Dinero y felicidad. Alberto Tovar
Cuadro 1.6.
Cuadro 1.6. Toma de decisión: diagnóstico
El diagnóstico es la fase más importante de cualquier toma de decisiones y, particularmente, de las finanzas personales.
Es algo parecido a cuando te encuentras a un doctor en una reunión de amigos y sabiendo su especialidad, le comentas: «Fíjese doctor que tengo unos granitos en el brazo, ¿qué me tomaré?» Obvio decir que si se trata de un médico serio, te dirá que debes ir a su consultorio para observarlos y, si es necesario, hacerte análisis para diagnosticar adecuadamente el problema y, entonces sí, recomendarte una medicina.
En el terreno de las inversiones sucede algo similar, hay que hacer un diagnóstico que implica una serie de preguntas básicas, como las siguientes:
1. ¿Cuál es el monto? Para determinar si tiene oportunidad de tomar algunas alternativas en donde se requieren niveles altos de inversión como sería comprar acciones, o invertir en bienes raíces.
2. ¿Cuál es tu edad y situación familiar? Hay que determinar cuáles serán sus requerimientos futuros en cuanto a flujo como, por ejemplo, universidad o jubilación, para aconsejar debidamente sobre el plazo al que se deben depositar los recursos. Es diferente tener 65 años y sus hijos casados, a 40 años cuando se inicia la responsabilidad de mandar a sus hijos a la universidad.
3. ¿Es todo el dinero que tienes? Podemos determinar la relevancia que tiene este capital para la persona en cuestión. Es diferente una decisión cuando se poseen autos último modelo, casa con alberca, una jugosa cuenta en el banco y un trabajo bien remunerado a otra circunstancia en donde está iniciando su vida matrimonial, está pagando su casa y tiene un niño de 5 años.
4. ¿Cuáles son tus expectativas futuras? Las decisiones se toman en un contexto de percepción de lo que se cree pasará. Así, es valiosa una estimación de cuánto crees que serán tus ingresos y gastos en el tiempo.
5. ¿Cuál es tu disposición al riesgo? Independientemente de la riqueza hay a quienes les gusta jugar a la segura y no están dispuestos a exponerse. En este caso, las mejores opciones consideran un riesgo mínimo. En cambio, siempre hay alguien que está dispuesto a poner todo en la mesa con tal de tener la opción de contar con el mejor rendimiento.
Recordemos, el riesgo está asociado con mayor rendimiento; nunca se cobrará lo mismo por lavar la ventana del primer piso que la del último. Entonces el tomador de decisiones debe ser advertido que si quiere mayor rentabilidad, seguramente habrá de tomar riesgos. Es una máxima de los mercados.
Un aspecto del diagnóstico es identificar qué quiere el inversionista. Hay un viejo dicho: «¿Quieres saber cuál camino es el mejor? Entonces dime hacia dónde vas». Todos los cuestionamientos que se hagan en el diagnóstico revelarán cuál es la intención de la decisión y eso ayudará a eliminar o favorecer alternativas.
El siguiente paso, después de haber hecho el diagnóstico, es saber qué alternativas se tienen para tomar las decisiones (Cuadro 1.7.). Luego de conocer montos, utilidad y riesgos percibidos, se conoce qué posibilidades hay.
Cuadro 1.7. Toma de decisión: alternativas
En ese momento se analizan y diagnostican las alternativas. Por ejemplo, si tengo opción de entrar a un fondo de inversión o directamente al mercado de dinero porque tengo altos niveles de inversión que me lo permiten. O saber qué acciones en la Bolsa pueden dar ese rendimiento de largo plazo deseado; tal vez el bien raíz que tenga una alta plusvalía dentro de 20 años.
Es importante introducir un concepto primordial para la toma de decisiones: el costo de oportunidad, definido como el valor de la mejor alternativa a la cual se renuncia.
Esto quiere decir que cuando vas a decidir por algo, estrictamente renuncias a otra opción, aún cuando la desconozcas.
Por eso, para tomar decisiones es fundamental contar con más de una alternativa y, de ser posible muchas, para tender a la eficiencia y conocer mejor el costo de oportunidad, que surge de la comparación de todas tus posibilidades.
Te daré un ejemplo, imagina que te propongo un excelente negocio y te aseguro una ganancia sin riesgo de diez mil pesos mensuales, sin invertir ni un solo centavo; incluso, estoy dispuesto a ponerlo ante notario. Esta alternativa parecería excelente si se analiza por sí sola, pues el rendimiento está asegurado, sin un riesgo aparente.
Sin embargo, averiguando, te das cuenta que para emprender este negocio tendrías que dedicarle ocho horas diarias y perderías tu trabajo en el cual ganas veinte mil pesos. Entonces, el negocio ya no fue tan atractivo, ¿por qué?, debido al costo de oportunidad de la mejor alternativa a la cual renunciarías.
Entendiendo este concepto, te ahorrarás muchos dolores de cabeza en tus decisiones, pues desde ahora todas las alternativas tendrán que ser contrapuestas con otras para elegir la mejor.
Una advertencia: el costo de oportunidad es «real» y no una aspiración. Es decir, va más allá de lo que «yo creo que es» o en suposiciones personales de «lo que debe de ser». Por ejemplo, un error común cuando alguien pierde su trabajo, es darse cuenta después de un buen número de meses de búsqueda de no encontrar el salario pretendido, que su costo de oportunidad realmente es otro menor; en este caso lo conveniente es contratarse con el salario de mercado.
Otra situación común es cuando uno piensa que el costo de oportunidad de su casa tiene un determinado valor, cuando en realidad el mercado de bienes raíces dicta otro muy diferente a la baja.
Por lo tanto, una máxima es que el costo de oportunidad lo fija el mercado.
El corto y largo plazo juegan también un papel trascendente en el concepto de costo de oportunidad, pues muchas opciones están relacionadas con rentabilidad en el tiempo.
Un ejemplo muy claro en este sentido es la decisión de estudiar una carrera o un posgrado; si se compara con los costos de oportunidad de corto plazo podría parecer una mala opción, pues en lugar de estar gastando recursos y tiempo se ganaría dinero realizando cualquier actividad lucrativa.
Sin embargo, la idea de estudiar trae consigo la expectativa de que en el largo plazo el rendimiento será mucho mayor que si lo dejo de hacer y realizo una actividad de inferior productividad.
No todo es económico y se trata de dinero; los costos de oportunidad tienen también un carácter emocional, psicológico, afectivo, espiritual, religioso, etcétera.
Por ejemplo, si te ofrezco un trabajo al otro lado del mundo, con un salario cinco veces superior al actual suena muy atractivo, pero si agrego que el costo de oportunidad es dejar de ver a tu familia, con la cual tienes dos hijos pequeños, por cinco años, sin estar con ellos ni siquiera en vacaciones, ¿tomarías la alternativa?, ¿no?, y si te ofrezco diez veces tu salario actual, ¿aceptas?
Si te das cuenta, es una decisión difícil porque implica una cantidad cuantiosa de dinero que bien sería útil para garantizar el futuro de tu familia en el largo plazo, pero implica un costo muy alto para la formación de tus hijos y desconoces las consecuencias que acarreará con la relación de tu pareja. En el peor de los casos, estarías formando un patrimonio para una familia que tal vez perderás, ¿tomas la alternativa?
En este caso, el costo de oportunidad está lejos de ser monetario y se convierte en afectivo. La decisión estará en función de las circunstancias en que se encuentre la familia y de las mismas preferencias de los padres. Todos los costos habrán de ponerse en la balanza para alcanzar una decisión eficiente.
Ya que se tienen todas las alternativas, le sigue el turno a los escenarios de cada una en el