El vínculo primordial. Daniel Taroppio

El vínculo primordial - Daniel Taroppio


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es decir que cada uno tendría su “nota” o conjunto de notas (su acorde). Podríamos aventurar que, desde esta mirada, nuestra personalidad, lo que para la mayoría de las personas constituye algo sólido y casi inamovible (“yo soy así y no puedo cambiar…”), es simplemente una partitura, es decir, una forma de ordenar notas, y que quien aprende a componer música con la vida puede comenzar a cambiarla poniendo estas notas en otro orden, con nuevas armonías y arreglos.

      Trascender los modelos mentales que sólo se asientan en la noción de cosas y comenzar a pensar en términos de sistemas orgánicos centrados en la interacción constituyó un enorme paso en la evolución humana. Pero comenzar a concebir la realidad en términos de campos, desde los cuales emergen partículas que no están hechas de materia sino de interacciones energético-informáticas, puede constituir el comienzo de una revolución en todo lo que implique tecnologías para la transformación personal. La noción de cosas sólidas hechas de una vez y para siempre inhibe las posibilidades de cambio. La idea de campos cuánticos y cuerdas vibratorias que generan realidades aparentemente sólidas abre un universo de opciones inéditas en la historia de la evolución humana.

      Cuando llevemos estas observaciones al campo de la psicología, el crecimiento personal y la espiritualidad, comprobaremos que pueden tener consecuencias de largo alcance. Al profundizar el estudio de nuestro método de trabajo corporal-energético, el Movimiento Primordial, y su principal disciplina de aplicación, la Danza Primal, veremos que su práctica se asienta en el despliegue de posturas, movimientos, patrones respiratorios, imágenes y sonidos primales, que nos permiten evocar en nuestra corporalidad profunda la información ancestral del universo. Este recurso técnico se asienta en una concepción similar a la de esta teoría física.

      5. EL UNIVERSO ES INTERACTIVO

      La teoría cuántica, que actúa como soporte teórico de la física homónima, nos ha puesto en evidencia que la característica fundamental de la actividad atómica, y por lo tanto de la materia misma, es la probabilidad.

      Las cosas que a nivel macroscópico son, a nivel microscópico se convierten en probabilidades de ser, pero no de ser cosas sino configuraciones, interconexiones. Esto se debe a que las partículas subatómicas no tienen una existencia en sí sino una tendencia a existir. ¿Cómo se explica esto? Se explica por el hecho de que estas partículas no existen como cosas aisladas, sino únicamente como interconexiones con otras, como configuraciones. Estas partículas, por lo tanto, no son cosas, sino interconexiones entre cosas, que a su vez, no son cosas sino interconexiones entre cosas y así ad infinitum. Al mismo tiempo, la física moderna sostiene que todo lo que existe ha emergido del Big Bang y se despliega en un equilibrio dinámico entre la materia y la energía oscuras, es decir, entre fuerzas de contracción-atracción y expansión-rechazo. Parafraseando esta afirmación, nosotros diríamos que todo lo que existe ha emergido de la Fuente Primordial, expandiéndose mediante el poder del Movimiento Diferenciador, y reconectándose mediante la atracción de la Trama Integradora.

      Una cualidad fundamental del Universo es entonces la existencia de partes que se alejan las unas de las otras y, al mismo tiempo, procuran reconectarse entre sí. Es decir que un elemento básico del Universo es el juego entre la atracción y la repulsión, o sea, la interacción. A esta eterna danza entre la toma de distancia y el acercamiento, presente con mayor o menor consciencia en todos los planos de la creación, la denomino Interacción Primordial. Ya sea que se trate de dos fotones produciendo luz, de dos partículas subatómicas atrayéndose y rechazándose en una danza infinita de fusión y fisión, de las polaridades de un imán o del encuentro entre dos amantes, siempre podremos percibir la omnipresencia de la interacción universal, que sólo cambia de aspecto y de niveles de complejidad, pero que es siempre una y la misma.

      En su artículo “Reflexiones sobre el zen y la física moderna”, el investigador del CERN y Doctor en Física Vincent Vuillemin, al que ya hemos nombrado, presenta el siguiente experimento:

      Se emiten dos partículas de luz provenientes de la desintegración de un átomo. Esas dos partículas de luz son enviadas en direcciones opuestas a través de kilómetros de distancia de fibra óptica. A pesar de estar separadas por kilómetros de distancia, su estado permanece unido, es decir que una modificación del estado de una de las partículas es inmediatamente observable en la otra sin que haya habido tiempo para que una señal se propague, a la velocidad de la luz, de una a otra. El fenómeno es inmediato, no existe separación espacial, el espacio es discontinuo. Es otro nivel de realidad. Por el momento, ningún formalismo matemático permite pasar de un nivel de realidad a otro, pasar de las leyes del mundo cuántico a las del mundo macroscópico. Este experimento demuestra lo que presentían los maestros zen cuando hablaban de la interdependencia entre todos los seres, en el amplio sentido de nuestro Universo, de interdependencia inmediata, sin ninguna separación espacial. Por lo tanto, en nuestro Universo se encuentran fenómenos que han permanecido durante mucho tiempo desconocidos para el mundo científico y que se aproximan a lo expresado desde el principio en el budismo”.

      Este experimento evidencia con una claridad extraordinaria el alcance de lo que aquí denominamos la Interacción Primordial, y refuerza nuestra hipótesis básica que sostiene que es posible encontrar principios fundamentales que podamos ir descubriendo en todos los planos del Universo, desde las galaxias más lejanas hasta nuestra vida cotidiana.

      En síntesis, la física y la biología modernas están comenzando a insinuarnos una descripción del Universo caracterizada por el comportamiento de la energía más que de la materia sólida; de las interacciones, las tramas y las conexiones más que de los hechos y cosas aislados; de los flujos y reflujos de información más que de leyes inmutables, y de las dimensiones sutiles de la realidad más que de las densas. Pero, en función de las advertencias que hicimos al comienzo de este capítulo, debemos cuidarnos de no caer en la tentación de volver a considerar que la física y la biología habrán de brindarnos comprobaciones de las realidades espirituales del Universo.

      Todas estas observaciones que hemos extraído de ambas disciplinas son ciertamente fascinantes y sumamente inspiradoras para cualquier mente abierta. Sin embargo, tanto la física como la biología sólo nos informan de las realidades materiales y externas. Esto implica que, si a todos estos datos nos permitimos integrarlos con las observaciones provenientes de la exploración interior, nuestro campo de investigación y nuestras posibilidades de descubrimiento se ensancharán y enriquecerán enormemente. Sin embargo, debemos mantener siempre presente que sólo constituyen metáforas inspiradoras. Recordemos siempre que estas teorías podrán ser refutadas en un futuro más o menos próximo, y seguramente lo serán. Pero nada de ello afectará a la experiencia directa, fruto de la exploración interior. Surgirán nuevas metáforas con las que intentaremos expresar mejor nuestras intuiciones, pero la experiencia misma de unidad seguirá estando más allá de todas las palabras y los conceptos,


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