Camilo, señor de la vanguardia. William Gálvez

Camilo, señor de la vanguardia - William Gálvez


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la Revolución, es similar a la experimentada por la mayoría de los restantes países de América Latina que tienen una dependencia total de la metrópoli yanqui.

      Las luchas de nuestro pueblo conducen a la conquista de la libertad de los presos políticos, la legalización de los partidos Comunista, Auténtico y de otras organizaciones de oposición y a la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Así, se inicia una etapa en que la actividad del movimiento popular y revolucionario a escala internacional se nuclea alrededor de la lucha contra el nazi fascismo en ascenso que inicia la Segunda Guerra Mundial, cuyo dramático colofón es la agresión de la Alemania hitleriana contra la Unión Soviética en 1941. La conflagración mundial deja de ser entonces pelea de rapiña entre potencias imperialistas y se convierte en una guerra patriótica contra el nazi fascismo y en defensa del socialismo.

      Durante esta etapa, surge la unidad de los sindicatos y la Confederación de Trabajadores de Cuba, dirigida desde el primer momento por Lázaro Peña, desarrollándose un poderoso movimiento obrero y creciendo la influencia y las filas del partido marxista-leninista.

      Leal a las doctrinas del Maestro e intérprete natural de los anhelos de nuestro pueblo, Camilo, ya en la lucha guerrillera, se enfrenta al apoyo y contubernio de los gobernantes yanquis con la tiranía batistiana, a la que suministra todo tipo de armas y recursos para bombardear, ametrallar y reprimir encarnizadamente al pueblo, en un vano intento por salvar y perpetuar su régimen sangriento. Mediante estas enseñanzas, se va forjando el revolucionario. Camilo se forma política e ideológicamente a través de su vida de obrero explotado –en Cuba y en Estados Unidos–, así como en los campos de batalla de nuestro glorioso Ejército Rebelde. A su lado, creciendo junto a él, está de manera excepcional el magisterio exigente y profundo de Fidel y del Che que modelan en Camilo, sobre la base del carácter de este, de sus virtudes y de su valor a toda prueba, a un verdadero jefe y guerrillero, capaz de tomar sobre sí, con la mayor naturalidad, las tareas políticas y militares más difíciles y complejas, a las que imprime en su cumplimiento el sello indeleble de su personalidad. Como señala el Che: “... creaba mil anécdotas a su paso y ponía en todo lo suyo el distintivo preciso de su originalidad”.

      En el cubanísimo y universal legado de Camilo –como en el de Martí, Maceo, Villena, Guiteras, Che y Mella–, se inspiran hoy con profundo fervor nuestras nuevas generaciones y, en especial, nuestros jóvenes comunistas, revolucionarios, patriotas educados al calor fraternal y humano de la Revolución. Como señala certeramente Raúl Castro:

      Cada año, con mayor devoción, las nuevas generaciones se suman al homenaje espontáneo de la flor para Camilo, que las masas han convertido en una tradición; en su ejemplo, se forman miles de niños y de jóvenes en las escuelas que llevan su nombre.

      Es frecuente cuando se estudian y definen los rasgos de la ideología política y social de una personalidad, que se atienda básicamente al legado de su pensamiento escrito. Con ese huracán de vida que es Camilo Cienfuegos, esto difícilmente podría ser así, porque en él la idea y la acción marchan estrechamente unidas. Ha de valorárselo, entonces, tanto por las primeras como por sus actitudes, sus hechos, y las formas prácticas de su intransigente conducta revolucionaria.

      En Camilo, se sintetiza de modo ejemplar una virtud característica del proceso histórico de la Revolución Cubana. Él es la antítesis del intelectualismo y el teoricismo pseudorevolucionario, que todo lo enreda y oscurece. En él, los conceptos ideológicos son claros y firmes como puños de acero, y están orgánicamente fundidos a la lucha y a las exigencias concretas del combate revolucionario en cada momento determinado. No hay en Camilo una diferenciación entre la batalla de las ideas y la batalla política o militar. Como revolucionario en formación, como hecho dinámico y no estático, se desarrolla en indisoluble relación dialéctica con la Revolución y el pueblo. Figura de vanguardia, Camilo es motor impulsor del avance y la profundidad de todo el proceso revolucionario; pero, al mismo tiempo, recibe de este –de la lucha contra el enemigo interno y externo, de la estrecha relación con las masas y del vínculo entrañable con Fidel y demás compañeros de la Revolución–, el impulso que lo convierte en un dirigente político popular cada día más pleno, más profundo, más integral.

      En su ascendente desarrollo como revolucionario, Camilo no tiene límites. Recordemos que en los últimos días de su vida –cuando los traidores y los conspiradores contrarrevolucionarios azuzan el fantasma del anticomunismo para tratar de dividir y frenar la Revolución–, son estas sus claras y definitorias palabras:

      ¿Cuál es, podríamos preguntarnos ahora, el rasgo principal del pensamiento político y revolucionario de Camilo Cienfuegos? En primer lugar, su conciencia acerca del sentido profundo de la Revolución. Para él, esta no puede detenerse en la simple satisfacción de las demandas más perentorias del pueblo, por el contrario, debe ir hacia la transformación radical de la situación económica y social que sirve de sustento a la corrupción y a la politiquería imperante, que ha permitido, finalmente, la aparición de la sangrienta tiranía de Batista. En fin, Camilo comprende que en esa tarea creadora y definitiva, la Revolución, tendrá al imperialismo norteamericano como su enemigo inexorable. En Camagüey, el 21 de octubre de 1959, dice:

      Cuando el pueblo se concentra frente al Palacio Presidencial, el 26 de octubre de 1959, Camilo es el intérprete de este sentimiento:

      Con anterioridad, en una entrevista realizada pocas semanas después del triunfo del 1° de enero, Camilo ofrece una síntesis que expresa lo radical y pleno de su pensamiento político y revolucionario:

      En el corazón combatiente de Camilo Cienfuegos, late con fuerza extraordinaria la causa de los obreros y los campesinos explotados. Es conocida cuánta atención dedica durante la lucha insurreccional a la organización democrática y combativa de unos y de otros. ¿Quién no recuerda su confianza, su devoción y su vinculación a las masas en los meses posteriores al triunfo popular? En la actividad de Camilo, se revela una profunda comprensión acerca de la necesidad de la alianza entre los obreros y los campesinos, unida a su convicción de que son las clases trabajadoras y explotadas las llamadas a llevar adelante, conscientemente, el proceso revolucionario.

      Como justamente destacó Sergio del Valle, miembro del Buró Político de nuestro Partido, en su discurso del 28 de octubre de 1974: “Camilo era, además, un apasionado defensor de la unidad entre los revolucionarios”.

      De ello, da ejemplo en sus relaciones con los compañeros que están a su lado durante la guerra. Es ampliamente conocida, asimismo, la labor persuasiva y la altura revolucionaria con que trabaja a su llegada al norte de Las Villas por lograr la unidad entre todas las fuerzas alzadas en la zona. En la lucha por la unidad, Camilo sabe actuar con tacto,


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