Sunna Gua: Constataciones del alma. Paola Andrea Pérez Gil

Sunna Gua: Constataciones del alma - Paola Andrea Pérez Gil


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sus propios objetos y crea sus propios problemas. En algún momento se hacen tan profundos o llegan tan lejos que ya no son solucionables en el seno de la consciencia existente. No solo se hacen necesarios nuevos instrumentos, sino una nueva consciencia, una percepción cualitativamente diferente, más amplia, más elevada, profunda del mundo y de nuestra propia existencia. (Nelles, 2011, p. 28)

      Y para esta nueva consciencia y en estas extrañas épocas se ha olvidado que la palabra humano viene del latín “humanus compuesta de humus (tierra) y del sufijo -anus- equivalente a ano que indica procedencia o pertenencia” (Roulet, 2018). Ser humano no significa maravillosamente más que tierra, por lo mismo esa tarea de evolución espiritual que se constata también viene de la tierra, no de otro lado y siempre ha sido transculturalmente unidad ontológica hombre-tierra y más allá cosmogónica red de la vida como puente trascendente desde la materia hasta el espíritu como origen. Entonces, esta divinidad de lo humano es posible que, además de ser en trascendencia del dualismo antrópico cuerpo y alma, sea también en integración del complejo hombre, tierra y cosmos por integrar.

      Por ancestralidad desde la integración de la tierra a esta formulación psicocósmica del sí mismo en el ser es conveniente comprender que:

      Ya en el periodo de los upanishad, es decir aproximadamente en 1500 a. de C., se advirtió que la psique y el cosmos se encuentran inseparablemente interrelacionados. El universo es en última instancia el continuo psicocósmico. Separado de la psique, el universo es una incógnita. Separada del universo, la psique es una abstracción desarraigada. Esta profunda visión se cristalizó en la fórmula suprema de identidad: el sí mismo constituye una unidad con el ser… esto tiene una triple significación: “Yo soy el ser”, “El mundo es el ser” y “Tú eres eso”. (Tart, 1979, p. 12)

      En Chamanismo ancestral indígena, nuestro primer libro, se planteaba que lo alternativo era construir un puente de tradiciones de cultura y de relaciones de vida entre abuelos y nietos a través de los padres, que la fe, como gran fuerza de espíritu, hoy más urgente que nunca, era más que problema mesiánico y dogmático, un asunto de entrega y toma de la vida. De fondo, manifestación humana cimática vibracional como consciencia constante del aprendizaje almífico, cuando la parálisis y la rigidez aprieta lo que viene es temblor, como el dique en el río, cuando ella sede lo que viene es temblor, a través del temblor la tierra libera su energía, por eso permitir o sentir la manifestación de la emoción devela en temblor, ni bueno ni malo, energía que se transforma en la entrega.

      Entonces, la energía de la vida es vibrante, es potencia, como el planeta, es movimiento, como el universo es caótico movimiento de paradójica y desordenada tendencia ordenadora. De donde más sino del origen espirituoso y almífico, solo puede ser en esa integra complejidad. Al final, vivir pareciera reminiscencia, un caminar de totalidad a totalidad con la vida como aprendizaje de disociación, una prueba almífica de evolución y de afinación en la fe como fuerza de un espíritu que sabe desde siempre en las dimensiones de lo eterno (sin tiempo) y siempre orienta y crece; por eso, evolucionar, caminar sería la obra humana de la trascendencia, entendiendo lo humano como esa acción psíquista de ser espiritual. Wilber va a manifestar esta situación de la siguiente manera:

      La verdadera práctica espiritual no es una entre tantas otras actividades humanas, su fuente y su validación. Es un compromiso previo con la verdad trascendente, vivida, respirada, intuida y practicada durante las veinticuatro horas del día. Intuir lo que verdaderamente somos es comprometernos íntegramente en la realización de eso que verdaderamente somos en todos los seres, de acuerdo con el voto primordial. Por innumerables que sean los seres, hago voto de liberarlos; por incomparable que sea la verdad, hago voto de realizarla. Para quien sienta este profundo compromiso con la realización, el servicio, el sacrificio y la entrega, en todas las condiciones presentes y hasta el infinito mismo, la práctica espiritual será, naturalmente, el camino. Que esa persona reciba la gracia de encontrar en esta vida un maestro espiritual y de conocer la iluminación en el momento. (1989, p. 210)

      Pero, ¿cuál método de qué ciencia posibilita la comprensión de la certeza del alma y del espíritu de ser? Este cuestionamiento es aún más difícil en estos tiempos de imposición moderna y posmoderna; por eso, esta palabra que se presenta se propone como constatación del alma, lo que implica un camino de la certeza como saber científico de lo esencial y, claro, el interrogante que asoma en nuestro naturalizado cientificismo colonial es el de la inexistencia de lo real allende los márgenes de la materialidad empírica. Por esto, conviene aquí recordar que la constatación del alma, como experiencia espiritual, es una revelación directa propia de la unión del individuo con el espíritu, no es creencia mental, sino —se insiste— experiencia directa:

      […] el summum bonum mismo de la existencia, cuya realización directa proporciona una gran liberación, renacimiento, metanoia o iluminación al alma afortunada que la experimente, una unión que constituye el fundamento, el objetivo, la fuente y la salvación del mundo entero […] no fue tanto un conjunto de creencias dogmáticas o mitológicas como una serie de prácticas, prescripciones o modelos […] Fueron precisamente estas instrucciones las que permitieron que los discípulos reprodujeran las experiencias espirituales de sus maestros (abuelos indígenas), instrucciones y datos que fueron perfeccionándose en el curso de la subsiguiente experimentación del mundo interno (una experimentación que duro décadas e incluso en ocasiones, hasta siglos), generando métodos y datos cada vez más sofisticados para realizar observaciones más minuciosas. (Wilber, 2004, pp. 206-207)

      Lo evidenciado como método de lo constatado es en el andar de tierra y de alma por más de 15 años en las comunidades y territorios de la memoria ancestral, es el debate de la posibilidad, la vivencial y teórica, de un saber propio y en este mismo sentido, de una manera del conocimiento, si se quiere disciplinar o indisciplinadamente también científica de una psicología propia, fundamentada en raíz y en teluria (tierra), en nuestro origen terrícola americano, el cual no tiene ni necesaria ni ideológicamente que basarse en la traducción del ojo eurocéntrico de la realidad humana, sino que tiene en cuenta la vibrante fluidez argumentativa de nuestra historia, en un lenguaje espiritual práctico, místico y mítico que, en sentido fenoménico y trascendental, se devela como discurso de puenteos comunicativos integrales entre la razón y lo otro como razón y más allá de ella.

      Es evidente, decimos desde nuestro segundo libro, denominado El camino de Bochica, la ruta del sol, una cosmogonía de la psique, que en lo indígena existe una base de sabiduría y cosmogonía como filosofía ancestral capaz de sustentar una nueva alternativa como psicología ancestral indígena, situación que, a la vez, también resulta una práctica científica capaz de generar la teorética y reflexividad necesaria de una filosofía y sus ciencias. Cuenta y calidad


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