Camilo, señor de la vanguardia. William Gálvez

Camilo, señor de la vanguardia - William Gálvez


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política de amplia unidad en la lucha contra la tiranía, trazada por Fidel, tiene en el héroe de la Invasión uno de sus artífices más diestros, firmes y hábiles.

      En los meses que siguieron a la victoria del 1° de enero, frente a las maniobras confusionistas y divisionistas atizadas por la reacción interna y el imperialismo, la lucha de Camilo por la unidad alcanza su momento más combativo y elevado. He aquí, por ejemplo, las palabras que dirige al pueblo de Caibarién, en uno de los actos de apoyo a la Reforma Agraria, celebrado en 1959:

      Y en Sagua la Grande, en un acto ante la tumba de los combatientes caídos el 9 de abril, es este su ardiente llamamiento a todos los presentes:

      ... pedimos que en silencio, como hacen los hombres y mujeres de honor, juremos en silencio que nada ni nadie nos dividirá, que nada ni nadie detendrá la Revolución y que todos preferiremos mil veces caer muertos antes que rendirnos al enemigo o antes que la Revolución se detenga.

      La histórica frase de Camilo: “El Ejército Rebelde es el pueblo uniformado”, resulta cita obligada al hablar de otro rasgo esencial de su pensamiento político y revolucionario: la defensa consecuente del principio clasista y popular de las fuerzas armadas de la Revolución. Frente a los reaccionarios solapados, que encubiertos en un mal disimulado “civilismo” pretenden sustraer de los problemas políticos al Ejército Rebelde y a sus jefes, la respuesta de Camilo es rotunda y concluyente:

      Camilo, además, es un firme propulsor de la idea de armar a todo el pueblo trabajador, organizándolo en milicias, a fin de que pueda defender su Revolución. Estas son, al respecto, sus palabras en Camagüey:

      El pensamiento y la actitud internacionalista de Camilo, otra faceta excepcional en su condición de revolucionario íntegro, se proyectan con gran vigor al valorar el papel latinoamericanista y liberador de la Revolución Cubana en este continente, en la solidaridad hacia todos los pueblos que enfrentan la lucha contra tiranías sangrientas, como las de Trujillo en Santo Domingo y Somoza en Nicaragua. Ya lo dice, aun antes de la guerra, refiriéndose a los patriotas que combaten en otros países de América Latina: “... esos que luchan, no importa dónde, son nuestros hermanos”.

      Y en los primeros días que siguen a la victoria del 1° de enero, expresa:

      El ideal de unidad latinoamericana aparece fuertemente subrayado por Camilo en estas declaraciones, formuladas en una entrevista al corresponsal de una revista mexicana, a mediados de 1959:

      Hay una foto que se convierte en histórica y, con justicia, en símbolo del triunfo de nuestra Revolución, tomada el 8 de enero de 1959, al cabo de seis años de la dura lucha que se inicia en el Moncada, se continúa en la cárcel, en el exilio, en la expedición libertadora del Granma y, finalmente, culmina tras 25 meses de heroica guerra revolucionaria: Fidel entra victorioso en La Habana; el pueblo lo aclama con desbordada manifestación de júbilo, a su lado, ametralladora en mano, montando guardia junto al Jefe de la Revolución, como en los primeros y azarosos días de la Sierra Maestra, va Camilo.

      Puede decirse que esta foto es también como un símbolo del cariño entrañable, la devoción fraterna y la lealtad infinita de Camilo hacia Fidel, que nuestro Comandante en Jefe reciproca a su vez con el afecto y la confianza más absolutos. Esos sentimientos de completa identidad de criterios y de hermandad revolucionaria entre Fidel y los principales luchadores de nuestra Revolución –como ocurre de manera singular en el caso de Camilo–, van mucho más allá de una simple y hermosa expresión de afinidad y compañerismo, para convertirse en un hecho de extraordinaria importancia política e ideológica. Ellos son exponentes de la unidad indestructible del núcleo dirigente de la Revolución Cubana, cimentada en la comunidad de ideales y en el acatamiento de la Jefatura y la guía esclarecida de Fidel,

      Camilo [dice el Che] era un devoto de la lealtad que la usaba en dos grandes líneas con el mismo resultado; tan devoto de la lealtad personal hacia Fidel que encarnaba como nadie y era devoto de la voluntad del pueblo; pueblo y Fidel marchan unidos y así marchaban unidas las devociones de Camilo.

      Estos sentimientos definen, del modo más claro y preciso, el pensamiento político y revolucionario de Camilo. En aquellos momentos, cuando la Revolución no ha llegado aún a sus últimas definiciones ideológicas, cuando la unidad de todos los revolucionarios y de las masas es más urgente y necesaria que nunca, de la que depende en gran medida la supervivencia misma del poder popular, la lealtad sin límites profesada hacia Fidel y el pueblo, la pureza sin manchas de sus ideales y su conducta revolucionaria, su desinterés absoluto en el servicio de la causa, su enorme autoridad política y su prestigio, son factores de un extraordinario valor para hacer prevalecer los principios en todas las circunstancias y para llevar adelante la línea de amplia unidad revolucionaria que traza el Jefe de nuestra Revolución, opuesta a todo género de sectarismo y divisionismo.

      Más que cualquier otro tipo de proclamación teórica o doctrinaria, esta ejemplar e invariable actitud del inolvidable Comandante del Pueblo, al lado de Fidel y de la Revolución, constituye por sí misma la mejor y más radical definición ideológica que cabe esperar entonces de un revolucionario.

      Para finalizar, a modo de resumen, quisiéramos agregar que la medida del desarrollo político y revolucionario alcanzado por compañeros que, como Camilo, desaparecen prematuramente durante la lucha insurreccional o en los primeros tiempos de la Revolución en el poder, debe ser abordada con un criterio profundamente dialéctico, con el más estricto rigor histórico, evitando, sobre todo, el error de una deformación esquemática, tanto por defecto como por exceso.

      ¿Qué es Camilo?, nos preguntamos hoy. Y respondemos sin vacilación:

      Camilo es un revolucionario de cuerpo entero, modelo insuperable de combatiente y de vanguardia; hombre de pensamiento radical y antiimperialista; revolucionario surgido del pueblo en el que late y se desarrolla aceleradamente


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