¿Hubo socialismo en la URSS?. Jaime Canales Garrido
dicho nos permite determinar, con exactitud, que la base fáctica de información que Millas apreció como verdadera fue la versión jruschoviana de la historia, lo que, en todo caso, no puede ser tratado como un error individual -fueron millones de millones los que vivieron engañados durante más de treinta años, y muchos los que, por la sinrazón, continúan en esa situación-, lo que también nos ayuda a comprender su reacción y la sensación ante la realidad soviética de los años 80 e inicios de los 90, equiparable, para él, “… a un desollamiento, a tener que irse arrancando en vivo la propia piel”12.
Al objeto de que nuestro recelo acerca de la inconsistencia de las interpretaciones de Millas sobre los postulados de Marx y Engels -ya que es a ellos a los que cita- no pueda ser interpretado como una suposición insustancial y no queden espacios para dudas, echemos una mirada más a lo que plantearon específicamente a este respecto Marx y Engels, y -dígase de paso- no en la época temprana de su obra sino entre octubre de 1872 y marzo de 1873: “Una revolución es, indudablemente, la cosa más autoritaria que existe; es el acto por medio del cual una parte de la población impone su voluntad a la otra parte por medio de fusiles, bayonetas y cañones, medios autoritarios si los hay; y el partido victorioso, si no quiere haber luchado en vano, tiene que mantener este dominio por medio del terror que sus armas inspiran a los reaccionarios. ¿La Comuna de París habría durado acaso un solo día, de no haber empleado esta autoridad de pueblo armado frente a los burgueses? ¿No podemos, por el contrario, reprocharle el no haberse servido lo bastante de ella?”13.
¡Más claro que el agua!
Marx y Engels no están en contra de la violencia per se; la aceptan, y entienden bien la necesidad de su existencia durante el ejercicio del poder por parte del “partido victorioso”, que “tiene que mantener por medio del terror” de las armas su “dominio”, por un período de tiempo que ellos no se atrevieron a enunciar.
En realidad, creemos firmemente que la cuestión de fondo es estar o no de acuerdo con que el proletariado, el pueblo, tenga alguna vez en la historia la posibilidad de recurrir a la fuerza -que fue siempre prerrogativa de las clases opresoras-, para aplastar la violencia desatada por las clases expulsadas del poder político. Y, al parecer, hasta ahora, la única forma posible es la del proletariado armado.
En el aludido aspecto, el caso de la URSS -víctima del acoso permanente de la contrarrevolución interna y de las potencias imperialistas- fue paradigmático. Y esta circunstancia no puede ni debe ser ignorada al analizar y evaluar la sociedad edificada en la Unión Soviética.
¿Debería la Unión Soviética haberse defendido? ¿Deberían Lenin y Stalin -en aras de la supuesta “pureza teórica” del marxismo (¿de qué marxismo? ¿El de los socialdemócratas, predicadores de la paz social?)- haber dejado que la burguesía internacional y los restos de la burguesía y capas reaccionarias del campesinado acabaran con las conquistas de Octubre? Está claro que la respuesta puede ser solo una: ¡no! Y los bolcheviques respondieron ¡no!
Pero, de modo de ir acercándonos a la conclusión de nuestros comentarios, recordemos cómo planteó Lenin la cuestión de la dictadura del proletariado y la violencia: “Científicamente, dictadura no significa más que un Poder no limitado por nada, no restringido por ninguna ley, absolutamente por ninguna regla, un Poder que se apoya directamente en la violencia” 14.
Ahora bien, persuadidos de que, para la elucidación de cuestiones teóricas, nunca está demás abundar en argumentos, consideramos que los fogosos ataques de Millas contra la Unión Soviética, que, sin duda, pueden inducir a caer en lamentables errores teóricos a más de alguno de sus lectores, sentimos la necesidad de insistir en esclarecer, entre otros aspectos, la necesidad de la existencia de la dictadura del proletariado, su prolongada duración y el peligro que encierra el hecho de interrumpir su marcha, porque -como lo demostró la trágica experiencia de la URSS-, sin comprender, a cabalidad, el contenido de la susodicha dictadura, tendrá lugar, ineluctablemente, la restauración del capitalismo.
Lenin sintetiza dicho contenido del siguiente modo: “El paso del capitalismo al comunismo llena toda una época histórica. Mientras esta época histórica no finaliza, los explotadores siguen, inevitablemente, abrigando esperanzas de restauración, esperanzas que se convierten en tentativas de restauración. Después de la primera derrota seria, los explotadores derrocados… se lanzan con energía decuplicada, con pasión furiosa, con odio centuplicado, a la lucha por la restitución del ‘paraíso’ que les ha sido arrebatado, por sus familias, que antes disfrutaban de una vida tan regalada y a quienes ahora la ‘canalla vil’ condena a la ruina y a la miseria (o a un trabajo ‘vil’…). Y tras de los capitalistas explotadores se arrastra una vasta masa de pequeña burguesía…” 15.
De lo expuesto, diáfana, dimana la idea de que no es el proletariado el que promueve y práctica la violencia sin tener causas para hacerlo. De hecho, lo que siempre ha hecho la clase obrera es reaccionar contra la violencia de la burguesía, y, en el caso del proletariado triunfante en la revolución social, fue responder a la violencia centuplicada de los capitalistas y terratenientes que habían sido aventados del poder. Así fue en la época del “terror blanco”, también lo fue parcialmente en los tiempos de la colectivización. Y esta violencia, innegablemente, mortificó a Millas.
Llegamos -por decirlo de alguna manera- a la “conclusión-madre”: hay violencia porque hay resistencia, porque hay… lucha de clases, sobre todo en las primeras fases o tránsitos de la dictadura del proletariado.
Por eso, Lenin aboga el poder obrero, en términos que, sin duda alguna, incomodan a los melifluos defensores de la no-violencia per se: “Más cuando el Estado sea proletario, cuando sea una máquina de violencia del proletariado sobre la burguesía, entonces seremos partidarios, plena e incondicionalmente, de un poder firme y del centralismo” 16.
No olvidemos que es Lenin el que se declara partidario del centralismo: el principio fue asentado.
Considerando que todo lo que era necesario señalar sobre la dictadura del proletariado, teniendo como paño de fondo las opiniones de Orlando Millas, ha sido hecho, terminaremos estos comentarios con uno de los más notables análisis de la dictadura del proletariado en una síntesis magistral de Lenin: “La dictadura del proletariado es la guerra más abnegada e implacable de la nueva clase contra un enemigo más poderoso, contra la burguesía, cuya resistencia se ve decuplicada por su derrocamiento -aunque no sea más que en un país- y cuyo poderío consiste no sólo en la fuerza del capital internacional, en la fuerza y la solidez de los vínculos internacionales de la burguesía, sino, además, en la fuerza de la costumbre, en la fuerza de la pequeña producción. Porque, por desgracia, queda todavía en el mundo mucha, muchísima pequeña producción, y esta engendra capitalismo y burguesía constantemente, cada día, cada hora, de modo espontáneo y en masa. Por todos esos motivos, la dictadura del proletariado es imprescindible, y la victoria sobre la burguesía es imposible sin una guerra prolongada, tenaz, desesperada, a muerte; una guerra que requiere serenidad, disciplina, firmeza, inflexibilidad y voluntad única” 17.
Entretanto, ante semejantes enunciados, irrumpe, pertinente, una interrogante, que nos conmina a cavilar: ¿Cómo construir el socialismo sin acabar con la propiedad privada -léase: propiedad sobre los medios de producción-, aceptando, por un lado, la existencia de diversas áreas de la economía -incluidas pequeñas, medianas y grandes empresas- y, por otro, pretender y proclamar que se está avanzando hacia el socialismo?
Ahora bien, retomando el tema de las diferencias entre la dictadura del proletariado y la de la burguesía, es menester recalcar que incluso la democracia parlamentaria más desarrollada no deja de ser, formalmente, una democracia burguesa, es decir, una de las formas de la dictadura de la burguesía.
La única forma probada de que las mayorías se hagan, efectivamente, del poder político es por medio de un cambio radical de la sociedad, esto es, revolucionariamente. Pero, para que el cambio revolucionario pueda triunfar definitivamente, no solo es condición indispensable que, entre la conquista del poder político por el proletariado y la supresión de las clases, medie un período de dictadura de una sola clase, sino, además que esa clase sea capaz de “…