¿Hubo socialismo en la URSS?. Jaime Canales Garrido

¿Hubo socialismo en la URSS? - Jaime Canales Garrido


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posibles.

      En el oscuro período en que Jruschov dirigió los destinos de la URSS -hasta hoy día no se sabe concretamente qué fue lo que motivó su conducta, no obstante la evidencia de que nunca actuó como marxista, porque no lo era- fueron adoptadas una serie de medidas, en todas las esferas de la vida del Estado, que, está a la vista, eran absurdas y que constituyeron la más fidedigna manifestación del desconocimiento teórico y técnico, de la ineptitud gubernamental y de la miopía política del dirigente, las cuales, de hecho, acabaron por desquiciar al Estado socialista.

      La Unión Soviética, en un período de cinco años, había conseguido no solo sanar las profundas heridas provocadas por la guerra de agresión nazi-fascista, que la había llevado a sufrir una situación tan adversa como ningún otro país del mundo había experimentado, sino, además -a despecho de los enemigos del socialismo- vio, una vez más, corroborado en la práctica el fenómeno que ya era conocido como el “milagro económico estalinista”.

      A partir de esos días, en la Unión Soviética -es obvio que debido a la orfandad teórica, política, administrativa y a los espurios intereses de los individuos que habían llegado al poder- no fueron los dirigentes del partido y del Estado los que administraron los acontecimientos, sino que fueron estos los que comenzaron a gobernar a su arbitrio.

      En otras palabras, las medidas tomadas por los dirigentes soviéticos que sucedieron a Jruschov, por lo general, representaron una mera acción de respuesta, paliativa, tendiente a resolver asuntos puntuales, porque lo fundamental -aplicar la teoría en la práctica- no se hacía, acaso porque se ignoraba cómo hacerlo o, pura y simplemente, porque no había voluntad para actuar con base en los principios del marxismo-leninismo.

      A diferencia de Lenin y Stalin -que actuaron como verdaderos marxistas al interpretar fenómenos inesperados, siempre dialécticamente- el nuevo-viejo “comunista” y sus sucesores, ignorando la realidad que ellos y la nomenclatura partidaria habían creado, cegatones, incapaces, abordaron los acontecimientos que se escapaban a su control adulterando y acomodando la historia y la teoría para justificar sus crasos errores.

      Los sucesores, en lugar de adoptar medidas de contenido y forma socialistas -lo que habría salvado a la Unión Soviética de su destrucción paulatina- agravaron la situación, optando por profundizar la incorporación de mecanismos puros de la economía capitalista en la economía planificada de la URSS.

      Ellos -tal como su antecesor-, sistemáticamente, dieron “palos de ciego”, particularmente en el ámbito de la economía, lo que acabaría por crear las condiciones para que Gorbachov y compañía, tal como lo había hecho Jruschov, decidieran “mejorar” el socialismo, decretando su fin.

      La reforma de Kosyguin fue fiel reflejo de ello: la cúpula del PCUS no conocía la sociedad que dirigía -es archiconocida la feliz frase de Andrópov, otro controvertido reformista y propulsor de Gorbachov-, porque toda la burocracia partidaria y del Estado, en la práctica, se había alejado del pueblo soviético, no obstante, aparentemente, “sentirse” vanguardia de este último.

      Brezhnev, Kosyguin, Súslov, Gromyko, Andrópov y compañía fueron débiles como líderes de una potencia tan singular como la Unión Soviética, e, infelizmente, fueron incapaces -conscientes o inconscientes- de continuar construyendo y desarrollando el socialismo.

      En lugar de ello, cayeron en el reformismo, pero en un reformismo absolutamente reñido con la esencia del socialismo, pues, paradó-jicamente, intentaron -¿irresponsable o conscientemente?- resolver los problemas que había creado su antecesor con mecanismos de la economía capitalista, acaso, esperando revivir el período de la NEP que, como se sabe, fue producto de la necesidad de asegurar la subsistencia de la República Soviética, tras la destrucción de su tejido económico y social, provocada por más de siete años de guerra y de sabotaje.

      Pareciera innecesario decirlo, pero, sin embargo, lo haremos: entre los años 50 y 60 del siglo XX, la situación de la URSS se diferenciaba radicalmente -aún más, era la antípoda- de la de la Rusia Soviética de los años 20.

      Si la cúpula del PCUS declaró, por un lado, que la URSS se encontraba en la fase del socialismo desarrollado y la propiedad era del todo el pueblo, no se entiende cómo el “teórico” del partido -Súslov, en este caso- y los restantes miembros del Buró Político, con su Secretario General a la cabeza, pudieron adoptar mecanismos de la economía de mercado, en flagrante contradicción con los principios básicos de la economía planificada, provocando un perjuicio irreparable al sistema socialista y a su población. Esto es, continuaron la criminal política iniciada por Jruschov a mediados de los años 50.

      La burocracia, que se había adueñado de los comandos del partido y del Estado, donde los intereses individuales primaban -por cierto, solapados y parciales- por sobre los de la comunidad, en contraposición a lo que había sido la gloriosa y compleja fase de la creación de las bases del socialismo y de su desarrollo en la URSS, usaba y abusaba del nombre de Lenin a todo nivel, en la vana tentativa de convencer al pueblo soviético de que la dirección del partido y del Estado no se habían apartado del glorioso pasado socialista.

      Así pues, queda meridianamente claro que, desde 1953 hasta 1984 -el período de 1985 a 1991 es de mero y acelerado desmontaje del sistema socialista-, la teoría marxista-leninista fue dejada de lado en favor de consignas hueras y falsas, que no se correspondían con la realidad del país ni con lo que su población, ya harto desorientada, esperaba.

      Porque, ahora, sabemos a ciencia cierta que la burocracia partidaria no podía desconocer que la población -en virtud de todos los errores cometidos a partir de 1953- había evolucionado, parcialmente, en el sentido que querían muchos de los más altos dirigentes del PCUS y del KOMSOMOL, imbuidos del designio de apoderarse de la inmensa riqueza estatizada de la Unión Soviética: tanto, tanto se mintió oficialmente, -sobre todo, entre los años 1953 y 1964 y, más tarde, entre 1985 y 1990- que la población perdió, en parte, la confianza en el socialismo, en sus valores: la solidaridad, el sentido comunitario, su entrega al trabajo (ahora había que trabajar para los directores de las empresas y la burocracia partidaria y estatal), la inviolabilidad de la propiedad de toda la sociedad, el sentido del sacrificio en aras de la construcción de un futuro digno y radiante para sus hijos, en aras de un futuro esplendor para su gran nación y la humanidad toda.

      1 C. Marx y F. Engels: Manifiesto del Partido Comunista. Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx, México, 2011, p. 31.

      2 V. I. Lenin. Obras Escogidas en tres tomos. Moscú, 1961. Editorial Progreso (en adelante OEE), Tomo III, p. 349.

      3 V. I. Lenin. Obras en 12 tomos en español, Editorial Progreso, Moscú 1973 (en adelante, OE). Tomo VII., p. 132.

      4 Orlando Millas: Memorias (Cuarto volumen, 1957-1991). Una disgresión. Santiago de Chile, Ediciones ChileAmérica, CESOC, 1996.

      5 Rebatir algunos puntos de vista sobre la realidad soviética, particularmente de la autoría de Orlando Millas, no es -desde un punto de vista moral y afectivo- tarea fácil. Porque, para los que crecimos en las filas de las Juventudes Comunistas y, más tarde, del Partido -sobre todo, habiendo tenido a Orlando Millas como uno de los principales ejemplos a seguir, tanto en su calidad de militante comunista como de auténtico estudioso y conocedor de la doctrina marxista-leninista-, se torna casi doloroso verificar que el Maestro erró el tiro al evaluar determinados fenómenos -en particular del pasado y del entonces presente del país donde le correspondió vivir varios años, concretamente más de un decenio-, lo que, para los que tuvimos la honra de conocerlo y trabajar con él, constituye, simplemente, algo inusitado. Pensamos que el momento histórico que le tocó vivir -la acelerada decadencia del sistema socialista a manos de los tardíos jerarcas de la URSS y, de modo muy especial, de Gorbachov- le jugó una pésima pasada, por cuanto, para poder haber estado compenetrado en pormenor, asimilar y evaluar al menos


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