Entre bestias y bellezas. Michael Edward Stanfield

Entre bestias y bellezas - Michael Edward Stanfield


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personal de apoyo del Archivo Histórico, la Biblioteca Departamental y los bibliotecarios de la Universidad del Valle.

      Las magníficas colecciones de archivos en Medellín solo son equiparables a su personal diligente y dispuesto. Adriana Yaneth Álvarez C., Ángela María Cardona Gómez y Carolina María Gil S., de la Fundación Antioqueña para los Estudios Sociales (FAES), merecen más crédito que estas líneas. Aunque la FAES ya no existe como organización independiente, sus colecciones se encuentran en la actualidad en la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina (BPP), donde Jackeline García Chaverra me auxilió diligentemente para usar imágenes de la FAES que ahora se encuentran en la BPP. Hilda María Hincapié Gil, Lucía Vásquez Molina, Jorge Humberto Yépez y Mariela Ríos Madrid me abrieron las puertas del Archivo Histórico de Antioquia y de su excelente Archivo de la Memoria Visual, una colección fascinante para este proyecto. En la Biblioteca General de la Universidad de Antioquia, Rosa Delia Álvarez, Celina Alzate M. y Myriam Medina Muñoz hicieron que este “pobre gringo perdido en la selva colombiana” se sintiera como en casa mientras trabajaba con esa colección.

      En los Estados Unidos, tanto la investigación como las conferencias públicas en el Davies Forum de la Universidad de San Francisco a cargo de Beverly Stoeltje, Amelia Simpson, Ellen Zetzel Lambert, Lois Banner y Randy Thornhill me ayudaron a enmarcar los principales temas de este libro. Mis mentores y amigos Thomas M. Davies Jr., Brian Loveman y Linda B. Hall apoyaron la investigación y compartieron conmigo sus puntos de vista. El Fondo de Investigación de la Facultad de la University of San Francisco (USF) cubrió la mayor parte de los costos de la investigación mientras trabajaba feliz en Colombia. Mis colegas en los departamentos de Historia y Estudios Latinoamericanos de la USF me oyeron hablar sobre este proyecto demasiado tiempo, pero continuaron apoyándome con obstinación. Patrick Steacy, del Centro de Instrucción y Tecnología de la USF; Santiago Perry; Marissa Litman y Jeanine Hoy me ayudaron en la selección y reproducción de muchas de las ilustraciones que se incluyen en este libro. Mi querida amiga y colega Cheryl Czekala, mi exalumna Liz Jones y, en mi familia, Susan Stanfield y Marilyn y Dave Searing editaron y mejoraron los borradores de los capítulos. Theresa May, editora en jefe de la University of Texas Press, convirtió la preparación del manuscrito en un ejercicio sin angustia gracias a su puntualidad, profesionalismo y humanidad. La colaboración de Kaila Wyllys con las ilustraciones, Victoria Davis con la producción y la perspicaz edición de Teri Sperry hicieron de la publicación con la University of Texas Press un verdadero gozo. Agradezco mucho a Jane Rausch y Frank Safford sus comentarios comprometidos y perspicaces sobre el manuscrito. La revisión de pares por parte de mis colegas del grupo de los Latin American Historians of Northern California (LAHNOCA), organizada y coordinada por Myrna Santiago y Theresa Alfaro-Velcamp, me instó a obtener mejores análisis comparativos e interpretativos durante una charla de investigación en una de nuestras primeras reuniones.

      En Bogotá, la Editorial de la Pontificia Universidad Javeriana hizo realidad mi sueño de llevar este trabajo a los lectores hispanos de Colombia y todo el mundo, gracias a la visión, paciencia y habilidad de su director Nicolás Morales Thomas y al profesionalismo de su equipo editorial (Félix, Jhon, Marcel y Mateo). Agradezco profundamente que Mateo Cardona Vallejo haya traído su profunda voz colombiana a esta traducción.

      Finalmente, me gustaría agradecer a mis hijos, Lincoln, Payton y Sophia, por concederle a su padre sus “momentos de quietud” para terminar este trabajo.

       INTRODUCCIÓN

      Este libro registra la importancia social, cultural y política de la belleza femenina en Colombia1 desde 1845 hasta 1985. A lo largo de su historia, los colombianos han valorado la belleza en las mujeres, al igual que los pueblos de todo el mundo por miles de años. La belleza, además, es un poderoso espejo cultural a través del cual los historiadores pueden observar la evolución de las sociedades y las naciones. El análisis serio de la belleza revela mucho acerca de nuestra humanidad compartida, ya que pone al descubierto el poder y los escollos de una obsesión humana que es crucial para la imagen y el estatus de las naciones y pueblos de todos los colores, mezclas, etnias, géneros y edades.

      Cuestiones importantes y controvertidas condimentarán esta obra. ¿Por qué ha sido tan importante la belleza para los seres humanos? ¿Qué es la belleza, cómo se la define, valora, impugna, mide, muestra, expresa y comercializa? ¿Quién es bello y por qué, y qué nos dice esto sobre el género, el color, la clase, la moralidad, la evolución social y el desarrollo político? ¿Cómo y por qué la belleza ha reforzado las nociones de desarrollo, modernidad y una pigmentocracia blanca heredada del colonialismo europeo durante el último medio milenio en las modernas repúblicas americanas?

      ¿De qué manera la torturada geografía de Colombia y su igualmente torturada historia política han protegido las definiciones locales y regionales de la belleza, que a menudo tienen tan poco que ver con el ideal del Atlántico Norte? ¿Cómo, cuándo y por qué se fusionó la belleza colombiana con los estándares internacionales de belleza y se decidió emularlos? ¿Cómo ha cambiado el significado y la expresión de la belleza en las diferentes regiones con el paso del tiempo a medida que el medio masivo de su expresión se hacía más visual? ¿Por qué Colombia tiene hoy en día más de trescientos concursos de belleza anuales, y qué nos dice esto sobre la sociedad civil y el estado de la política nacional?

      La bestia masculina es el alter ego y el compañero inseparable de la belleza femenina en Colombia. Esta bestia representa muchos de los problemas históricos y estructurales no resueltos de la nación: un Estado no soberano que no puede proteger las vidas ni las propiedades de sus ciudadanos, proveer servicios sociales básicos ni defender y cumplir la ley; un Estado que se percibe como ilegítimo y al que desafían determinados grupos armados; las oleadas periódicas de violencia política, económica y social, de inseguridad, guerra civil, insurgencia y contrainsurgencia a menudo dirigidas contra la población civil; las instituciones elitistas y excluyentes, trátese de organizaciones gubernamentales, religiosas o empresariales; la exclusión social y el racismo consuetudinarios que limitan la movilidad social de los colombianos no blancos; la extrema concentración de la tierra y la riqueza, y la desigualdad concomitante y el empobrecimiento de, por lo menos, la mitad de la población. Los conflictos civiles, un gobierno débil e ineficaz, reformas poco significativas y tasas de homicidios diez veces mayores que las de los Estados Unidos de América, otra nación sumamente violenta, definen la historia nacional de Colombia. En las últimas décadas del siglo XX, más de la mitad de todos los casos de secuestro extorsivo en el mundo tuvieron lugar en Colombia. Sostendré que una de las razones principales por las que los colombianos valoran tanto la belleza es que el terror de la bestia —violencia, inseguridad, racismo, pobreza y la ilegitimidad o insuficiencia percibida del gobierno— refuerza los roles de género (las mujeres deben ser hermosas y los hombres poderosos), puesto que restringe las opciones de reforma y liberación. La belleza, por consiguiente, representa la constante femenina y social opuesta al orden/caos masculino institucional, elitista, disfuncional y, a menudo, violento; la belleza es femenina, moral, virtuosa, civil, edificante, pacífica y esperanzadora.

      Los reinados y festivales yuxtaponen la belleza y la bestia en espacios no partidistas, cívicos y de celebración donde se realizan rituales y espectáculos de gran simbolismo regional y nacional. Desde mediados del siglo XX el Concurso Nacional de Belleza Señorita Colombia, en la costeña y tropical Cartagena, se ha convertido en la obsesión nacional. Celebrado en la semana del 11 de noviembre, Día del Armisticio y aniversario de la independencia de Cartagena del yugo español, el certamen atrae a reinas de belleza en representación de varios departamentos y territorios de la nación. El proceso en su totalidad implica meses, desde la selección de las reinas locales y departamentales hasta la preparación de la soberana y su séquito para el concurso nacional, todos cubiertos por una intensa campaña mediática. A menudo el concurso de la Señorita Colombia se convierte en la mayor historia mediática y en el acontecimiento más popular de toda la nación desde finales de octubre. Personas de todas las clases y sectores escogen sus favoritas, discuten y chismean sobre pequeños y grandes detalles, apuestan su dinero y esperan con ansias la competencia para coronar a su nueva soberana nacional.

      Los


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