Mujer, ¡apuéstale a la familia!. Lucía Legorreta

Mujer, ¡apuéstale a la familia! - Lucía Legorreta


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vs. temor: la comunicación verdadera implica compromiso y riesgo, por lo que debemos sentirnos aceptados, respetados y amados. Que sea la confianza la que domine nuestra relación, y no el miedo a ser rechazados o traicionados.

      6 Espíritu de lucha vs. conformismo: la felicidad en el matrimonio no se da en forma automática, es el resultado de un proceso que implica esfuerzo y compromiso.

      7 Intimidad vs. terceros: cuidar mucho la relación y construir un nosotros evitando que terceras personas o circunstancias ajenas interfieran en la buena comunicación.

      Comparto contigo algunos consejos que pueden ayudarte a mejorar la comunicación con tu pareja:

       Escucha con atención al otro.

       Evita lo que pueda ofenderlo, agredirlo o violentarlo.

       Dile las cosas de tal forma que se sienta tomado en cuenta, respetado y amado.

       Comunica las propias ideas y sentimientos de manera natural, franca, voluntaria y libre.

       Di siempre la verdad, sin perder la calma y la prudencia.

       Toma en cuenta el tiempo y las circunstancias.

       Expresa lo que piensas, pero también piensa lo que dices.

       Haz solo las promesas que vas a poder cumplir, o mínimo aquellas por las que realizarás todo el esfuerzo posible.

       Aprende a pedir perdón: cuando hayas cometido un error o equivocación y, por supuesto, también perdona al otro.

       No generalices: todo, siempre, nada y nunca.

       En momentos de enojo, guarda la calma y aprende a esperar.

       Cuando la relación se enfríe o ambos se alejen, revisa qué es lo que los ha unido.

       Busca en el matrimonio momentos diferentes, que rompan con la rutina de todos los días.

       Aclara los hechos y palabras para evitar los malentendidos.

       Evita actitudes de superioridad que hagan sentir mal al otro, lastimándolo u ofendiéndolo.

       Cuida la comunicación no verbal: los ademanes y gestos dicen mucho más que las palabras.

       No juzgues.

      3. Saber discutir, el gran arte de la pareja

      En la vida diaria de una matrimonio es normal que existan diferencias, discusiones y hasta pleitos. Somos dos personas que hemos crecido y hemos sido educadas en diferentes familias; con temperamentos, psicologías y formas de ser que se unen y conviven diariamente.

      No debemos tenerle miedo a las discusiones o crisis, pero sí saber cómo solucionarlas.

      Es más sencillo solucionar un problema que dejar que se acumulen muchos. Y todos lo hemos vivido: una crisis bien resuelta, profundiza y fortalece la relación.

      ¿Cuáles son los temas por lo cuales discutimos más las parejas?

       Familias políticas: si alguno de ellos vive con nosotros, tiempo para visitarlos entre semana y fines de semana; qué tanto se meten en nuestras vidas.

       Dinero: cuánto hay, cómo se maneja, quién lo maneja.

       Trabajo de uno o de ambos: horarios, cómo se va a gastar lo que se gana; quién se encarga de la casa, de los hijos.

       Hijos: tipo de educación, horarios, responsabilidades.

       Fines de semana: actividades, descanso, qué hacer.

       Intimidad conyugal: cómo se siente cada uno.

       Desatenciones.

       Trato con otros hombres en el ámbito laboral.

       Amigos: estamos de acuerdo con los amigos de cada uno o no, amigos mutuos.

       Violencia verbal.

       Uso de TV y redes sociales: nos están alejando o no.

       Falta de apoyo en situaciones especiales.

       Vida diaria: orden, limpieza, puntualidad, hábitos, horarios.

      Las conversaciones de muchas parejas son como diálogos encapsulados, discos rayados con las mismas frases; no se llega a ningún lado hablando mucho si siempre se circula por los mismos sitios.

      Bien decía Confucio: «El hombre que ha cometido un error y no lo corrige, comete otro error mayor».

      Comparto contigo cinco errores habituales que podemos cometer las parejas y que describe Jenny Moix en la revista El País Semanal:

      Querer convencer al otro: le damos vueltas y vueltas para encontrar alguna salida y darle las conclusiones a las que hemos llegado.

      Razonar lógicamente: la lógica no siempre nos lleva por buen camino; no debemos olvidar que somos seres humanos con emociones y defectos. Acepta que nos podemos equivocar, y el otro también.

      Traer el pasado al presente: se dice que si los problemas con la pareja se pudieran medir, un tema problemático de cuatro centímetros terminaría midiendo dos kilómetros después de una discusión. Basta con empezar a sacar temas del pasado. Me decía un señor muy simpático: «Mi mujer ya no se pone histérica… se pone histórica, ¡se acuerda de todo!».

      Interpretar lo negativo: lo que marca una conversación no es lo que dice uno u otro, sino sobre todo cómo se interpreta. Si partimos de la premisa de que el otro quiere molestarnos, es absurdo el diálogo, nunca se logrará construir algo positivo.

      Esperar efectos instantáneos: no se trata de que los cambios tarden años, pero tampoco debemos pretender solucionarlos en una sola conversación.

      4. Todo tiene solución… si se quiere encontrar

      Los problemas y dificultades existen desde que aparecieron el hombre y la mujer sobre la tierra. Cuando dos o más personas conviven es normal que surjan conflictos ya que piensan de distinta manera, poseen necesidades y deseos diversos y algunas de esas necesidades y deseos no se acoplan.

      Los conflictos en el matrimonio no tienen que ser necesariamente malos o negativos: son, simplemente, una realidad en cualquier relación sana.

      Ante una situación problemática, tenemos tres opciones:

       Encerrarnos en nuestra postura y esperar que el otro lo resuelva o ceda, lo cual genera distanciamiento, actitudes negativas, enojo e incluso conflictos más serios que el original.

       Permanecer pasivos, ignorando la situación, lo cual, aunque parece una solución, solo acumula tensión que muy probablemente se manifestará en otros aspectos de la vida matrimonial.

       Esforzarse ambos por solucionarlos, con apertura y generosidad. Este esfuerzo generalmente no solo resuelve el conflicto, sino que fortalece la relación conyugal, pues supone la disposición para salir de sí mismo y abrirse al otro, lo cual significa crecer en la capacidad de amar.

      Un buen matrimonio no es el que menos problemas tiene, sino aquel que sabe solucionarlos, y un problema se resuelve cuando ambos colocan el matrimonio por encima del conflicto, proponen acciones concretas para solucionarlo y se comprometen a llevarlas a cabo.

      ¿Cómo hacer esto? Te propongo una técnica sencilla y práctica que puede ayudarte en la vida diaria con tu pareja.

      Busca el momento oportuno para dialogar: cuida el cuándo, cómo y dónde. Que ambos se encuentren dispuestos y tranquilos.

      Define previamente el problema: analizar cuál es verdaderamente el


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