiernos y a los legisladores y esto solo podemos cambiarlo dejando de comprar a estas empresas y creando diversidad de producciones y negocios locales para así devolver el poder económico a nuestras comunidades y fortalecer la auténtica democracia. El capitalismo global está destruyendo al planeta. Urge fomentar impulsar un sistema productivo arraigado en la ecología, los derechos humanos y el bien común, como el motor de la nueva reactivación económica y cultural.

      Los principios básicos expresados en la pirámide de Maslow (Una teoría de la motivación humana,1943) nos recuerda que nuestro auténtico potencial creativo, el reconocimiento, la ética y el éxito son realizables y posibles cuando los niveles básicos de nutrición, descanso, hábitat, trabajo y recursos materiales están cubiertos y pueden ser satisfechos sin una inversión desmesurada de trabajo, tiempo, dinero y burocracias, tal como acontece para la mayoría e personas en la actualidad.

      No es posible ascender a un nivel de autorrealización cuando las necesidades básicas y la supervivencia requieren sobresfuerzo o endeudamiento

      PRIORIDADES:

      1. FISIOLOGÍA: Nutrición, necesidades básicas, descanso, salud.

      2. SEGURIDAD: Protección física hábitat, trabajo, recursos materiales.,

      3. AFILIACIÓN: Pertenencia familiar y social, afecto, intimidad.

      4. RECONOCIMIENTO: Muestras de confianza, respeto, oportunidades y éxito.

      5. AUTORREALIZACIÓN: Apertura mental, ética, integridad, creatividad

      Valorando objetivamente el crecimiento del mundo “civilizado”, se llega a la conclusión que ni el éxito ni la opulencia justifican la magnitud de los residuos emocionales, psicológicos y materiales que se han producido durante su desarrollo. La mayoría de esplendores históricos y la exuberancia de la mundialización tienen su origen en campañas de conquista, dominio y de sumisión. La grandiosidad y gloria imperial son formas de depredación que nacen del autoritarismo y del substrato de importantes diferencias sociales. Sus estructuras van siempre ligadas a fuertes egocentrismos, a ambiciones exacerbadas y a jerarquías avasalladoras cuya principal motivación es la competición por el poder y afán de lucro, en un escenario de malsana codicia, donde nunca lo conseguido es suficiente. Las grandes corporaciones diseñan los proyectos y los gobiernos ajustan las pautas económicas y culturales que confinan a la ciudadanía mundial en mero combustible de sus planes. Al límite de esta fulgurante expansión productivista, quizás nos veamos obligados a retomar apresuradamente modelos de orden y austeridad de antiguas y casi exterminadas comunidades tribales, donde ciertamente hallaríamos nobles modelos de coherencia y sostenibilidad.

      La guerra, con todas sus horribles consecuencias, sigue siendo el tema central de la historia y la economía contemporánea. El objetivo fundamental de la guerra es mantener y ampliar los engranajes del sistema productivo económico pues los imperios capitalistas no funcionan con modelos de justicia real, ni ideas pacifistas, ni tampoco consideran rentable la promoción de la salud global,

      por lo que siempre mantienen activas nuevas estrategias de conquista, dominación y control para hacer girar los engranajes del sistema con la fabricación de armas destinadas al genocidio, a la destrucción y a los posteriores negocios de reconstrucción.

      Los gastos militares han crecido vertiginosamente en los últimos 70 años. El gasto militar en el mundo en 2018, según el informe anual sobre presupuestos de defensa “Jane’s Defence Budgets”, publicado por la empresa IHS Markit, el conjunto de países con ejércitos dedicarán a los mismos 1,67 billones (millones de millones) de dólares, cerca de 1,38 billones de euros.

      A todo ello hay que añadir el diseño de armas de control ideológico, que son las más efectivas


Скачать книгу