Seis rojos meses en Rusia. Louise Stevens Bryant
profanos. No intento dar indicaciones para estudiantes de economía política, ya que es un tema que ha de serles mucho más familiar.
Lo primero que se debe recordar es que todos los partidos políticos son partidos socialistas, con excepción de los Cadetes.
El partido cadete es el de las clases poseedoras; no tiene fuerza militar ni gran apoyo popular. Alguna vez el único partido legal y reconocido que luchaba por la justicia y las reformas, a medida que progresó la revolución perdió su influencia y adquirió rápidamente una mala fama.
Al hablar de los cadetes, María Spiridonova dijo:
“Hoy en día es imposible ser más reaccionario que un cadete. La razón es sencilla. Nadie se atreve a proclamarse abiertamente en favor de una monarquía o decir que es hostil al socialismo; por ende, es normal que toda esta gente se esconda detrás del partido cadete, se digan cadetes, aunque en realidad no sean miembros y hagan todo lo posible para destruirlo. Ésta es la razón por la que el partido que fue alguna vez un honesto partido liberal se ha convertido en la organización de las Centurias Negras, odiada y despreciada”.
En uno de sus discursos, Catalina Breshkovski expresó casi la misma opinión. “En cuanto a nuestros capitalistas, grandes y pequeños, tengo que decirles que son responsables de un gran pecado sangriento. Soy imparcial —ustedes saben a qué clase pertenezco— y repito que nuestro enemigo interno es precisamente esta clase comerciante y capitalista”.
En un intento por comparar la profunda divergencia entre la masa del pueblo en Rusia y nuestro propio pueblo en el que las divisiones son apenas perceptibles, tenemos que recordar que en Rusia más del 80 por ciento del pueblo son proletarios o semiproletarios. Esto quiere decir que, o bien no poseen absolutamente nada, o tienen propiedades tan pequeñas que es imposible vivir con ellas. Por otra parte, después de la revolución las clases poseedoras se negaron a colaborar en lo más mínimo con las organizaciones democráticas de las masas. Dirigieron los esfuerzos tendentes a destruir aquellas organizaciones.
Con frecuencia nuestra prensa habla de los social-revolucionarios o de los mencheviques como si fueran partidos “razonables” y conservadores en oposición a los bolcheviques radicales. Comúnmente hablan de los bolcheviques como anarquistas y maximalistas. Todas estas ideas están lejos de ser correctas. Los mencheviques y los bolcheviques son ramas del mismo partido y trabajaron juntos hasta 1903. Precisamente, tienen aún el mismo programa pero difieren sobre la táctica. Tanto unos como otros son socialdemócratas marxistas. Adquirieron su nombre a causa de la ruptura. La mayoría del partido se fue con los bolcheviques y la minoría con los mencheviques. Esto es lo que significan sus nombres: mayoritarios y minoritarios. Unos y otros preconizan la socialización de la industria y de la tierra. Difieren en la táctica.
En octubre de 1917, los bolcheviques aceptaron el programa respecto a la tierra de los social-revolucionarios. Éste consistía provisionalmente en repartir la tierra, pero al mismo tiempo en abolir toda la propiedad privada de la tierra.
Los social-revolucionarios —el partido de los campesinos— es con mucho el partido más importante de Rusia. En 1917 también se escindió; ahora está dividido en dos grupos conocidos como los social-revolucionarios y los social-revolucionarios de izquierda, que representan el ala conservadora y el ala radical.
El ala derecha de los social-revolucionarios y los mencheviques —como los cadetes— no tienen en la actualidad seguidores ni fuerza militar. Las masas activas han evolucionado hacia el ala izquierda de los social-revolucionarios, que trabajan con los bolcheviques y apoyan al gobierno de los soviets.
Este alejamiento de los grupos moderados por parte de las masas se debe principalmente a la política de un gobierno compuesto por socialistas y burgueses, que acabó por negar los deseos de las masas rasas, esto es, paz, tierra y control de la industria.
En una revolución moderna todos los partidos moderados desaparecen o pierden importancia. En Rusia, donde el proletariado está armado, se vuelve el único elemento realmente influyente. Los bolcheviques tienen el poder porque se someten a la voluntad de las masas. Los bolcheviques estarían derrotados en el mismo momento en que dejasen de expresar esa voluntad.
Existen otros pequeños grupos socialistas en Rusia; por ejemplo, los internacionalistas mencheviques, rama del partido menchevique; Iedinstvo, el partido de Plejánov, el partido de la guerra a ultranza de los mencheviques; Troudoviki o socialistas populistas, un partido semisocialista; los internacionalistas socialdemócratas unidos (el partido de Gorki), etcétera.
Los maximalistas son un pequeño grupo, una ramificación del partido socialista revolucionario. Su programa consiste prácticamente en un anarquismo agrario.
El que los bolcheviques no sean anarquistas sino socialistas, con un programa político y no exclusivamente económico, nada lo demuestra mejor que el hecho de que se opusieron con las armas al intento irresponsable de los anarquistas por confiscar la propiedad.
El gobierno de los soviets
Los soviets eran la forma más natural de organización que podían adoptar las masas rusas, debido a su larga experiencia con organizaciones comunistas primitivas. Deben su gran arraigo en el pueblo al hecho de que son los órganos políticos más democráticos y sensibles jamás inventados.
El soviet es un órgano de representación proporcional directa, basado en pequeñas unidades de población con un representante por cada 500 habitantes. Se elige mediante el sufragio igualitario, voto secreto con pleno derecho de revocación y se realiza a intervalos irregulares. Sin embargo, la base puede revocar y reelegir a los delegados individuales en cualquier momento. Por lo tanto, el organismo del soviet registra inmediatamente los sentimientos de las masas y se basan directamente en los obreros, en las fábricas; los soldados, en las trincheras y los campesinos, en el campo.
Cada pueblo tiene un soviet de diputados de soldados y obreros unidos así como los diferentes distritos de las ciudades. Las provincias, los condados y algunos pueblos también tienen soviets de campesinos. El Congreso de los Soviets de Toda Rusia está formado por delegados de los soviets de provincia, a los que también se puede elegir directamente, siendo la proporción de un delegado por cada 25 habitantes.
El Soviet de Toda Rusia suele reunirse aproximadamente cada tres meses. Elige un Comité Ejecutivo Central, que es el Parlamento del país, que consta de casi trescientos miembros. Los Comisarios del Pueblo, que son el gabinete o los ministros —de los cuales uno es Trotski, Lunarcharski otro, etcétera— son electos por el Comité Ejecutivo Central. Los Comisarios son simplemente hombres a la cabeza de un colegio por cada departamento del gobierno. Lenin es el presidente de los Comisarios.
El propósito final de los soviets no consiste simplemente en una representación territorial sino también en un organismo de clase, un organismo que representa principalmente a una clase, la clase obrera.
Los soviets son la única fuerza organizada en Rusia definitivamente anti-alemana. No se necesita ninguna otra explicación sino decir que están en desacuerdo sobre cada punto y que los dos gobiernos no pueden coexistir.
Otro punto importante que debe recordarse es que ambos gobiernos provisionales sólo existieron mientras los soviets los estuvieron apoyando.
EL CONGRESO DEMOCRÁTICO
Cuando culminó la contrarrevolución encabezada por el general Kornilov y cuando Rusia, desorientada por enemigos internos y externos, se precipitaba frenéticamente en una y otra dirección y en su confusión permitió la caída de Riga, el Comité Ejecutivo de los Soviets de Toda Rusia pidió que se convocara a un Congreso Democrático que debiera ser el predecesor de la Asamblea Constituyente y volver imposible otra contrarrevolución.
Por consiguiente, aproximadamente un mes más tarde 1600 delegados de todas partes de Rusia respondieron al llamamiento. Era un atardecer frío de mediados de septiembre y la lluvia brillaba en el pavimento y chorreaba de la gran estatua de Catalina en la placita frondosa frente a la entrada del Teatro Alejandrinski, mientras