Mujer, ¡apuéstale a la familia!. Lucía Legorreta

Mujer, ¡apuéstale a la familia! - Lucía Legorreta


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recuento de las llamadas, detalles y expresiones de amor.

       No se sienten a gusto consigo mismos y sufren, por lo que no se alimentan afectivamente

       Sienten una gran necesidad de ser queridos y valorados, pero en el fondo se privan del goce de la afectividad.

       Se enredan en relacionas conflictivas porque no se aceptan como son.

       Generalmente son personas celosas.

       No comprenden el hecho de que sus parejas sí gocen y acepten la vida.

      Las consecuencias son reales: casi todas sus relaciones sociales se ven afectadas; su autoestima y crecimiento espiritual se deterioran; presentan depresión y estrés y pierden la capacidad de apreciar la vida.

      La pareja perfecta no existe, pero el comportamiento de los anoréxicos se dirige siempre hacia la perfección.

      Si tú o tu pareja están viviendo esta situación deben de reconocer si el mecanismo de rechazo en el afecto es natural o aprendido; tomar los riesgos de dar y recibir afecto, y resaltar las cualidades y no las carencias.

      Si es necesario, soliciten asesoría psicológica profesional, ya que uno de los dos no disfruta el hecho de recibir todo lo bueno del otro.

      2. Lo que comunicamos sin hablar

      Los gestos, las posturas, las miradas, los tonos de voz y otros signos y señales no verbales constituyen un lenguaje complementario al de las palabras. Tan importante es aquello que decimos con palabras como aquello que mostramos sin hablar.

      Las investigaciones han demostrado que la comunicación no verbal tiene más influencia que las palabras en las reacciones que provocamos. Sin embargo, le prestamos poca o ninguna atención, ya que muchas de estas señales son inconscientes.

      Algunos de los gestos que se manifiestan en nuestro rostro:

       Elevar una ceja: señal de incredulidad, sospecha o desafío. Llevarla hacia arriba es un acto inconsciente de que lo que escuchas no te convence.

       Gesto de hartazgo: cuando los ojos giran hacia arriba dejando ver el blanco inferior.

       El gesto de frotarse los ojos es una señal de agotamiento debido al cansancio físico o mental.

       Sonrisa: expresa un auténtico estado de gozo o alegría, acompañado por la formación de arrugas alrededor de los ojos.

       Tristeza: las cejas se levantan en sus extremos y el labio inferior sube un poco.

       Cuando hay temor: las cejas se elevan rectas y tensas, los ojos se abren y surge una sonrisa antinatural que encubre el temor.

       Asco: se frunce la nariz, la contracción de los músculos arrastra las cejas hacia abajo y contrae los párpados.

       Al aparecer el enojo o la ira, las cejas se bajan en forma tensa, la mirada se focaliza y los ojos brillan con intensidad.

       Al experimentar sorpresa o emoción se elevan las cejas, los ojos se abren y los párpados están relajados.

      Las posturas también dicen mucho: tocar a las personas, generalmente en el antebrazo, denota un clima de cordialidad y entendimiento.

      La forma en que estamos sentados: inclinados hacia delante o recostados; con los brazos cruzados o libres, con las piernas derechas o sueltas.

      Al estar de pie: con una postura recta y de frente, o de lado y sin mirar a la persona; con las manos en los bolsillos o sueltas; asintiendo o ignorando al otro.

      El contacto visual es sumamente importante: mirar a los ojos en el momento del saludo o durante una conversación señala apertura, interés y buena disposición. Alguien que no te mira a los ojos cuando le estás hablando denota una falta de interés total.

      Las cualidades de la voz tienen una enorme influencia en nuestras reacciones emocionales y valoraciones. Voces ásperas, demasiado agudas o chillonas, y un volumen innecesariamente elevado pueden irritar. Un ritmo rápido muestra excitación; uno lento, tristeza o apatía.

      En las conversaciones entre la pareja las posturas y ademanes son muy importantes: la forma en que estamos sentados, los gestos de afirmación al escuchar, el movimiento de las manos, la mirada a los ojos, el movimiento de la cabeza. Todo cuenta para lograr que el diálogo sea empático y productivo.

      3. Los golpes emocionales también dañan

      El abuso emocional implica humillaciones, devaluaciones, tristeza, genera miedo a ser uno mismo, depresión e incapacidad de decidir.

      Te preguntarás, ¿qué es normal y qué no lo es?

      Es normal que durante los primeros meses o años, las parejas peleen por los acomodos que cada uno debe hacer en su propia vida para darle un lugar a la nueva relación.

      Es muy probable que los pleitos sean por celos. Otras veces, pelean por la vida social y cómo conjugar ahora la convivencia con los amigos previos de ambos. La familia de cada uno puede ocasionar algunas interferencias que terminen afectando el funcionamiento de la relación.

      Al avanzar, los conflictos que enfrentará la pareja se refieren específicamente a la forma de ser de cada uno. Los matrimonios pueden discutir por celos, acomodos o ajustes con su vida social o familiar, o simplemente por su forma de ser.

      Lo que no es normal es que la relación se torne violenta y se presenten agresiones verbales y/o físicas.

      No debemos confundir peleas con abuso emocional. Cuando las parejas no saben cómo resolver sus diferencias, pueden tomar un camino muy desafortunado: el abuso emocional.

      Con este, alguno de los dos toma el papel de victimario y trata de ejercer control en la víctima haciéndola sentir inferior, generando sentimientos de culpa, inseguridad y miedo.

      El victimario realiza acciones o dice cosas que humillan y provocan sentimientos de devaluación en la víctima, todo con la finalidad de salirse con la suya.

      ¿Cómo identificar el abuso emocional en tu pareja?

       Si te insulta cuando están enojados.

       Si no puedes expresar lo que piensas o sientes por temor a que se enoje.

       Sientes miedo de su reacción cuando se enoja contigo.

       Después de un pleito, terminas siendo culpable de todo.

      Estos son indicadores de abuso emocional y es importante que pidas ayuda para poder manejar la relación.

      Las consecuencias son graves, ya que surgen sentimientos de devaluación, tristeza, confusión. Aparece el miedo al rechazo o al abandono, depresión y una parálisis emocional que impide tomar decisiones.

      Puede incluso desarrollarse el llamado síndrome de Estocolmo de la violencia emocional, lo cual significa que se genera una lealtad con el agresor como una forma de sobrevivir a los ataques.

      Analiza tu relación y asegúrate de que no exista abuso emocional. Si lo hay, ubica en qué nivel te encuentras y probablemente necesites ayuda de un profesional que te oriente. Estas son algunas acciones que puedes llevar a cabo:

       Para empezar, no te acostumbres a esta situación. El abuso emocional nunca va a desaparecer; por el contrario, irá en aumento.

       Rompe con la creencia de que la víctima puede controlar el enojo de su pareja siendo complaciente.

       No compres el boleto de que la víctima es mala persona y que solo el agresor la conoce.

       No compares tu relación.

       Confía en que tu bienestar no


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