Hacia el sentir común. Raimon Caor
y en el mejor de los casos el resurgimiento de una ciudadanía mestiza.
En el año 2050 la población mundial llegará a unos 9.000 millones de personas; según la Comisión de Población y Desarrollo de la ONU mucha de esta emergente población ocupará y habitará en las zonas menos pobladas y desarrolladas del planeta que aún ofrecen recursos naturales. La expansión de China y demás economías emergentes aceleran la demanda de combustibles fósiles, metales y minerales, reduciendo la disponibilidad de recursos e incrementando el impacto medioambiental. El rápido e incontrolable crecimiento de la población y el desarrollo económico y energético, sigue degradando los ecosistemas y provocando
migraciones que a su vez alterarán los recursos naturales de otros pueblos y países, y formaran complicados escenarios. En términos generales, el actual comportamiento humano es similar al desarrollo de las células cancerígenas en el cuerpo, al igual que la fisión y fusión nuclear se asemeja a la desintegración de los núcleos de la sociedad humana. Históricamente, la demografía y la economía se han regulado mediante las guerras, que cumplen la doble función de reducir la población y de reiniciar procesos de reconstrucción económica. En la actualidad, el refinamiento de la guerra se extiende más allá del belicismo y adopta formas altamente perversas y sutiles para desactivar objetivos ideológicos inadecuados para los planes gubernamentales.
Moderar consciente y voluntariamente la procreación durante cierto tiempo en todo el planeta, permitiría una regeneración ambiental, económica y cultural.
¿Será la especie humana capaz de regularse pacíficamente?
NACIONALISMOS
La nacionalidad es un poderoso sentimiento de pertenencia que nos agrupa y que en su momento nos involucra a animar o luchar por los valores que el país representa como extensión de nuestros propios valores. En su origen, las identidades procedían de realidades cercanas y tangibles, los clanes, las comunidades, las filosofías o las religiones. La idea de identificarse con millones de personas desconocidas y lejanas en base a fronteras, se debe al invento de la “Identidad Nacional”: un mito construido por el mundo moderno que está siendo reconsiderado por algunas mentes despiertas.
¿Vale la pena mantener esta clase de identidad nacional?... En primer lugar conviene conocer cuándo y cómo se formaron las naciones, ya que las naciones imperialistas nunca admitirán que son una invención instaurada con autoritarismo, invasión y genocidios. Así, los dominadores siempre proclaman e inculcan una inventada noción de legitimidad, que instaura la creencia de que “esto siempre fue así” y “siempre lo será”... A inicios del tercer milenio, la humanidad presenta un panorama absolutista y conflictivo que afecta en primer grado a las autonomías, a las minorías, a los emigrantes, a los refugiados, y a todos/as quienes no encajan en el modelo nacional preestablecido.
Caen muchos mitos y esta actualidad decadente, crítica y re-evolucionaria nos cuestiona el culto que profesamos a líderes, partidos y entidades, y deja al descubierto el neoliberalismo que estratégicamente nos vendieron disfrazado de “Democracia y Estado de Derecho”. En cualquier modo, estamos inmersos y experimentamos las consecuencias de lo que acontece a nuestro territorio y país, y como terrícolas, a todo lo que le sucede al planeta.
SOLEDAD
No soy pobre, soy sobrio, liviano de equipaje, vivo con lo justo para que las cosas no me roben libertad. Pobre es quien no tiene comunidad.
José Alberto “Pepe” Mujica, expresidente de Uruguay
¿Por qué a menudo nos sentimos tan distantes rodeados de tanta gente?... ¿Por qué la soledad acontece en las grandes ciudades en medio de la sobrepoblación y el bullicio?... La manipulación de la información y el conocimiento, acrecentada ahora por el consumismo, la tecnología y el entretenimiento mediático nos hace identificarnos con un montón de relatos y objetos, iconos de solvencia y del estar “en la cresta de la ola”.
Desafiantes eslóganes publicitarios como: “Sea el primero en conseguir lo último”, definen el delirio consumista donde lo efímero no satisface ni llena el vacío existencial de quienes están en el papel de trabajadores y contribuyentes, ni tampoco de quienes están del lado de las élites pudientes. Una mezcla de indolencia y anonimato impregna paulatinamente el carácter de la gente, y casi deja de importarnos lo que pasa a nuestro alrededor. En el día a día la gente que vemos en los mismos lugares y trayectos parecen máscaras inertes aisladas en sus pensamientos, en sus periódicos, en sus mascotas, o pendientes de las pantallas de sus celulares. Las relaciones virtuales desplazan gran parte del tiempo vivencial y la comunicación real.
Los desarraigos sociales del mundo globalizado son similares al ambiente de la antigua y decadente ciudad de Babilonia donde el caos y la confusión colapsaron la comunicación. El actual escenario global de nuestra civilización tan cercano a la legendaria torre de Babel, es el terreno propicio para las enfermedades neurodegenerativas, la depresión, la esquizofrenia, las demencias, el Alzheimer, y también para el ya tan habitual síndrome del “ostracismo indolente”, y el “silencio administrativo”, como otras de las emergentes patologías arraigadas en el individualismo, el hastío y la saturación.
Los síndromes comienzan con una impermeabilidad emocional y evolucionan inhibiendo la comunicación y la afectividad, reduciendo sinapsis neuronales. El creciente aumento de las enfermedades mentales y neurodegenerativas tiene su origen en el estrés y la incoherencia del estilo de vida. Muchas de estas afecciones no son directamente un problema clínico, sino un problema político y social. Justo es tratar los síntomas pero necesario reconocer y atender las causas. Una escena del film “La historia de Amélie Poulain” ilustra esta pandemia.
Amélie visita a su padre:
Amélie: ¡Hola, papá!
Papá: Hola, hija... ¿te van bien las cosas?
Amélie: Verás, papá, estoy sin trabajo, he abortado porque estaba tomando crack cuando estaba embarazada, he tenido dos infartos, pero aparte de esto, bien...
Papá: ... Me alegro, hija. (fin de la conversación)
SALUD
Los recursos salutíferos naturales del mundo civilizado han disminuido notablemente, y es evidente que una gran mayoría de la ciudadanía mundial no alcanza los satisfactorios niveles de salud física y mental. Gran parte de las patologías tienen sus raíces en las dificultades de adaptación al medio, y en las responsabilidades sobre las leyes de trabajo, el sistema educativo y la contaminación ambiental originada en los sistemas productivos. Ante tal desconcertante panorama exclamamos: “¡El mundo está loco!”, o “¡la sociedad está enferma!”… Efectivamente, como clama el dicho popular: “Hay más locos fuera que dentro de los manicomios”, y no únicamente los que figuran en los historiales clínicos, sino los que andan ejerciendo altos cargos ejecutivos, empresariales, políticos y policiales. Quienes por sintomatologías y/o condición social, son diagnosticados o etiquetados con patologías de mayor gravedad, son tratados y sedados a la espera de una posible adaptación a la realidad convencional, aunque en esta época del fast food, donde el tiempo es escaso, el recurso más generalizado son los psicofármacos. La medicación química mantiene a los enfermos fácilmente apaciguados y controlados, evitando así muchas reclamaciones y protestas, ya que una buena terapia psicofísica acostumbra a ser un proceso largo y costoso que no está al alcance de todo el mundo, ni mucho menos de la actual sanidad pública. Las instituciones de Salud pública encargadas de velar por las causas generadoras de salud o enfermedad, se dedican básicamente a atender y reprimir sintomatologías. Se han convertido en un engaño institucionalizado que no vela especialmente por la salud integral de la ciudadanía, sino por la salud de su economía.
Los efectivos recursos de las medicinas tradicionales y alternativas se etiquetan de pseudociencias y son desaprobadas o condenadas. En estas circunstancias la mayoría de síntomas y causas problemáticas quedan en stand-by, en proceso de cronificación, excepto cuando encuentras algún médico holístico que no se haya perdido