Corte. Igor Marojević

Corte - Igor Marojević


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engrandecido su fama, no se tomaron nada bien la prematura irrupción de Boss en el mundo de las celebridades metzingenses, vivas o muertas.

      En lo cotidiano, el éxito de Hugo suscitó otro tipo de reacciones, siempre negativas, pues su nueva casa en la calle Kanalstrasse al lado del río, construida con hormigón, ladrillos y cristal, era unas quince veces mayor que las circundantes. En su exterior, durante la primavera y el verano, retozaban los jóvenes metzingenses al amparo de unos setos muy bien podados. Por otro lado, lo más bonito que tenían los vecinos en sus patios traseros eran colecciones de leños más o menos ordenadas. Hasta la irrupción en escena del artista Hugo Boss, las obras de arte más destacadas del pueblo eran las rústicas esculturas de botellas de vino y los racimos tallados en madera.

      De pronto, su amante lo abandonó. La periodista Karen Frost, veintitantos años más joven que Hugo Boss, no se veía con ánimos de pasar más tiempo con él. Aquella relación satisfacía cada vez menos a la chica de Stuttgart —de Frost ya hablaremos en detalle con un informe dedicado a ella—, porque tenía claro que su amante no se divorciaría nunca. Para poner tierra de por medio, Karen Frost acabó aquí, en Zemun. Por su parte, Hugo Boss comenzó a acusarla por el fracaso de la relación. Tristeza que trató de aliviar en compañía de Bräuchle, Stoll y un panadero originario de Metzingen, con quienes bebía abundantes cantidades de vino de la comarca, blanco o tinto, igualmente célebres en el mundo entero.

      Pero el destino le reservaba una nueva sorpresa, más desagradable si cabe. El caudillo del NDH,[**] Ante Pavelić, le envió una misiva en la que lo invitaba a visitar Zagreb por cuestiones de negocios. Al leer la invitación, el modista de Metzingen supo que la propuesta de Pavelić consistía en una estancia en la capital de su país para diseñar el nuevo uniforme de los ustachi, el ejército croata. Para el caudillo de Zagreb o Poglavnik se trataba de una cuestión de vital importancia, pues algunos periodistas serbios habían descubierto que los uniformes negros del ejército croata eran un burdo plagio de nuestro Allgemeine negro,[***] cuyo autor, y éste era el motivo de la invitación, era el mismo Boss. De modo que, para cerrarles el pico a los periodistas serbios, el Poglavnik pretendía que los soldados croatas dispusiesen, igual que los soldados alemanes, de su propia vestimenta Boss original, y no de una simple imitación.

      En su respuesta, el modista le hizo saber a Pavelić que lamentablemente sus problemas de agenda no le permitían viajar a Zagreb. En un nuevo despacho, el Poglavnik le propuso que recibiese en Metzingen a una delegación de los ustachi, oferta que Boss también rechazó.

      Sin embargo, de pronto se le ocurrió que Zagreb no debía de estar muy lejos de Zemun, donde sabía que se había instalado su examante Karen Frost. Así que le pidió a Martin Eberhard, ayudante suyo y encargado de reclutar a las trabajadoras extranjeras para la fábrica Boss, que le preparase un completo informe sobre Zemun. A Martin Eberhard semejante misión no le resultó complicada en absoluto, no en vano completaba su sueldo colaborando con la Gestapo. De modo que en poco tiempo lo puso en conocimiento de los datos básicos de Zemun.

      Zemun es una pequeña ciudad cercana a Belgrado que, desde abril del corriente año 1941, forma parte del Estado Independiente de Croacia, aunque la mayoría de sus habitantes son serbios… Según Eberhard, en Zemun los croatas nos temen, nosotros tememos a serbios (por ser la nación mayoritaria y porque sus cachorros suelen dedicar su tiempo a menesteres peligrosos y absurdos), y los serbios temen a los croatas porque, durante el último año les han obligado a llevar un brazal con la letra P –por pravoslavci, cristianos ortodoxos–, para distinguirlos a simple vista de la mayoría católico-croata, y han acabado con la vida de miles y miles de serbios, a menudo utilizando los cuchillos producidos en nuestra fábrica de Solingen… Los asesinatos colectivos parecen una vendetta desproporcionada, en respuesta a ciertos maltratos que los serbios infligieron a los croatas cuando vivían en aquel país común llamado Yugoslavia, y más atrás en el tiempo, Reino de los serbios, croatas y eslovenos… Pero no es muy habitual que esas matanzas ocurran en Zemun, donde gracias a un juego de tensiones y miedos mutuos, las tres naciones coexisten en una calma relativa. La administración de Zemun pasa periódicamente de manos croatas a manos serbias y viceversa. Por ejemplo, a principios de diciembre, Radio Zemun dejó de estar bajo control serbio y pasó a manos de la Asociación Croata de Programas de Radio. Ciertos cambios en la legislación comercial y aeroportuaria, así como en la emisora de radio, serían celebrados en el centro de Zemun con el primer desfile de uniformes pseudo Boss. Sin embargo, el encargado de las cuestiones industriales de la Administración Militar de Serbia (AMS), Franz Neuhausen, decidió que todos aquellos que se encontrasen en la zona de la AMS podían acudir en cualquier momento a su oficina, que seguiría teniendo su sede en el aeropuerto zemunense, y que los periodistas serbios de la emisora de radio local formarían su personal técnico.

      Así se lo hizo saber Martin Eberhard al señor Boss, a quien no le quedó claro prácticamente nada, aunque al final decidió viajar a Zemun. Saldría en busca de Karen Frost y se metería de lleno en el embrollo serbocroata.

      En lo que respectaba a sus negocios, Hugo Boss consideró que su partida no tenía por qué implicar un riesgo importante. A fin de cuentas, Boss era, junto con Fischer & Lohr y Emil Wuster, una de las pocas empresas de Metzingen que había crecido de forma notable en los últimos diez años. En cuanto a la supervisión y coordinación del trabajo, tenía mucha confianza en su mujer Anna y en su hija Gertruda, así como en el propio Eberhard. De modo que Hugo Ferdinand Boss mantuvo una larga conversación telefónica con Pavelić, le hizo saber que aceptaba el trabajo, y le comunicó que estaba dispuesto a pasar cierto tiempo en territorio administrativo del NDH. Sólo le puso una condición: no se instalaría en Zagreb, sino en Zemun. Aunque lo cierto es que ahora que por fin ha venido, no se descarta que ponga nuevas condiciones.

      «EL INVISIBLE» EN LA COMIDA DE GALA

      Publicado en El verdadero guarda fronterizo (Pravi graničar, Zemun), un periódico ilegal de ideología comunista.

      Mientras se comía una chuleta, el general de división nazi Franz Neuhausen se fijó en un joven barbudo que con mucha calma y cierto convencimiento devoraba los trozos de cerdo de la bandeja plateada.

      —¿Quién es ese joven? —preguntó el general de división en voz baja.

      —Es Novak Maričić, el nuevo traductor del señor Dangić. Las negociaciones sobre el este de Bosnia acabaron por agotar a sus intérpretes anteriores —le chivó en voz baja su traductora y nueva coordinadora de Radio Zemun, Karen Frost, de pelo largo y asquerosamente rubio.

      Neuhausen se volvió hacia el comandante del comité serbio J. S. Dangić:

      —Gracias a la ayuda de la Agregación militar alemana, los croatas no aceptaron su propuesta de que el este de Bosnia dejase de formar parte del NDH —dijo Neuhausen.

      —Pero hasta la fecha, sólo los alemanes y algunos nacionalistas serbios luchábamos contra aquellos cuya estrella, si hemos de confiar en el color, se sonroja ante sus propios usuarios —dijo Dangić—. El ejército del señor Vincetić —y señaló con la cabeza al vicecónsul del NDH en Belgrado, que no comía carne, pero bebía vino— es, en efecto, la única fuerza militar que no participa en la guerra. Señor Vincetić, si nos aliamos, no tendréis tiempo para la que viene siendo vuestra única ocupación: torturar y asesinar a los serbios sin motivo alguno… —y de pronto rompió a llorar.

      Novak Maričić tradujo sus palabras. Su alemán resultaba impresionante, tanto por la precisión como por las grandes lagunas en ciertos aspectos gramaticales. Afirmó que el vino era muy bueno. Acercando su silla a la de Neuhausen, Vincetić señaló con el dedo a Dangić y, acto seguido, a la botella de Asbach Uralt. Mencionó las uvas de la isla croata de Vis y reprochó algo al general de división. Karen intentó traducir sus palabras a Neuhausen, pero el general de división nazi negó con la mano.

      —Entonces, quizá lo más lógico sería que el Comité serbio colaborase en la operación con uniformes pseudo Boss —dijo Dangić, que al parecer hallaba tanto placer en guerrear que no le importaba con quién ni contra quién—. Al final, no es tan extraño que los que se odian trabajen


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