El vínculo primordial. Daniel Taroppio

El vínculo primordial - Daniel Taroppio


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del RIMS les interesa más estudiar su mente que admirar sus actuaciones. Cuando con la mano se les hace la señal de «innovar», Héctor y Han saben que deben sumergirse y expulsar una burbuja de aire, o salir del agua con un salto parabólico, o descender hasta el fondo, o efectuar cualquiera de los otros diez o doce ejercicios que completan su repertorio, pero sin repetir ninguno de los que ya hayan exhibido en esa sesión. Lo más increíble es que suelen entender que en cada sesión deben intentar algún ejercicio nuevo. Bolton aprieta las palmas de las manos sobre la cabeza –la señal de innovar– y acto seguido junta los puños –la señal de «tándem»–. Con esos dos gestos ha indicado a los delfines que hagan un ejercicio que ella aún no haya visto en esa sesión y que además lo efectúen simultáneamente.

      Héctor y Han desaparecen bajo el agua. Con ellos está un psicólogo comparativo llamado Stan Kuczaj, equipado con traje de neopreno, tubo de buceo y una gran videocámara sumergible provista de hidrófonos. Kuczaj graba varios segundos de gorjeos audibles entre Héctor y Han y a continuación su cámara los inmortaliza girando despacio y al unísono, y agitando la aleta caudal tres veces simultáneamente.

      Fuera del agua Bolton junta los pulgares y los dedos corazón, lo que indica a los delfines que perseveren en esa innovación cooperativa. Y así lo hacen. Los dos mamíferos de 180 kilos de peso cada uno se sumergen de nuevo, vuelven a intercambiar varios silbidos agudos y expulsan al mismo tiempo una burbuja de aire. Luego describen una pirueta a dúo. Y se yerguen sobre la cola. La sesión concluye tras ocho secuencias de sincronización prácticamente perfecta. Hay dos explicaciones posibles a este extraordinario comportamiento. O bien uno de los delfines imita al otro con tanta celeridad y exactitud que crea la ilusión de estar coordinados. O bien no se trata de una ilusión en absoluto: cuando intercambian silbidos bajo el agua, están literalmente debatiendo un plan”. El concepto de resonancia mórfica podría aportarnos una tercera explicación.

      Veíamos que la teoría de la causación formativa cubre la formación de galaxias, átomos, cristales, moléculas, plantas, animales, células, sociedades. Como afirma Sheldrake: “Cubre todas las cosas que tienen formas, patrones o estructuras o propiedades autoorganizativas.

      Todas estas cosas se organizan por sí mismas. Un átomo no tiene que ser creado por algún agente externo, se organiza solo. Una molécula y un cristal no son organizados por los seres humanos pieza por pieza sino que cristalizan por su propia cuenta. Los animales crecen espontáneamente. Todas estas cosas son diferentes de las máquinas, que son artificialmente ensambladas por seres humanos.

      Esta teoría trata sistemas naturales autoorganizados y el origen de las formas. Y asume que la causa de las formas es la influencia de campos organizativos, campos formativos, que llamo campos mórficos. El rasgo principal es que la forma de las sociedades, ideas, cristales y moléculas depende de la manera en que tipos similares han sido organizados en el pasado. Hay una especie de memoria integrada en los campos mórficos de cada cosa autoorganizada. Concibo las regularidades de la naturaleza como hábitos más que como cosas gobernadas por leyes matemáticas eternas que existen de alguna forma fuera de la naturaleza”. Vladko Vedral se acerca a esta idea al afirmar que postulando un “universo informático” ya no es preciso recurrir a un agente externo para explicar su creación. Y, en este sentido, ambos se acercan a las tradiciones espirituales no duales, que no conciben un dios ajeno al Universo y por encima de él, sino un Fundamento intrínseco que se despliega a través de las formas, de manera creativa e indeterminada. Algo muy cercano a lo que describo como el Flujo Primordial. Y es precisamente esta noción de un Principio que se manifiesta en todas las formas existentes, lo que torna al estudio del Universo como algo fundamental para el desarrollo de un modelo de psicoterapia, coaching y desarrollo personal. Desde esta mirada, el nivel más profundo de sanación y crecimiento consiste en liberarnos de toda forma artificial de comportamiento e identidad, para descubrir y realizar nuestra naturaleza más profunda, en la cual somos precisamente sabiduría universal bajo forma humana.. Existen enormes implicancias, en términos psicológicos e incluso psicopatológicos, al concebir a un supuesto dios que está por encima del universo (considerándolo como un cosmos con minúsculas, puramente material y por lo tanto inferior, como al cuerpo mismo), que lo rige mediante leyes inmutables, deterministas y que nos observa desde arriba para juzgarnos, y eventualmente castigarnos. Esta concepción puede, en muchos casos, llevar a un modo paranoide de experimentar la vida y constituirse en el origen del fundamentalismo, pues la paranoia lleva casi siempre a la violencia. Muy diferente es la experiencia de sentirnos como una manifestación más, entre millares, de este Principio Fundamental que todo lo impregna, y en virtud del cual todos somos uno, lo que cultiva la confianza y la compasión, rasgos fundamentales de toda personalidad y sociedad sanas.

      La teoría de los campos mórficos es simplemente una teoría, tampoco constituye una ley, y por cierto puede ser criticada en muchos puntos, sobre todo si es analizada desde la perspectiva mecanicista. Sin embargo, está sustentada en una gran cantidad de observaciones y merece, por lo menos, ser considerada a la hora de empezar a describir una nueva imagen del Universo y, por ende, del ser humano.

      La forma en que las cuerdas vibran brinda a las diferentes clases de partículas sus características y propiedades específicas, como la masa y la carga. Nuevamente, debemos aclarar aquí que se trata de una teoría, la que como tal tiene adeptos y detractores. Y nuevamente debemos remarcar que entre los primeros se encuentran muchos de los físicos más notables de nuestro tiempo. Pero es muy importante tener en cuenta que, si bien la teoría de las cuerdas no ha podido ser verificada en el laboratorio, sí cuenta con una importante fuente de verificación, que es la matemática. En efecto, en muchos aspectos, esta teoría es matemáticamente coherente. Según los autores que la apoyan no puede ser verificada experimentalmente debido a que trabaja con dimensiones de la realidad tan pequeñas que no contamos aún con ninguna forma de tecnología que nos permita acceder a ella en forma material. Una famosa metáfora que intenta darnos una medida comparativa de las dimensiones de las que estamos hablando nos dice que, si se agrandase un átomo hasta el tamaño del sistema solar, las cuerdas que lo componen tendrían el tamaño de un árbol.

      Si a partir de lo promisoria que esta teoría, o cualquiera que la suceda, se presenta nos permitiéramos ir un poquito más allá, surge una pregunta sumamente interesante: si la estructura del átomo estuviera realmente constituida por estos hilos vibratorios, ¿qué es lo que determina las diferentes formas en que estos hilos vibran para producir los átomos de cada uno de los elementos de la tabla periódica,


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