Dinero y felicidad. Alberto Tovar

Dinero y felicidad - Alberto Tovar


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      Es un hecho que una buena parte de las enfermedades están ligadas al estrés y éste a la falta de dinero o la preocupación por administrarlo de manera correcta.

      Entonces, el dinero como tal no da la felicidad, sino que te proporciona una base para estar tranquilo en lo que se denominaría salud financiera; esa relación entre el ingreso y cómo se distribuye entre los gastos para alcanzar los anhelos de vida.

      Por eso, las finanzas personales son más cálidas de lo que parecen, al tener que ver con proporcionar a la familia y a uno mismo la tranquilidad sobre la parte material de la vida.

      Las finanzas personales no representan algo frío, trascienden los conceptos de inversión o el dejar de gastar. Al contrario, tienen que ver con el disfrute de las posesiones. Y la palabra «disfrutar» viene del latín, compuesta de dis (separar) fructus (fruto). Es decir, significa «sacar la fruta» o «gozar del producto de algo».

      Esto tiene una connotación a tomar en cuenta, pues significa que primero es necesario sembrar (trabajar) y luego cosechar (ingresar) para luego disfrutar (gastar con los seres queridos).

      Claro, ese disfrute es una responsabilidad de largo plazo, que nos permita gozar lo alcanzado sin comprometer el futuro. Ése, es el verdadero reto de la administración personal.

      Estamos reconociendo, dentro de las finanzas personales, que el ser humano tiene deseos, gustos, preocupación por el futuro, sueños y aspiraciones.

      Hagamos una analogía matemática muy simple. Si pensamos que la felicidad es estar satisfecho con lo que se tiene, entonces:

       Felicidad = Satisfacción

      Ahora bien, la satisfacción aumenta o disminuye por dos componentes; lo que tenemos (posesiones) y el cumplimiento de nuestras aspiraciones (deseos).

       Cambio en el nivel de satisfacción = Posesiones – Deseos

      Meditemos sobre esto. Si los deseos o aspiraciones son menores a las posesiones, entonces la satisfacción se eleva y, por tanto, se tiende a ser feliz. Imaginemos a un niño de un pueblo rural que se encuentra muy contento al jugar con su resortera, mientras que en el área urbana otros niños están tristes porque no poseen la última versión de un juego digital.

      Quiere decir que la resortera o el juego digital no son los mecanismos para elevar la satisfacción, sino la sensación de ver cubierto un deseo con una determinada posesión. Para el niño del pueblo rural, la resortera fue suficiente y cumplió sus deseos, mientras que para el niño del área urbana sus posesiones son insuficientes para satisfacer sus aspiraciones.

      Por lo tanto, la satisfacción financiera se eleva en dos vías: aumentando las posesiones o reduciendo los deseos.

      En el caso de las posesiones, se aumentan en la medida en que se tengan mayores ingresos. En tanto, los deseos bajan si me conformo con lo que tengo.

      Si te das cuenta, el enfoque de las posesiones tiende a ser materialista y apoya la idea de hacerse rico, mientras que el de moderar los deseos puede tener una arista espiritual.

      Sin entrar al terreno religioso, que siempre será controversial, las grandes corrientes espirituales proponen el abandono de sí mismo y la humildad. Se infiere que quien se desprende de todo lo material en el mundo terrenal alcanza un alto grado de satisfacción y surge la «iluminación».

      Esta idea tiene mucho sentido, pues al estar ausente el deseo, cualquier posesión por muy mínima que sea es exagerada y suficiente.

      Hay dos extremos en la toma de decisión sobre el ahorro y el consumo; como si se tratara de una lucha. En una esquina están quienes, en la literatura académica, se les llama mercantilistas, personas que reciben un enorme placer en la acumulación del dinero y gastar les proporciona desagrado.

      Aún cuando la sociedad los estigmatiza como «marros» o «codos», estos mercantilistas están tranquilos y contentos de llevar así sus finanzas. Aquí se complica cuando están acompañados y la familia debe también acostumbrarse a este gasto mínimo.

      En el otro extremo del ring están los despilfarradores o consumistas, quienes siempre viven al día o incluso de prestado, con tal de mantener un nivel de gasto alto. Este otro extremo suele ser peligroso, pues tarde o temprano se convierte en una pesada carga y termina aniquilando cualquier posibilidad de consumo futuro. En este caso, la familia tiene dos etapas; la primera, en donde gozan las mieles del consumo y la otra, en donde sufren tremendamente las carencias.

      La propuesta es optar por un balance, en donde se tenga la constancia y responsabilidad del ahorro, pero también la capacidad de disfrutar lo que se tiene, sin el miedo de qué pasará mañana. Lo ideal es no caer en ninguno de los dos extremos.

      Esta idea es un concepto rector de este libro, pues las decisiones financieras siempre estarán vinculadas con las satisfacciones y rendimientos inmediatos (corto plazo) y los logros y ganancias futuras (largo plazo).

      Desde luego, hay un intercambio; si quiero disfrutar el recurso en el corto plazo implica dejarlo de utilizar para mañana. Asímismo, si decido gastarlo después debo de «sacrificar» el hacerlo ahora. Es lo que llaman nuestros vecinos del norte there is not free lunch any more… «no hay lonche gratis nunca más».

      Siento decir que las fórmulas mágicas son inexistentes y uno mismo debe encontrar ese balance interno que esté sustentado por un balance financiero. Generar mucho dinero no garantiza necesariamente la felicidad, como tampoco gastarlo.

      Hay muchos libros de realización personal con una oferta de fórmulas mágicas para alcanzar la riqueza y es válida su lectura en la medida en que son motivacionales, además de que algunas ideas son útiles para aplicarlas.

      Si bien tomar buenas decisiones en materia de inversión nos conduce a generar altos ingresos, cada quien alcanzará su propia definición de riqueza.

      La palabra «rico» se deriva del latín rich que significa poderoso y el poder es muy relativo, pues bien podemos estar pensando en el hombre con las mayores posesiones del mundo o sencillamente en el vecino que posee el carro último modelo.

      Te invito a que encuentres tu propia definición de riqueza, en donde el dinero sea una forma de alcanzar tus metas personales y familiares, en lugar de convertirse en un fin por sí mismo. Inclusive, podríamos pensar en conceptos profundos como la riqueza familiar, de salud o espiritual.

      Desde una perspectiva financiera es dirigirte hacia un concepto individual de felicidad, para alcanzar los objetivos que te has impuesto. Ten cuidado, porque puedes caer en la trampa de la avaricia, con una acumulación excesiva, en donde siempre se quiere más, para darse cuenta que se abandonaron los propósitos esenciales.

      Habría que diferenciar entre una aspiración legítima y la avaricia, que podría degenerar en un proceso de nunca estar conforme con las posesiones materiales. Una cosa es tener propósitos y otra muy diferente sentirse agobiado por las carencias.

      Todo el tiempo estamos tomando decisiones; ahora mismo estás decidiendo leer en lugar de estar haciendo algo más.

      Imposible escapar a las decisiones; desde que abrimos los ojos hay que elegir entre quedarnos cinco minutos más en cama o levantarnos para hacer nuestras labores diarias.

      En esencia, una decisión es un proceso mental que te hace tomar una acción o inacción en relación a un evento en particular. Ahí es donde radica nuestra inquietud: ¿cómo tomar las acciones correctas en materia de finanzas personales?; la respuesta a esta pregunta es lo que todos quisiéramos saber.

      De aquí se desprende una regla fundamental:

       «Para tomar decisiones es básico tener al menos dos opciones»


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