Confesor. José Alberto Callejo
caja grande. ¡Se ha movido sola! —dijo de nuevo Beltrán incrédulo.
—Chicos, daos prisa —bromeó Álvarez rompiendo todas las formalidades—. Beltrán se está poniendo nervioso. Dice que la caja grande se ha movido.
—Negativo —contestaron ambos con un ligero tono de ironía. El capitán Talavantes no contestó, en un intento por mantener las formas; no le gustaban las bromas en ese tipo de situaciones.
—Capitán, ¿puede revisar las imágenes? Estoy seguro de que la caja se ha movido —insistió Beltrán.
—Lo haremos —respondió el capitán un tanto condescendiente—, pero tranquilo, de momento la situación no parece grave.
Uno de los oficiales se conectó con el sistema de trasmisión de la cámara de Beltrán y rebobinó las imágenes hacía atrás.
—Daos prisa con el cálculo, por favor —pidió Beltrán un tanto nervioso—. El paquete podría explotar en cualquier momento. Acordaos lo rápida que fue la explosión anterior. Si tengo que desactivar el paquete prefiero hacerlo con tiempo.
—Ya casi está —respondió Núñez—. ¡Lo tenemos! Son cincuenta gramos aproximadamente.
—¡Joder, qué alivio! —Álvarez sabía que, aunque el paquete les explotara de frente, los trajes aguantarían sin problema la onda expansiva.
—Solo nos falta determinar qué tipo de detonador utiliza. Conecta el filtro de infrarrojos —pidió Talavantes.
—Entendido, capitán —obedeció Álvarez.
Este realizó el último reconocimiento con bastante tranquilidad. Ahora se movía con más confianza y rapidez.
—¿Qué coño es eso? —preguntó Álvarez asombrado al ver la imagen que aparecía en la pantalla—. Parecen pimientos. ¡Hay pimientos pequeños dentro de una bolsa!
—Eso parece —contestaron con asombro desde la sala de mandos.
—No veo ningún detonador, no hay cables ni conexiones. ¿Vosotros veis algo? —preguntó Álvarez.
—No. Tranquilos, estamos revisando las imágenes de cada espectro y no hay nada que pueda detonar la nitrocelulosa —les contestó Núñez, con tono de cierta tranquilidad.
—Qué raro —dijo Beltrán un poco desconcertado.
El capitán Talavantes y Núñez continuaban revisando las imágenes una por una. Mientras, el cabo Martínez estudiaba las grabaciones de la cámara de Beltrán y la del techo para verificar si la caja grande se había movido.
—Álvarez, Beltrán, tengo malas noticias —anunció Talavantes.
—¿Qué pasa, capitán? —preguntaron.
—La caja grande sí se ha movido, muy poco; lo hizo de forma regular, con un leve contorneo en su base. Beltrán tenía razón. No me gusta nada este asunto —sentenció el capitán.
Se hizo un silencio total. Las risas, el buen humor y la tranquilidad de minutos antes dieron paso al temor y la incertidumbre, en segundos. El silencio duró poco, les dio tiempo a los cinco a imaginar todo tipo de situaciones; desde una broma de mal gusto hasta lo peor…
—Señor —preguntó Beltrán—, ¿cree que la caja del escáner podría ser un señuelo y la bomba esté en la caja grande? Todo parece planeado para hacernos perder el tiempo.
—Efectivamente, eso pienso también yo. —El tono de Talavantes denotaba gran preocupación.
—¿Qué hacemos, capitán? —preguntó Álvarez. Durante unos segundos, que se hicieron eternos, todos esperaron las ordenes correspondientes.
Por primera vez Talavantes se sintió algo inseguro ante el giro que había dado la situación. Se llevó las manos a la cara y se frotó lentamente oprimiendo su rostro, tratando de encontrar una respuesta lógica. Sabía que la caja grande no podría entrar en el escáner, ni siquiera podría ser manipulada por el robot antiexplosivos. Y por el tamaño, tenía pinta de contener algo pesado y móvil. Si contuviera algún explosivo potente podría causar daños en un centenar de metros a la redonda; una verdadera tragedia, pensó Talavantes.
—Capitán, la caja se ha vuelto a mover. Esta vez sí lo he visto —les comunico Álvarez con tono de sorpresa.
—Afirmativo, lo hemos visto en la pantalla. Tenemos enfocada una cámara a la caja —respondió Núñez.
El tiempo parecía diluirse cada vez más deprisa. La situación era muy preocupante. Debían actuar con rapidez.
—Capitán, si la caja grande está llena de nitrocelulosa o de un explosivo binario, aunque sea menos potente, puede afectar a buena parte de los edificios de la zona —advirtió Beltrán.
—Lo sé, daré la orden para que procedan a evacuarla. Voy para allá; les daré instrucciones desde el helicóptero —respondió el capitán por primera vez con tono alarmante.
Llamó al coordinador de seguridad y dio la orden de evacuar todos los edificios que se ubicaran en el perímetro del recinto. También avisó por radio para que los recogiera un helicóptero en el patio del cuartel. Llegarían en menos de siete minutos. El tiempo apremiaba.
2 Explosivo plástico muy poderoso, utilizado con frecuencia en operaciones militares. Es pequeño, ligero y muy destructivo.
3 Los explosivos binarios funcionan combinando dos químicos líquidos que, por sí solos, son inofensivos pero que al mezclarse hacen que la sustancia resultante muy inestable y especialmente explosiva a cualquier movimiento brusco. Algo parecido a la nitroglicerina pero mucho más inestable y con más poder de destrucción.
6
Lunes 7 de septiembre
El confesionario
Antonio abrió los ojos lentamente sin saber por un momento dónde estaba. Todo era oscuridad. Entonces comenzó a sentir las mismas molestias en nariz, cuello y pecho. Por unos segundos llegó a pensar que estaba muerto, pero el tiempo y la penumbra le permitieron darse cuenta de que continuaba en el confesionario.
Aún tenía los tubos de plástico en su nariz. El terror que sintió al verse de nuevo en la misma situación se fue tornando poco a poco en alegría: no había muerto; le pareció que había pasado más tiempo que el de un simple desmayo.
La voz del Confesor surgió de nuevo al otro lado de la ventana translúcida del confesionario.
—Ave María Purísima…
Unos segundos más y de nuevo la pregunta:
—Ave María Purísima… ¿Antonio, estás despierto?
—¿Qué coño quieres ahora, cura de mierda? —balbuceó de nuevo con voz gangosa debido a los tubos de la nariz. Su tono era de agotamiento pero no bajó la guardia.
—Ya te lo he dicho, Antonio, quiero datos. Si me los das, tu suplicio acabará pronto. Todo depende de ti. La próxima vez será mucho más doloroso, créeme. Te voy a dejar solo unos minutos para que medites y decidas qué quieres hacer. Y por cierto, no te pongas tan gallito que te measte de miedo. Esta vez no seré tan clemente, el líquido tiene el doble de potencia. Además, he añadido un plus de dolor y ahora tal vez te cagues. Lo dicho: tienes unos minutos.
El reo se volvió a violentar, su instinto le hizo reflexionar sobre su situación: no había muerto, así que seguramente había sido un sistema de tortura químico. No notaba ninguna herida, ni sangre, ni secuela que le preocupara; solo un dolor terrible en el rostro y en la cabeza. Si continuaba allí era porque no había confesado nada. La advertencia de provocarle más dolor le preocupaba de verdad. La vez anterior había sido terriblemente doloroso y