Mujer, ¡apuéstale a la familia!. Lucía Legorreta

Mujer, ¡apuéstale a la familia! - Lucía Legorreta


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con tanta intensidad.

      Sin embargo, hace apenas treinta años la neurociencia del amor descubrió algo muy importante: enamoramiento y amor no son lo mismo.

      El amor es duradero, maduro, acepta errores. El enamoramiento es transitorio y no es que no acepte equivocaciones, simplemente no las ve.

      Cuando nos enamoramos, no vemos al otro en su totalidad: la persona observada funciona como una pantalla donde proyectamos aspectos idealizados de nosotros mismos.

      Nos dice Louann Brizendine, neuropsiquiatra y autora de los libros El cerebro femenino y El cerebro masculino:

      Enamorarse es una la de las conductas o estados cerebrales más irracionales que cabe imaginar tanto en hombres como en mujeres. El cerebro se vuelve «ilógico» en el umbral de un nuevo romance, ciego a las deficiencias del amante.

      Es un estado involuntario. Estar apasionadamente enamorado, o el llamado amor enajenado, forma un estado cerebral estudiado y documentado en la actualidad.

      Veamos qué pasa con nuestro cerebro cuando nos enamoramos, qué les sucede a nuestros hijos adolescentes cuando conocen a ese alguien que los vuelve locos.

      Esa suerte de amor convive en los circuitos cerebrales con estados de obsesión, manías, embriaguez, sed y hambre. No es una emoción, pero intensifica o disminuye otras emociones.

      Esta actividad cerebral febril funciona sobre hormonas y sustancias neuroquímicas como la dopamina, el estrógeno, la oxitocina y la testosterona.

      Aparecen dos reacciones: una estimulante, que concentra nuestra atención y nuestros sentimientos en esa persona produciendo una sensación de intenso placer y a la vez de relajación; y otra inhibitoria, descartando todas las características negativas, impidiendo apreciar los errores e incapacitando al observador para emitir juicios sobre la persona de la que está flechado.

      El enamoramiento produce un estado de excitación cerebral tan intenso que impide desarrollar cualquier otra actividad, por eso se ha de terminar. No se podría vivir en un estado de enamoramiento constante, el cuerpo no lo soportaría y nuestra responsabilidad social tampoco. Por eso necesitamos el amor.

      ¿Cuánto dura el «cerebro enamorado»? Los estudios sobre el amor apasionado muestran que dura de seis a ocho meses y, en algunos casos, hasta dos años.

      4. Violencia en el noviazgo

      Cuando un hombre y una mujer son novios, inmediatamente pensamos en una relación llena de amor, cariño, detalles y tranquilidad.

      Sin embargo, no siempre sucede así. Según la Organización Mundial de la Salud, tres de cada diez adolescentes denuncian haber vivido violencia en su noviazgo, y se sabe que muchas de las mujeres que son maltratadas en el matrimonio, lo fueron antes de casarse.

      En nuestro país, la Encuesta Nacional sobre Violencia en el Noviazgo realizada por el Instituto Mexicano de la Juventud (2007), revela que 76% de las parejas de entre 15 y 24 años de edad han padecido algún tipo de violencia.

      Durante esta edad se vive un amor idealizado que hace que tú como joven ignores o minimices estas conductas. Existen también ciertos estereotipos o costumbres machistas detrás de creencias como aceptar que «amar es sufrir» o que «el que bien te quiere, te hará llorar», que nos ilustran sobre este tipo de comportamientos aceptados socialmente.

      La violencia es todo acto de poder u omisión intencional, que se ejerce sobre una persona en los diferentes ámbitos de la sociedad y que daña su integridad.

      Sabemos que la violencia NO es un hecho natural, se aprende a través de la cultura, de las instituciones, de la influencia familiar, escolar, comunitaria o de los medios de comunicación social.

      Las actitudes violentas pueden ser:

       Físicas: empujones, arañazos, puntapiés, bofetadas, puñetazos, mordeduras, hasta estrangulamiento o agresiones con armas.

       Emocionales: hay insultos, gritos, amenazas, intimidaciones, castigos, sometimiento o chantajes.

       Sexuales: en donde la más frecuente es la llamada «violación por confianza» y sucede cuando uno de los miembros de la pareja, generalmente la mujer, es obligado a tener actividad sexual por el otro.

      Otros tipos de comportamientos que te indican que tu pareja está siendo violenta contigo son:

       Le gusta controlar lo que haces y te exige explicaciones.

       Revisa tus pertenencias: celular, mail, bolsa.

       Critica y quiere que cambies tu forma de vestir.

       Te hace sentir menos ante los demás.

       Es agradable con los demás e irrespetuoso contigo.

       Se enoja y deja de hablarte o te ignora por mucho tiempo.

       Te provoca miedo

       Se niega a hablar de los conflictos que tienen.

      Estas y otras situaciones son muy graves, y pueden llevarte a deprimirte, aislarte, a bajar tu rendimiento en la escuela, a padecer trastornos de sueño o alimentación; a caer en alguna adicción, embarazo no deseado o una baja autoestima.

      Si estás viviendo una situación como esta, o conoces a alguien que la vive, debes terminarla de inmediato.

      La violencia en el noviazgo es muy sutil y va creciendo poco a poco. Siempre estás a tiempo de tomar las decisiones necesarias como alejarte de esa persona y buscar ayuda profesional.

      En el amor verdadero existe respeto y se busca el bienestar y felicidad del otro.

      5. Vivir juntos: ¿es la solución?

      Es una realidad en nuestro país y alrededor del mundo que parejas jóvenes toman la decisión de vivir juntos, ya sea antes de casarse o sin la intención de hacerlo.

      En México, en las últimas décadas se ha triplicado el número de parejas que deciden vivir en unión libre. Hay quienes sostienen que la convivencia diaria hace que la pareja se conozca mejor, que hay que probar un tiempo para saber si son compatibles, que los papeles no son necesarios.

      ¿Crees que esto es recomendable?

      Existen numerosos estudios serios de universidades y centros de investigación que hablan de lo contrario. Muestran indicios confiables de que las parejas que deciden convivir en unión libre como anticipación o en reemplazo del matrimonio tienen una mayor probabilidad de separación que las parejas que decidieron casarse formalmente.

      Veamos el porqué de esta afirmación.

      La unión libre propicia la idea de tener libertad, sin compromisos, ataduras o responsabilidades. El matrimonio compromete, al menos moralmente con un papel firmado y una expectativa social, respecto al mantenimiento de la relación, a la intención de formar una familia y de consolidar un patrimonio dentro de un proyecto de vida juntos.

      La unión libre es el camino más fácil, casi siempre para el hombre, de proponer una relación en la que se disfruta de las comodidades de un matrimonio pero sin asumir sus responsabilidades.

      Es el resultado de no estar seguros, al menos uno de los dos, de que la otra persona es con quien quiere compartir el resto de la vida. Bajo esta inseguridad la relación puede romperse en cualquier momento: si el otro no va a dar todo de sí mismo, ¿por qué lo hago yo?

      Muchas veces las mujeres que aceptan la convivencia en unión libre lo hacen por el temor de que su relación se acabe si no aceptan esta opción cómoda y egoísta. Estoy convencida de que en una unión libre quien se ve más afectada es la mujer.

      Si la pareja realmente se ama, la unión libre


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