Mujer, ¡apuéstale a la familia!. Lucía Legorreta

Mujer, ¡apuéstale a la familia! - Lucía Legorreta


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de un matrimonio.

      Ante la afirmación de «El amor es lo importante, no los papeles», Tomás Melendo responde:

      El amor es lo importante, no hay que tenerle miedo a esta idea. No puede haber amor cabal sin mutua entrega, sin casarse. No es serio ni honrado probar a las personas como si se tratara de caballos o coches. A las personas se las respeta, se las venera, se las ama.

      Se ha comprobado que los divorcios son mucho más frecuentes entre quienes han convivido antes de contraer matrimonio. Entre los jóvenes, cuando empiezan a mantener relaciones sexuales, las actitudes cambian notablemente, empeoran: se tornan más posesivos, celosos e irritables.

      6. No te preocupes por «perder el tren»

      ¿Qué significa eso de perder el tren? Esa intensa y frustrante sensación de que ya es demasiado tarde para llevar a cabo algo que ansiamos, tarde para alcanzar ilusiones: «A mi edad ya no puedo hacerlo… ya estoy grande para casarme y tener hijos…».

      ¿Pero qué nos lleva a sentir que hemos «perdido el tren», que es demasiado tarde y nos frena a la hora de apostar por algo?

      Nuestras acciones y decisiones están condicionadas por nuestras creencias o modelos mentales. Algunas nos impulsan, otras nos limitan. Son juicios, opiniones muy arraigadas que se forman en el pasado, viven en el presente y condicionan nuestro futuro.

      Por ejemplo: «Hay que seguir la tradición familiar de ser médico», «hay que sufrir para tener éxito», o bien, «si no te has casado a los treinta, eres una quedada».

      Muchos de nuestros pensamientos personales son a su vez compartidos por una familia, una comunidad, grupo social o cultura determinada.

      Así, si pensamos que se nos ha pasado el tren «porque a mi edad no es correcto cambiar de trabajo, a mi edad ya debería de estar casada», debemos de cambiar por completo este esquema. Nuestras creencias tiñen nuestra percepción de las cosas, sí, pero no con tinta permanente. Y más en el tema del matrimonio: es un gravísimo error contraer matrimonio porque creemos que es la última oportunidad de hacerlo.

      Si no has encontrado al hombre con el cual quieres formar una familia, o bien, en tu proyecto de vida no está hacerlo, no tienes por qué dejarte llevar por las creencias y tomar una decisión de la cual puedes arrepentirte.

      Para comprender a qué me refiero, puede ayudarnos mucho

      la metáfora de la «rana hervida». Si metemos una rana en una olla con agua a temperatura ambiente, se sentirá probablemente en su salsa. Si hacemos el experimento de calentar el agua de la olla a fuego muy lento, la rana no se dará cuenta del cambio progresivo de temperatura. Morirá hervida sin percatarse. Pero si la rana siente el agua hirviendo, de inmediato salta. Así de importante es la visión del proceso.

      Cuando se tiene el síndrome de perder el tren, un cambio de enfoque es muy importante aunque a veces no sea fácil. Haz consciente esa creencia, decide si quieres continuar así o sustituirla por otra.

      Termino citando lo dicho por Viktor Frankl, padre de la logoterapia, al salir del campo de concentración: «Muchos de los prisioneros del campo de concentración creyeron que la oportunidad de vivir ya se les había pasado y, sin embargo, la realidad es que representó una oportunidad y un desafío: que o bien se puede convertir la experiencia en una victoria, la vida en un triunfo interno, o bien se puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar como hicieron la mayoría de los prisioneros».

      1. Termina la luna de miel… empieza la vida en común

      La boda es solo el inicio de una larga carrera que hemos decidido realizar juntos. Al conocernos, aceptarnos e ir madurando viviremos momentos felices, pero también tristes y difíciles que nos llevarán a alcanzar la meta de compartir juntos un proyecto de vida.

      Los expertos han definido varias etapas por las que pasan los esposos de acuerdo con la edad, la adaptación y el crecimiento de los hijos.

      Transición y adaptación temprana: de la luna de miel hasta los tres primeros años de casados. Ambos se adaptan al nuevo sistema de vida, en el que hay diferencias en la manera de ser, de comportarse, hábitos y costumbres propios.

      Puede haber desilusión por expectativas demasiado irreales. Se deben crear y definir límites con las familias de origen, la intimidad, gustos y preferencias. Establecer reglas en cuanto a dinero, tiempo de descanso, tareas del hogar, diversiones y amistades.

      Reafirmación como pareja y experiencia de la paternidad: ocurre entre los tres y ocho años de casados. La pareja debe reafirmar su compromiso y hablar de sus diferencias.

      La paternidad proporciona grandes satisfacciones, pero también presiones constantes y nuevas. Se puede cometer el error de centrarse demasiado en los hijos y descuidar a la pareja.

      Los límites están mejor definidos, ahora hay que ponerlos ante los hijos. Si la intimidad y comunicación han ido por buen camino, es una etapa de grandes satisfacciones.

      Diferenciación y realización: se encuentran entre los ocho y veinte años de casados. Es un periodo de estabilización y una oportunidad para lograr un mayor desarrollo y realización personal y como pareja, aunque puede también convertirse en época de conflicto si no han logrado vivir a fondo los dos aspectos anteriores.

      Deben trabajar para lograr actividades y metas comunes, evitar la rutina y no involucrar a los hijos en las decisiones y conflictos que son únicamente de los esposos.

      Estabilización: ocurre alrededor de los 45 y 55 años de edad y la pareja lleva entre veinte y 35 años de casados. Hay quien la llama la crisis de la edad madura, en la cual se reflexiona sobre las prioridades, se ajusta la escala de valores y se busca una mayor estabilidad de cada uno y como matrimonio.

      La partida de los hijos puede, en un momento dado, aumentar o disminuir la intimidad de la pareja.

      Enfrentamiento con vejez, soledad y muerte: empiezan las pérdidas de capacidades físicas e intelectuales, la jubilación, la soledad por la partida de los hijos y las muertes graduales de parientes y amigos.

      Cada miembro de la pareja necesita mucho del apoyo y cariño del otro. Los conflictos son menos frecuentes y no debe involucrarse excesivamente con las familias de sus hijos y con sus nietos. Hay quien asegura que puede ser la etapa de oro del matrimonio.

      Cada etapa del matrimonio tiene sus dificultades y satisfacciones. Lo importante es conocerlas, aceptarlas y vivir cada una de ellas plenamente.

      2. ¿Nos comunicamos o solo vivimos juntos?

      Vivimos juntos… comemos juntos… dormimos juntos… y ¡no nos comunicamos!

      Las parejas de hoy nos enfrentamos a diversos retos para lograr que nuestra comunicación sea efectiva; entre estos se encuentran:

      1 Escuchar vs. oír: es común confundir el oír con el escuchar. Escuchar implica prestar atención a lo que dice la otra persona, mostrar interés y hacer sentir al otro que es importante.

      2 Apertura vs. individualismo: mostrarse uno al otro con sus sentimientos, pensamientos, expectativas, temores y anhelos, dejar a un lado el egoísmo.

      3 Tiempo para los dos vs. activismo: buscar un tiempo a solas para dialogar sin interrupciones, analizar lo que están haciendo bien y lo que necesitan mejorar.

      4 Autenticidad vs. rutina: no quedarnos en una comunicación informativa, sino hablar desde nuestro


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