Las llaves de Lucy. José Luis Domínguez

Las llaves de Lucy - José Luis Domínguez


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y otros destinos. Se los conocía como crujías. Originalmente fueron 7, pero, en el año 1910 y posteriores, se amplió a 13, llegando a una superficie cubierta superior a los 25.000 metros cuadrados. Entre medio de cada crujía, se desarrollan los patios donde se asignan a los reos, según su peligrosidad». Lo saludé y le agradecí la historia y sus ponderaciones hacia nosotros. Ese chavo sabía mucho.

      La mañana pasó rápido. Nuevamente, a las 12:00 horas nos llamaron para salir de la obra y 12:10 teníamos que estar en el patio, formados en cuadrícula, para el control y aprobación del censo respectivo.

      —Todo ok —gritó el guardia de turno.

      —Caballeros, rompan fila, pueden pasar al comedor y celebrar su merecido almuerzo.

      Cuando nos ordenamos en fila india, el jefe nos hizo esperar a un costado de la puerta del comedor, para dejar que el resto de los reos de la prisión ingresasen primero.

      Minutos después, nos permitieron entrar y seguimos al jefe Rosty que nos guiaba a una sala separada del comedor. Nos hicieron sentar en unas sillas y mesas dispuestas solo para nosotros. Recién nos estábamos ubicando y hablando entre nosotros, intentando descubrir de qué se trataba todo esto de estar aislados del resto, cuando el Capitán ingresó al lugar y cerró la puerta.

      —Caballeros, esto es lo que les anticipé esta mañana. A partir de hoy, ustedes almorzarán en este comedor ambientado para la ocasión y, aprovechando la buena idea que han tenido con la sigla que se han puesto, le asignaremos el nombre de “Comedor GOB-30”.

      No sé por qué, pero todos aplaudimos respetuosamente.

      —Señores, ninguna persona ajena al GOB-30 podrá instalarse aquí. No se aceptarán invitados. Esto es un premio solo para ustedes, por haber aceptado colaborar con esta obra y por “sudar” duro. Toda la comunidad carcelaria, en su conjunto, se verá favorecida con este nuevo edificio, gracias al esfuerzo de ustedes.

      »Por las positivas consideraciones que ha vertido de ustedes el arquitecto Pucci, le hemos dispuesto un almuerzo diferenciado al resto de sus colegas del presidio —prosiguió el Capitán.

      Aplausos nuevamente y tibios “bravo”, con murmullos y risitas incluidas.

      —Podrán degustar platillos abundantes y variados. Y elegir para cada día una variedad de postres que habitualmente están reservados para uso exclusivo de la dirección y administración del “Palacio Negro”, como lo han apodado ustedes.

      »Les pido, en lo posible, que sean discretos con este beneficio especial de la comida en sus almuerzos, para evitar celos con el resto de sus colegas. Caballeros, este almuerzo “VIP”, por calificarlo de cierta forma, continuará durante los tres meses que estimamos demandará la obra. Demás está decir que este ámbito debe ser cuidado tanto en lo material, como en el desenvolvimiento de cada uno de ustedes. Aquí deben respetar el reglamento, como en cualquier lugar del Palacio. Recuerden que continúan en el presidio, por si se les olvidó. ¿Lo captan, caballeros? Y les advierto: cualquier queja, comentario negativo o un comportamiento fuera de lo normal que nos mencione el arquitecto, su personal o el jefe Rosty, el almuerzo VIP, señores, “será cancelado”. ¿Han entendido?

      —Sí, Capitán —dijimos los treinta a coro. O casi todos.

      —Y aún más: un desliz que cometa uno de ustedes, lo pagarán todos. A buen entendedor… Amén.

      »Caballeros, que disfruten su almuerzo. Buenas tardes.

      Vimos que el Capitán y el jefe Rosty se retiraban. Entonces, nosotros comenzamos a cuchichear, a comentar las buenas noticias y beneficios que nos habían dado. El Capitán, estaba cumpliendo con su promesa. Si bien debíamos batallar rudo, solo demandaría tres meses, o tal vez algunas semanas adicionales, pero, teniendo en cuenta que el día se nos pasaba entretenido, sumado a esta nueva comida que nos prometieron, bien valía el esfuerzo. Ver para creer. En los próximos días lo sabríamos.

      —¿Y? ¿Qué te dije, Charly? ¿Mi contacto estaba bien informado o no? Ya vez que nos están dando alicientes para gratificar nuestro trabajo gratis. ¡Al menos nos llenamos mejor la panza!

      —Bueno, Jalisco, no te agrandes. Valoro tus contactos, pero tuvimos suerte también. Y para que veas que aprecio tu sugerencia, y hasta que me hayas convencido de que aceptara esta faena, te regalaré mi postre: lo comerás durante tres días, ¿eh, chavo? ¡Solo por tres días, güey! ¡Gratis!

      —¡Muy bien...! ¡Gracias Charly! Eres una persona de palabra.

      En ese momento, ingresaban varios meseros con carros y bandejas para distribuir los platos principales y los refrescos. Esto último era todo un lujo que el Capitán ni había mencionado. Nos servían como si estuviéramos almorzando en un restaurante de cinco estrellas y no en el comedor de la cárcel más jodida del país.

      Los días fueron pasando, con idéntica rutina, al igual que los almuerzos que continuaron con la calidad y abundancia prometidas. El “GOB-30” prolongaba el trabajo en la obra y nos juramos cuidarnos entre todos porque, si cualquiera de nosotros se “saltaba” de las vías, perderíamos de manera instantánea los privilegios que habíamos conseguido.

      A partir de la cuarta semana de trabajo, todos los viernes por la noche nos prometieron un nuevo beneficio: nos ofrecerían para el GOB-30 una cena VIP en el comedor Chicharito. El Capitán estaba muy conforme con nuestras tareas y la obra avanzaba a buen ritmo, según los plazos establecidos.

      Nos enteramos que el arquitecto Pucci nuevamente había hablado muy bien de nosotros y, por ende, el Capitán nos obsequió un beneficio adicional. Todo el grupo se notaba feliz en ese aspecto.

      Un día, mientras transcurría el almuerzo, se presentó por sorpresa el director.

      —Caballeros, hoy se cumplen treinta días desde que iniciamos este proyecto, que en definitiva redundará en beneficio de ustedes y de sus colegas del presidio —seguía dando su discurso el Capitán, como si estuviera en acto de campaña—. Las noticias que me llegan es que vamos muy bien con el plan de tareas y ustedes, con su aporte, son los responsables de haber logrado el objetivo.

      »Para que evalúen que el Presidio reconoce vuestras labores, se habrán dado cuenta que el viernes pasado les hemos concedido una nueva compensación, tanto por su buen desempeño como por la normativa y comportamiento de todos ustedes. Por ese motivo, les vamos a conceder otro premio especial —se oyeron chiflidos y palmas de todos nosotros que nos animábamos a expresarnos con mayor libertad.

      —¡Gracias, Capitán! —respondieron varios cuates.

      —Caballeros, caballeros, por favor, que esto no es una fiesta de cumpleaños. Como les decía, a partir del próximo sábado por la noche, y únicamente los sábados, montaremos aquí un proyector para que ustedes vean una película de cine estrenada el último año, igual que las que pasan en la ciudad por estos días —nuevamente hurras y festejos—. Caballeros, por favor, mantengan el orden. Les vuelvo a refrescar que las reglas aquí son de acero. Cuando uno de ustedes sea sorprendido en falta, “Sanseacabó”. ¿Lo conocen a ese Santo?

      —Sí, sí —dijeron la mayoría riéndose— Lo que les dije no es broma. A buen entendedor, pocas palabas. ¡Salud! —dijo alzando una copa—.Continúen con su almuerzo.

      —Viste, Charly, ahora nos pondrán un cine. Solo nos faltarían unas botanas con un par de cervezas bien heladas, ¿no?

      —No es mala idea Jalisco. La próxima vez, le podremos tirar la idea al jefe Rosty, para que lo convenza al Capitán.

      Los días y las semanas transcurrieron con normalidad. El Capitán fue cumpliendo con todo lo que nos prometió. Teníamos nuestro almuerzo, cenas VIP los viernes y cine los sábados. En ese aspecto, no podíamos quejarnos de nada.

      ***

      “Palacio Negro” de Lecumberri.

      Jueves 19 de mayo de 2011.

      A dos meses del inicio de la remodelación de la Biblioteca.

      Aquella mañana


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