Leyendas del baloncesto vasco. Unai Morán
trasladarse a Bilbao, había superado hacía tiempo los muros de los colegios y había encomendado su nueva bandera a un todavía modesto Baskonia. Más de 3000 enfervorizados seguidores llenaban cada 15 días el vetusto pabellón de Mendizorroza. Eran los años de Caja de Álava y Taugrés como principales soportes económicos de un club que acostumbraba a oscilar entre la zona templada de la clasificación y las intestinas luchas por evitar el descenso, en el marco de una competición que buscaba sus propias señas de identidad.
La hasta entonces denominada Primera División había entregado el testigo a la nueva Liga ACB9 y con ella llegó un fuerte impulso al deporte del balón naranja. Al estilo de lo que ocurría en Italia, la temporada regular pasó a dividirse en grupos y los resultados de la primera fase se arrastraban a una segunda en la que, mediante rondas eliminatorias, los clubes luchaban por el título o por la permanencia. A medio camino entre aspirantes a uno y otro logro, el Baskonia aprendió a moverse en tierra de nadie, como si con un pretendido anonimato estuviera trabajando el sorpresivo salto deportivo que llegaría en años posteriores.
Y fue precisamente el potencial de aquel modesto equipo el que devolvió la ilusión a Querejeta, quien firmó por tercera vez como azulgrana en 1984 para regresar a la elite. Esta vez sí, había llegado para quedarse. Los años no pasaban en balde, pero el alero conservaba un físico envidiable, una fina muñeca y un gen competitivo a prueba de balas. Durante las cuatro temporadas que completó, superó los 30 minutos en cancha por partido y se mantuvo siempre en dobles dígitos de anotación, con porcentajes de acierto considerables en tiros de dos puntos. De su mano, el Baskonia estrenó palmarés con el extinto Trofeo Asociación10, que daba acceso a las competiciones europeas, y creció, también, con el fichaje de internacionales cada vez más contrastados, como los norteamericanos Essie Hollis11 o Larry Micheaux, así como con la irrupción de un joven talento local llamado a marcar una nueva época. Jugaba de base y se llamaba Pablo Laso.
Con el despegue azulgrana a las puertas, o quizá como causa fundamental del mismo, Querejeta sorprendió a propios y extraños cuando, en el verano de 1988, decidió abandonar el equipo para pasar a liderar el club como presidente. Seguía soñando con un Baskonia grande, incluso en Europa, pero pesaban las lesiones y sus continuas molestias en los pies. En realidad, se había dado cuenta de que podía contribuir más al crecimiento de la entidad desde los despachos. Y no era una decisión baladí para quien todavía era un referente en la cancha. El baloncesto vasco perdió a un gran jugador con cuerda para rato, pero ganó a un dirigente sin igual, al que el tiempo no tardó en darle la razón.
UN BASKONIA MODERNO
Exigencia e inteligencia. Dos simples adjetivos bastan para definir a Josean Querejeta como profesional. Perseverancia e intuición, dicho de otro modo, son los ingredientes de la exitosa receta con la que no ha dejado de firmar alegrías para el deporte alavés desde hace más de cuatro décadas. En su etapa de jugador nunca rehuyó un foco ni tuvo complejos a la hora de mirar cara a cara a las estrellas... del balón naranja. Como dirigente, en cambio, prefirió situarse a la sombra para levantar, a su ritmo y sin aspavientos, el imperio que el Baskonia es a día de hoy. Poco de todo lo que el baloncesto vitoriano puede presumir en la actualidad podría entenderse sin la emblemática figura de Lazkao.
Querejeta ha sabido perfeccionar en los despachos el buen hacer que siempre tuvo sobre la cancha. Diestro en la negociación con políticos y empresarios de distinto perfil, tiró de carisma para convertir al Baskonia en santo y seña del deporte alavés. Ello le granjeó el respaldo social necesario para elevar, incluso, sus miras y acometer proyectos de mayor calado. Fue pionero al convertir el club en una Sociedad Anónima Deportiva y consiguió sustituir la vetusta cancha de Mendizorroza por un moderno pabellón Araba que luego evolucionó hasta el flamante Buesa Arena, en el que se han registrado los topes de asistencia a partidos de la Liga ACB con más de 15 500 espectadores.
En clave también de innovación, aunque no tan positiva para la cantera del baloncesto vasco, Querejeta promovió la búsqueda de nuevos escaparates de jugadores. Vitoria se convirtió en la primera parada europea de promesas latinoamericanas que no tardaron en convertirse en estrellas (Rivas, Nicola, Prigioni, Scola, Oberto, Nocioni, Splitter…). Más tarde, la búsqueda de talentos amplió fronteras con el bueno, bonito y barato como lema para después poder vender más caro y cuadrar las cuentas. En cierto sentido, el Baskonia se convirtió en estandarte de un mercado más globalizado cada vez y alejado del sentimiento de pertenencia, un poco al estilo de la NBA.
Los resultados deportivos y económicos, eso sí, avalan el modelo de Querejeta. De su mano, todo el Baskonia modificó el punto de mira, se olvidó para siempre de su modesta condición y comenzó a imaginar grandes metas, impropias quizá para un equipo de baloncesto de una ciudad como Vitoria. Fue solo el primer paso para alcanzarlas. Desde su acceso a la presidencia, el conjunto azulgrana ha ganado cuatro Ligas, seis Copas, cuatro Supercopas de España e, incluso, una Recopa de Europa, llegando varias veces a la fase final de la Euroliga con trasatlánticos de la canasta enfrente como Barcelona, Maccabi, Panathinaikos, Fenerbahçe o CSKA de Moscú. Éxitos que motivaron la designación de Querejeta como Mejor Ejecutivo Deportivo de Europa en 2005 y 2016.
Los hitos del dirigente azulgrana se han extendido incluso más allá del baloncesto, con la creación de una Ciudad Deportiva vinculada al club (Baskonia Kirol Hiria) o la compra del propio Alavés de fútbol, un hecho sin precedentes en España. Fue llegar Querejeta y con él, los éxitos del balompié. El deprimido conjunto babazorro, hundido en la Segunda División B, no tardó en regresar a Primera y reverdecer viejos laureles con su nuevo modelo de gestión.
Los logros deportivos han confirmado al de Lazkao como uno de los grandes dirigentes del país, condición en la que ha superado incluso los límites del plano deportivo. También como una de las más ilustres personalidades de la sociedad alavesa, donde está felizmente enraizado pese a su condición de guipuzcoano. Superadas con éxito las pruebas del baloncesto y el fútbol al máximo nivel, la incertidumbre pasa por conocer los retos que aún guarda Querejeta en su chistera. Porque proyectos seguro que almacena en su privilegiada mente a la espera de poder ejecutarlos. «Esto no acaba aquí», ha llegado a advertir.
EL AVAL
CAMPEÓN DE EUROPA Y
MÁXIMO ANOTADOR NACIONAL EN LA LIGA
NOTAS
8. Durante sus primeras temporadas en la máxima competición, el Baskonia luchó casi siempre por la permanencia. Un objetivo que logró hasta 1981, cuando protagonizó su único descenso. El destierro duró solo una temporada y el club azulgrana regresó en 1982 con los mejores.
9. La máxima competición nacional estuvo organizada por la Federación Española de Baloncesto hasta 1983, cuando los clubes decidieron organizarse por su cuenta en una asociación (ACB) y dar luz verde a la nueva Liga, que aspiraba a ser más profesional. Los empates dieron paso a las prórrogas y apareció la línea de tres puntos.
10. Precursor de la actual Copa Príncipe, el Trofeo Asociación se constituyó a mediados de los años 80, tras el nacimiento de la ACB, como aliciente para los equipos que caían en las eliminatorias por el título de Liga. El torneo otorgaba al campeón una plaza para la Copa Korac, tercera competición continental. El Baskonia ganó la primera edición tras superar al Zaragoza (93-85) en Villanueva de la Serena (Badajoz).
11. Essie Hollis fue la primera estrella internacional del Baskonia y uno de los más destacados extranjeros de la Liga española en su época. A finales de los 70 había jugado ya en el Askatuak, con el que llegó a ser el máximo anotador de la competición. Le hizo 63 puntos al Joventut en un partido.
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