Camilo, señor de la vanguardia. William Gálvez
que este modesto trabajo puede dar respuesta a esa pregunta. En las páginas de este libro intentamos reflejar cómo, a pesar de su fugaz vida revolucionaria, este humilde hijo del pueblo alcanza en su pensamiento y en su acción, el desarrollo político e ideológico más profundo y completo. La intensa vida revolucionaria de Camilo –que solo en pocos años se coloca a la vanguardia de nuestro pueblo–, experimenta un acelerado proceso de maduración cuando la muerte súbita la troncha prematuramente –a los 27 años de edad–, en el mismo momento en que la Revolución inicia la dura y decisiva batalla frontal contra el imperialismo yanqui y la contrarrevolución interna.
Ese proceso queda trunco en el instante en que ya el héroe de la Invasión, el guerrillero invicto y audaz, alcanza también la talla de dirigente revolucionario íntegro y experimentado, entregado con todas sus fuerzas a la aplicación de la política de la Revolución y en defensa del pueblo. Pero ni siquiera la estatura alcanzada por Camilo en el fatal momento de su desaparición, podría servirnos para trazar una medida completa acerca de su trascendencia e influencia en nuestro proceso revolucionario. Él es aun mucho más que eso. No olvidemos a Fidel cuando dice: “Camilo seguirá viviendo en hombres como él, y en hombres que se inspiren en él”. No olvidemos que el Che señala que “la vida de hombres como Camilo tienen su más allá en el pueblo; no acaban mientras este no lo ordene”.
Por eso, aunque muere cuando todo en realidad estaba aún por hacer, Camilo es, y será siempre, para nuestro pueblo ese difícil modelo de lo máximo que puede dar un hombre entregado a la causa de la Revolución, y que se define en una sola palabra: VANGUARDIA.
He aquí, precisamente, las palabras pronunciadas por Fidel –cuando nuestro Partido comienza a dar los primeros pasos en su organización–, hace ya más de una década:
Durante los años de lucha en las montañas, nosotros siempre nos preocupábamos mucho por nuestra vanguardia, porque tenía tareas muy especiales y muy importantes: era la primera unidad en chocar con el enemigo si se emboscaba en los caminos, cuidar la ruta, montar guardia permanentemente. ¡Y allí, en el pelotón de la vanguardia de nuestra Columna estaba Camilo! ¡Eso es el Partido: la Vanguardia!5
Camilo, es cierto, no tiene la cultura de los libros, sino la inteligencia natural del pueblo. Durante su formación más temprana –no obstante forjarse en parte en un hogar donde se alentaban con gran fuerza las ideas de la justicia social, la solidaridad internacionalista, el patriotismo y el repudio al fascismo y a toda forma de tiranía–, no parece haber estudiado o leído la literatura marxista. Posee, claro está, el denominador común que caracteriza a la generación revolucionaria que se lanza a la lucha en los tiempos del Moncada y en los años siguientes: una apasionada identificación con las ideas martianas, un ansia irreductible por alcanzar para Cuba el sueño de una plena soberanía, el amor a la fraternidad humana, a la dignidad y a la honestidad de los hombres; dignidad y honestidad pública que ha trazado, maravillosa y estupendamente el Maestro.6
Camilo lleva a la lucha el instinto revolucionario de su hogar obrero, el amor a la causa de los humildes y explotados, la más absoluta pureza de ideales y el repudio hacia la explotación y la dominación imperialistas, los cuales no solo sufrió en carne propia como trabajador en Cuba –donde llegado el momento supo estrechar filas con los que estaban dispuestos a todo–, sino también como emigrado forzoso en Estados Unidos.
Camilo es fiel a su origen de clase. Nace en una de las épocas más convulsas de la historia republicana de nuestro país. Su nacimiento ocurre en una década (1925-1935) decisiva para la toma de conciencia de todo el pueblo –y en especial del proletariado cubano–, en cuanto a la necesidad insoslayable de liberar a Cuba de la férrea dependencia neocolonial a que Estados Unidos sometía a la isla. Recordemos la fundación del primer Partido Comunista y de la Confederación Nacional Obrera de Cuba (CNOC) en 1925, dos hechos ejemplificadores.
El Partido Comunista de Cuba, fundado por Carlos Baliño y Julio Antonio Mella entre otros, hace su aparición como organización de vanguardia paralelamente a las luchas libradas por el movimiento obrero cubano, los estimulantes ecos liberadores de la Gran Revolución de Octubre, las batallas de nuestros campesinos y la participación militante de la mujer en la vida de la nación. El resultado de todas estas fuerzas se conjuga en un solo fin: desplazar las ideas anarquistas, tomar el marxismo-leninismo como ideología, y llevar adelante la lucha de clases como estrategia para alcanzar el poder.
La Confederación Nacional Obrera de Cuba es la encargada de organizar y unificar a todo el proletariado bajo la dirección del Partido. También, en 1925, se produce un hecho negativamente significativo: el ascenso al poder de Gerardo Machado que se convierte en el gobernante de turno, servil a la nefasta política yanqui, cuyo período presidencial sirve para implantar la sangrienta dictadura de esta etapa republicana, que agudiza la lucha clasista hasta su clímax.
En aquellos primeros años del movimiento comunista cubano, sobresalen figuras excepcionales como Julio A. Mella y Rubén Martínez Villena. Mella, fundador de la Liga Antiimperialista, la Universidad Popular “José Martí” y el Partido Comunista, protagonista de innumerables manifestaciones a favor de la clase obrera y en contra de la dominación extranjera en nuestro país, muere asesinado en la ciudad de México por un esbirro a las órdenes del dictador Machado. Martínez Villena, militante del Partido Comunista, es un hombre de fuego, de temple maravilloso, levantado sobre una estructura endeble, minada por la tuberculosis, que en 1934 apaga aquella llama. De aquellos años, también emergen otros hombres con posiciones progresistas y antiimperialistas que lucharon contra la ferocidad de la tiranía machadista y primera etapa batistiana, donde muchos entregan sus vidas, siendo Antonio Guiteras el máximo ejemplo, muerto en desigual combate contra fuerzas tiránicas el 8 de mayo de 1935.
Mella, Martínez Villena y Guiteras son, con el correr del tiempo, ejemplos vivos para los hombres que hacen la definitiva Revolución Cubana.
Como todo joven que se inicia en la lucha revolucionaria, Camilo lee y admira desde temprano los poemas de José Martí, Bonifacio Byrne, Martínez Villena: Sainete póstumo y Hexaedro rosa, primero; después, su Mensaje lírico civil. También lee a García Lorca, Nicolás Guillén y otros autores.
La infancia de Camilo transcurre en medio de la dramática confrontación planteada entre una fuerza revolucionaria emergente –de cuya radicalidad dejaron firmes evidencias las actitudes excepcionales de tres antiimperialistas convencidos, Mella, Villena y Guiteras–, y las tradicionales relaciones de opresión entre la metrópoli estadounidense y sus dependencias neocoloniales del Caribe y el resto de América Latina.
En Cuba, esos años de lucha popular cuestan a la nación la vida de muchos de sus mejores hijos. La llamada Revolución del 30 recibe su puntillazo con el asesinato de Antonio Guiteras, figura relevante del movimiento antiimperialista y ministro de Gobernación durante el Gobierno de los Cien Días (septiembre de 1933 a enero de 1934), a cuya cabeza figura el demagogo y ladrón del presupuesto nacional Ramón Grau San Martín.
La falta de unidad, característica esencial en las primeras etapas de la lucha revolucionaria de nuestro pueblo, vuelve a ser la causa del mal en 1935, cuando la huelga general de marzo es aplastada violentamente y se desata una ola de terror desenfrenado contra el movimiento obrero, a pesar de las heroicas batallas de los trabajadores y de las demás fuerzas democráticas y antiimperialistas.
En el vasto campo de la confrontación ideológica a nivel mundial, el movimiento revolucionario concentra su atención, por aquel entonces, en la lucha antifascista. En 1936, estalla la Guerra Civil en España como consecuencia de la sublevación de los enemigos de la República, que encabezan un levantamiento reaccionario apoyado por Hitler y Mussolini. Para conjurar tal peligro, se movilizan las Brigadas Internacionales, que en España escribieron una de las más hermosas páginas en la historia del internacionalismo proletario. Cerca de mil cubanos pelean junto a los españoles contra el fascismo. Muchos, como Pablo de la Torriente Brau, caen en defensa de aquella causa.
La etapa de pseudorepública neocolonial que vive Camilo, se caracteriza por el atraso económico, el monocultivo, el desempleo crónico, la discriminación racial, el analfabetismo, la descomposición moral, la corrupción política y administrativa y la secuencia de gobiernos antidemocráticos