Reflexiones sobre Historia Social desde Nuestra América. Gabriela Grosores
época para quienes la sufrían, confusión a la que no eran ajenos los discursos del poder.
¿Cómo podía Salamanca inferir lo qué podía/ iba a pasar en un futuro cercano con tanta certeza?¿Y qué le permitía a Walsh, a pesar del silenciamiento y la desinformación general, hacer una descripción de la situación con tal precisión? Mientras las voces dominantes constituían “una propaganda abrumadora y un reflejo deforme de hecho malvados” ¿qué elementos prácticos y teóricos los habilitaban a a hacer estos análisis que eran tan ajustados, como lamentablemente luego comprobamos, a través del decurso de los hechos?
Estos hechos, más allá de opiniones e interpretaciones, son las certidumbres con las que cuenta la Historia, por debajo de las hojarascas discursivas: los hechos que se producen, la realidad que depende de quienes hacen la historia y no solo de quienes la piensan: existe entonces una realidad histórica (a la que Vilar denomina historia “materia” o historia “objeto”) y al mismo tiempo una Historia/conocimiento que puede dar cuenta de ella.
Estamos acostumbrados a los usos comunes de la Historia, como los que aparecen en los manuales tradicionales de la escuela aptos para la “instrucción cívica”, una Historia/relato como tribunal de apelación, como memoria, como tradición. Estas son formas políticas inevitables, algunas hasta necesarias para conformar la identidad de un pueblo; construcciones morales y no científicas, que constituyen modelos para seguir o para rechazar. Junto a estos usos, Vilar defiende y fundamenta otra Historia, la “Historia necesaria”. Una Historia necesaria en el sentido filosófico, en el que fuerzas y tendencias sociales determinantes van definiendo en un sentido, con un significado a la diversidad de hechos; estas tendencias sociales se abren paso a través de lo singular y lo indeterminado. Así podemos identificar “procesos” históricos, hechos muy diversos pero que terminan adquiriendo un sentido común. Este sentido permite además establecer una relación entre los procesos reales y un relato comprensivo de los mismos, un relato/conocimiento, en consecuencia, que no se limita a “constatar” los hechos (“tal como sucedieron”, como pretendía el positivismo historiográfico) sino que busca razonar, explicar y actuar.
Es esta Historia/conocimiento la que abre la posibilidad, también, a una predicción inteligente de los hechos, a partir de un análisis correcto de los factores de la realidad social, análisis basado en la evidencia. Una predicción (que supone la acción en el presente), a partir de una lectura correcta, científica, de los hechos (pasado), cuya justeza se corroborará por el decurso del proceso (futuro).
La Historia como predicción
Salamanca revisa en su carta lo que significó la historia de los golpes de estado en la Argentina, cuando dice “como en el 30, en el 55, en el 66”, y cuando analiza los factores en juego: un golpe de Estado que proviene de la oligarquía, de los militares, de los terratenientes, de los jerarcas sindicales, y prevé que estos hechos solo pueden acarrear nuevamente las mismas consecuencias que ya había experimentado el pueblo argentino una y otra vez.
Esta Historia materia, la Historia-objeto, la Historia de los hechos, dice Vilar, tiene una dinámica propia que, cuando la situación histórica se resuelve, salda por sí misma tanto el debate teórico como práctico, dando la razón con los hechos al análisis más certero. Por ejemplo, el debate que se dio en el año 75 y 76 acerca de si en la Argentina iba a haber una dictadura o una “dictablanda” (como afirmaban algunos, comparando la dictadura argentina con la chilena) o si el golpe vendría a mejorar la situación política, recorrió a toda la sociedad en el marco de una gran ofensiva confusionista de poderosos actores embarcados en el golpismo. Este debate no se podía zanjar en el año 75, pero luego, los hechos dieron la razón a unos y la quitaron a otros.
Las distintas versiones que se construyen a partir de una situación histórica, frecuentemente impulsaron visiones escépticas con relación a la posibilidad de certezas en la historia. Sin embargo, hay una Historia/conocimiento que se confirma con los hechos y otra que no. Desde ya esto supone concebir la relación pasado-presente-futuro como un proceso único y de allí que la Historia sea necesaria por su potencia explicativa y predictiva; es un instrumento de conocimiento fundamental, un componente orientador de práctica social.
Así en el ´75, Salamanca podía prever que no habría golpes “buenos” que provinieran de fuerzas pro imperialistas, de la oligarquía de los terratenientes y el resto de los sectores dominantes ya que la Argentina había pasado por esa experiencia, que era parte del patrimonio histórico del pueblo. El pasado está permanentemente contenido, de un modo particular y modificado, en cada presente. En el caso tratado, las condiciones de fuerzas creadas por los golpes de estado en el pasado contribuyeron a generar los elementos presentes en la sociedad para que en el 76 se pudiera dar un nuevo golpe de Estado.
En el mismo sentido, en medio del terror dictatorial y la desinformación y el silenciamiento impuestos, la denuncia de Walsh abreva a la vez en su posición militante y en su conocimiento y capitalización de esas experiencia históricas para el diagnóstico certero sobre las consecuencias de la dictadura, incluyendo allí una previsión hacia el futuro sobre la continuidad de la resistencia popular pese a la brutal represión.
Pero la historia no se repite y las situaciones no tienen un desenlace predeterminado a pesar de que siempre hay determinaciones y causalidad. El peligro de la catástrofe inminente o su prevención, la repetición o la apertura de lo nuevo dependen de las relaciones de fuerza y de sus modificaciones, de la acción voluntaria de los hombres y, por lo tanto, también de su conocimiento de la historia para no repetirla. La práctica social en el presente da sentido a la información histórica, otorgándole un carácter predictivo. En ese sentido, Labrouse afirma, refiriéndose a las tendencias contradictorias en la historia y el componente de la práctica social en cada aquí y ahora, que toda previsión es una “apuesta”.8 Más explícitamente, podemos afirmar con Gramsci que toda previsión es un “programa” de acción, acción contenida como variable en la propia previsión.
En el instante de peligro, Salamanca reponía los diversos futuros posibles que albergaban las disyuntivas de su presente: o se daba el golpe o se avanzaba hacia la liberación, “la marcha revolucionaria del pueblo con los trabajadores en la cabeza”. Y en esta frase está sintetizando también la otra cara de la experiencia histórica popular, que es que en los momentos de crisis política (como en el ´45, o en el Cordobazo), los pueblos pueden avanzar en la resolución de sus necesidades si se lanzan a la lucha y que depende de esa lucha que la historia no se “repita”, cuestionando la “inevitabilidad” de lo que predomina, como también lo hace Walsh augurando la continuidad con nuevas formas de la resistencia popular.
Historia y proyecto social
Con ser muy variados los discursos y usos de la historia, no son aleatorios. Joseph Fontana, un historiador catalán plantea: “cada etapa de revolución social, cada sistematización de la desigualdad y la explotación...ha tenido su propia economía política, su propia ciencia económica, su racionalización del orden establecido, su filosofía, y la ha asentado en una visión histórica adecuada”. A cada etapa de la desigualdad le corresponde una manera de ciencia, de economía, de filosofía y de Historia. Y esta manera, este pensamiento es una proyección de la dominación hacia el futuro. Sucede que la Economía, la Filosofía y la Historia no se refieren a las situaciones pasadas sino en tanto procuran indicar hacia dónde se mueve la sociedad, indicación que no es una mera descripción neutral sino componente del impulso a ese movimiento.9
Por lo tanto la Historia-discurso no es solo libro, no es solo escritura. Contiene siempre un proyecto social que se refleja siempre en una propuesta política, explícita o implícitamente. No existe Historia ni Ciencias Sociales sin proyecto político subyacente, explícito o escamoteado detrás de una presunta neutralidad.
Si seguimos con nuestro ejemplo del golpe del 76, cuando encontramos que hay historiadores que plantean que “el golpe era la única salida posible”, no están haciendo solamente un balance del pasado: proyectan una imagen de la sociedad argentina y un proyecto social hacia el futuro y este debate se actualiza cada 24 de