El vínculo primordial. Daniel Taroppio

El vínculo primordial - Daniel Taroppio


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la atención el carácter polar de los fenómenos mentales. Observaba la estructura de la mayoría de los conflictos psicológicos, desplegándose en torno a las polaridades razón-sentimiento, individuo-grupo, necesidades del yo-necesidades de la especie, instintos de conservación-instintos sexuales, placer-deber, mente-cuerpo, razón-corazón.

      En las antiguas tradiciones espirituales las veía aparecer, por ejemplo, en el taoísmo de Lao Tse (con sus principios Yin y Yang) y en el tantra, con sus deidades Shiva y Shakti. En occidente las encontré en Heráclito y su filosofía del perpetuo movimiento. “Panta rhei”, afirmaba el olvidado filósofo de Éfeso; todo fluye, todo es proceso, eterno devenir. Su concepción de los opuestos como fuerzas no antagónicas, interactuando permanentemente en una danza de construcción y destrucción; así como su Logos, unidad trascendente de todos los opuestos, muestra la profunda similitud de la sabiduría jónica con las antiguas tradiciones filosóficas orientales y sus concepciones del Yin y el Yang y la unidad en el Tao. Es probable incluso que Heráclito y Lao Tse fueran contemporáneos.

      Pero fue hace sólo unos pocos años cuando encontré una nueva fuente de posible comprobación en el ámbito de la física: me refiero a los conceptos de materia y energía oscuras.

      Según recientes observaciones, se ha inferido que el Universo en su totalidad estaría conformado por dos constituyentes antes desconocidos y hasta el momento imposibles de detectar, por cuanto son invisibles y al parecer no emitirían forma alguna de radiación.

      Al no ser posible detectarlos en forma directa, la existencia de estos constituyentes, que han sido denominados como la materia oscura y la energía oscura, se propone a partir de sus efectos gravitatorios sobre la materia y la energía comunes.

      A fin de no sobrecargar la lectura, daré una muy breve reseña acerca de por qué y cómo se dedujo la existencia de estos constituyentes.

      Todo comenzó en 1998, con las observaciones del Telescopio Espacial Hubble. La observación de supernovas muy distantes evidenció que millones de años en el pasado el Universo se expandía más lentamente que en la actualidad. Esta observación fue asombrosa para los físicos, pues hasta ese momento todo el mundo estaba convencido de que el Universo había estado reduciendo su velocidad de expansión debido a la gravedad (la fuerza gravitatoria de los cuerpos celestes, atrayéndose entre sí, se suponía que debía ir enlenteciendo el proceso expansivo del Universo). Las observaciones del Hubble dieron por tierra con estos supuestos y demostraron que, en realidad, la velocidad de expansión del Universo se ha ido incrementando.

      Esto resultó asombroso. Hasta ese momento, existía amplio consenso acerca de que la fuerza de gravedad de todos los cuerpos celestes era suficiente como para mantener al Universo cohesionado e ir reduciendo su velocidad de expansión.

      A partir de estas observaciones y muchas que les siguieron, se comprobó que la totalidad de la materia existente en todas las galaxias era absolutamente insuficiente para generar la fuerza gravitatoria necesaria para mantener al Universo cohesionado.

      Surgieron entonces nuevos interrogantes: ¿qué es lo que hace que el Universo se siga expandiendo y cada vez a mayor velocidad? Y, al mismo tiempo, ¿qué es lo que mantiene al Universo relativamente unido?

      Una de las respuestas más aceptadas hasta el momento a esta pregunta la constituye la formulación de la existencia de la materia y la energía oscuras. Según ésta, todo lo que conocemos del Universo (la llamada materia normal) ¡no es más que un 5 % de su constitución! El 95 % restante está conformado por materia y energía oscuras.

      Se denomina, entonces, materia oscura a una sustancia que existiría en el espacio, pero que es invisible para nosotros, y que es la responsable de mantener al Universo integrado. Mientras que la energía oscura consistiría en una suerte de fuerza repulsiva, antigravedad o presión negativa, cuyo efecto estaría empujando o expandiendo el CosmosVII.

      La similitud entre las cualidades atribuidas a estos misteriosos constituyentes del Universo con lo que yo había denominado como Trama Integradora y Movimiento Diferenciador me pareció evidente y asombrosa.

      En los próximos capítulos trataremos las consecuencias de estas observaciones en el ámbito del crecimiento personal y las relaciones humanas con mucho más detalle.

      4. EL UNIVERSO ES UNA CONFIGURACIÓN QUE CREA CONFIGURACIONES, TRANSFORMÁNDOSE PERMANENTEMENTE

      En íntima conexión con la cualidad orgánica y presuntamente consciente del Universo mencionada en el apartado anterior, veremos ahora que, en cuanto Flujo Primordial, el Cosmos no es una cosa sino una dinámica de materia-energía-información-consciencia. Esta dinámica se expresa adoptando formas que en un nivel subatómico no son en absoluto estáticas, no son precisamente cosas, sino configuraciones. Sólo ante nuestra mirada, estas configuraciones adoptan el aspecto de cosas sólidas. Veamos de dónde provienen estas afirmaciones.

      Los importantes cambios acaecidos en nuestra concepción de la realidad durante el siglo pasado encuentran en la física su máxima expresión a través de dos teorías fundamentales: la de la relatividad y la cuántica.

      La teoría de la relatividad vino a revolucionar nuestros conceptos en cuanto a la cantidad de dimensiones que conforman nuestro espacio, y a su relación con el tiempo. Hasta hace pocas décadas estábamos convencidos de vivir en un espacio de sólo tres dimensiones y separado del tiempo. En la actualidad, sabemos que el espacio es tretradimensional y que su relación con el tiempo es indisoluble. Ya no podemos hablar del tiempo y el espacio sino de lo temporoespacial.

      Otro aporte fundamental de la teoría de la relatividad consiste en la concepción de la materia que de ella se deriva. Obviamente, un cambio en la concepción de dos elementos esenciales como el espacio y el tiempo no podía dejar de influenciar toda nuestra descripción del mundo. De ahí el hecho de que uno de los descubrimientos más notables que le siguen es el de que la masa no es sino una forma de energía.

      De este modo, se ha dejado de considerar a la masa como una cosa tan sólida como antes la concebíamos. Las partículas no son otra cosa que energía, y la energía es dinámica, actividad, proceso; o sea, algo esencialmente distinto del mundo mecánico que veíamos en el siglo antepasado.

      Las partículas subatómicas son, entonces, formas dinámicas de carácter temporoespacial. Su lado espacial nos las muestra como manojos de energía que tienen el aspecto de cuerpos sólidos y hasta a veces estáticos; su aspecto temporal las evidencia como procesos dinámicos; pero ambos no constituyen sino una sola configuración tetradimensional en el espacio-tiempo.

      Estos descubrimientos de ninguna manera implican que las cosas sólidas no existen ni mucho menos que la física newtoniana es falsa. Lo cierto es que a un nivel macroscópico ésta sigue funcionando correctamente, pero no así a un nivel microscópico. Las cosas se componen de materia, la materia de átomos, los átomos de partículas y las partículas… de nada que podamos considerar materia sólida. Al microscopio sólo pueden observarse procesos, configuraciones dinámicas de energía en permanente cambio, nada que pueda tomarse con las manos. Una metáfora que puede ayudarnos a entender por qué percibimos las cosas como si fueran pura materia sólida, y no como energía vibratoria, es la de un ventilador con aspas. Cuando este artefacto está detenido, podemos introducir nuestra mano por los espacios que hay entre un aspa y la otra sin ningún inconveniente, sin embargo, al encenderlo, la velocidad del movimiento hace parecer que el espacio ya no existe y no podemos atravesarlo sin graves consecuencias para nuestra integridad física.

      Por cierto, constituye un enorme desafío intelectual dejar de imaginar las partículas cuánticas como “cosas” corrientes, sólo que muy pequeñitas. Incluso los físicos piensan en ellas como si fueran cosas muy diminutas, pero no porque en realidad las consideren así, sino simplemente para poder tratar con ellas de una manera más


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