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analistas y personalidades políticas, que todo lo que se escriba hoy y se pueda escribir mañana no será, prácticamente, más que una reiteración de opiniones, enfoques e ideas ya archiconocidos.

      Dentro del vasto universo de estudios sobre la Unión Soviética en general y, en particular, acerca de su destrucción, hay un sinnúmero de análisis y reflexiones de académicos, historiadores, economistas, sociólogos, estudiosos sociales, especialistas en el ámbito de las ciencias militares, de la seguridad del Estado y politólogos rusos-soviéticos, honestos y reputados, que basan sus investigaciones en el conocimiento empírico que poseen de su país y en la información fidedigna de que disponen -en su gran mayoría documentos de los archivos históricos y obras especializadas relativas a su época- y que se abstraen de la propaganda oficial y oficiosa, de ayer y de hoy.

      Con todo, debido a que el contenido del masivo volumen de las publicaciones rusas es casi desconocido en el extranjero, y muy especialmente en los países de América Latina, hemos considerado necesario hacer un intento más de llevar hasta el público de nuestros países la verdad sobre el proceso de construcción y destrucción de la URSS, esta última ocultada durante tanto tiempo.

      Acaso sea de Perogrullo señalar que, en lugar de ensalzar -como algunos incautos lo hicieron y lo continúan haciendo- o aceptar de buen grado al Judas redivivo de los años 80, los partidos comunistas deberían haberse preocupado de llevar a cabo, con independencia y alturas de mira, un análisis más acucioso y fundamentado de lo que había ocurrido en la Unión Soviética, y no caer, en medida importante, en la añagaza tejida por los medios de comunicación y desinformación imperialistas. Pero, el susodicho estudio debería haber sido realizado periódicamente, y no solo a partir del año 1956, sino desde el inicio de los años veinte hasta los años 80 del siglo pasado. En este sentido es muy loable -y digna de ser emulada- la actitud que siempre observó Luis Emilio Recabarren en relación con los acontecimientos que tenían lugar en la Rusia Soviética.

      Semejante análisis habría impedido que esos mismos partidos, movimientos y, en general, la opinión pública mundial cayesen en el error de aceptar, de buenas a primeras, la retahíla de falsedades y calumnias difundidas en el XX Congreso del PCUS. Ello, a su vez, habría permitido entender el porqué de los infamantes ataques a Stalin y la grosera falsificación de la historia.

      Los documentos desclasificados del XIX Congreso del PCUS(b) -que fueron ocultados por la burocracia partidaria o nomenclatura durante más de treinta años, tal como los materiales del XX Congreso- mostrarán al lector no solo la verdad histórica del momento y sus hechos inmediatos, sino, también, las lamentables consecuencias que advinieron de las acciones llevadas a cabo por la cúpula de la burocracia partidaria -dígase de paso, ajenas a la moral de cualquier individuo consciente-, que, en rigor, conllevaron en sí el germen de la destrucción de la URSS o, en otras palabras, colocaron en sus fundamentos una bomba de tiempo.

      En suma, son las razones ya señaladas las que atizaron el irresistible impulso para llevar a cabo este estudio, siempre con el empeño inquebrantable de acercarnos a la esquiva y veleidosa objetividad de lo sucedido en las entrañas del sistema económico y social entonces existente en la URSS.

      Para comprender correctamente la especificidad de la edificación del socialismo en la Unión Soviética, es menester ir a sus orígenes y observar y analizar la compleja y dolorosa transición del modo de producción capitalista al modo socialista. Porque -como la práctica lo ha mostrado- dicha transición fue llevada a cabo en el país cuya economía había sido destruida, en consecuencia de la guerra imperialista, del saqueo desmedido de los recursos humanos, materiales y financieros por parte de las clases dominantes locales y foráneas.

      Por otro lado, las transformaciones que la transición de un sistema a otro conlleva condicionaron el surgimiento de graves problemas económicos y sociales y, concomitantemente, de errores en la gestión gubernamental asumida por las nuevas fuerzas sociales y políticas.

      Lo que tuvo lugar, particularmente en los primeros tiempos del establecimiento del nuevo poder, fue, en rigor, una lucha sin cuartel entre las fuerzas del progreso y, las entonces moribundas, del regreso, en un terreno desolado por la destrucción, que no pudo no dejar su impronta en la realidad cotidiana de toda la sociedad.

      Por ello, si lo que se procura es una cierta imparcialidad en las evaluaciones que se hagan sobre el movimiento revolucionario que ha tomado el poder en sus manos, tendrá que reconocerse que los supra referidos errores o deficiencias fueron, en la mayor parte de los casos, el resultado de causas objetivas, muchas de ellas provocadas, especial y premeditadamente, por aquellos que lucharon, encarnizadamente, por no perder sus privilegios, los cuales -como reiteradamente lo ha mostrado la historia de la humanidad- no dudaron en recurrir a los crímenes más abominables para defender sus intereses egoístas y mezquinos, esto es, sus intereses de clase dominante desplazada.

      Todo lo referido anteriormente se vio exacerbado en el caso de la Rusia Soviética, porque el país en el que triunfaron las fuerzas revolucionarias, que derrotaron en toda la línea tanto al capital interno como al internacional, fue el primero y único en el mundo.

      La situación de Rusia se vio todavía más agravada por el hecho de que el país venía saliendo de una guerra imperialista, con su tejido económico y social enteramente destruido y fuerzas armadas dirigidas por oficiales provenientes, fundamentalmente, de las capas sociales altas y, en consecuencia, portadores de una ideología reaccionaria y antipopular.

      Peor fue aún la realidad para el novel e inexperto poder revolucionario debido a que el país fue víctima de una guerra desencadenada por las potencias imperialistas y las fuerzas reaccionarias de todo el mundo, de la que participaron activamente, combatiendo al lado de los enemigos internos del nuevo poder.

      Otra importante causa, que no debe ser ignorada -también de índole objetiva-, es la que guarda relación con el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas de la Rusia de inicios del siglo XX, en la cual, y no obstante el nivel de concentración y centralización del capital, el sector predominante de la economía del país era la agricultura, siendo, por consiguiente, agrícola la mayoría aplastante de su población, con todo lo que ello trajo aparejado.

      La Unión Soviética surgió en 1917 como resultado del colapso de la Rusia de los zares y, en cierto sentido, como forma de restaurar el país destruido y dividido, es claro, con contenido y forma definitivamente distintos.

      El autor basó su obra en abundantes fuentes originales de información en varios idiomas, especialmente en ruso, develando en ella numerosos hechos históricos y trabajos de autores que, en general, son desconocidos por el grueso del público lector o, siendo conocidas, sus obras han llegado deturpadas o falseadas hasta sus manos.

      Hubo casos en que el autor no habiendo tenido acceso a la versión española de algunas de las obras mencionadas en este trabajo, tuvo que traducir los pasajes o citaciones correspondientes, razón por la cual podrá haber ciertas diferencias de forma y estilo entre las traducciones del autor con las de las versiones publicadas por las casas editoriales, pero, de ningún modo, podrá haber discrepancia de contenido o sentido.

      Las cuestiones estudiadas en esta obra fueron sometidas a un riguroso análisis, basado en un escrupuloso método investigativo, de modo que los sucesos, aparentemente ya archiconocidos, adquirirán a los ojos del lector un nuevo contenido y forma -dicho sea de paso- más acorde con su verdadera esencia y dimensión.

      He aquí, pues, este trabajo cuyo objetivo primordial es mostrar el proceso de construcción de la sociedad socialista y develar algunas de las causas capitales de la destrucción del primer Estado socialista en el mundo, cuya finalidad principal y razón de ser fue el pueblo trabajador.

      Con independencia de todas las vicisitudes que ha experimentado el ideario marxista y los que lo han propugnado y defendido, y de la gran derrota sufrida por el movimiento comunista internacional resultante de la destrucción de la Unión Soviética, con la perspectiva que la historia nos permite tener ahora, esto es, cuando ya ha transcurrido más de un siglo del momento en que Marx, Engels y Lenin formularon sus teorías, con base en un vasto y profundo estudio de las obras más excelsas del pensamiento científico, filosófico, económico e histórico de esa altura, podemos constatar


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