Círculo de lectores. Raquel Jimeno

Círculo de lectores - Raquel Jimeno


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12). Algunos de los más destacados clubes del libro, como el Club Français du Livre o La Guilde du Livre (asentado en la Suiza francófona), se inspiraron directamente en las técnicas de venta de los clubes americanos, cuya presencia estaba también asegurada por el control de filiales francesas, como Sélection du Livre o Time Life (Fouché, 1998: 119).

      Se considera a la Sélection Sequana el primer club del libro francés, fundado en 1924, por René Julliard y Louis Mouilleseaux, quienes crearon un comité de lectura encargado de elegir la lista de libros que se ofertaría a los abonados. Sin embargo, como ya hemos dicho, la mayoría de los clubes del libro franceses se fundarían tras la Segunda Guerra Mundial. Uno de los más antiguos y relevantes sería el Club Français du Livre, creado en 1947 por Jean-Paul Lhopital y Stéphane Aubry. De los 14.000 socios iniciales, en diez años consiguió llegar a los 300.000, por lo que en aquella misma época se dio una proliferación de fórmulas similares, en busca de su mismo éxito: el Cercle du Bibliophile, el Club du Livre du Mois (fundado en 1949 por Louis Guérin y Claude Tchou) o el Club de L’Honnête Homme (1958-1994).

      Las librerías, temerosas de la competencia, lanzaron a su vez el Club des Libraires de France (1953-1966) y el Libre-club du Li­braire (1945-1975). Según Parinet, estos primeros clubes trataban de ofrecer a un público de jóvenes profesionales, que deseaban construir su propia biblioteca, una selección de obras de calidad y ampliamente conocidas, con una presentación que cuidaba todos los aspectos materiales del libro (tipografía, formato, ilustraciones, portada) y una concepción gráfica unitaria e individualizada para cada ejemplar, de ahí la variedad visual y la calidad artística, a cargo de grafistas como Pierre Faucheux para el Club Français du Livre y posteriormente para el Club des Libraires de France; Jacques Darche y Jean Daniel para el Club Français du Livre, o Massin para el Club du Meilleur Livre (2004: 391-392).

      Fundado en 1952, el Club du Meilleur Livre siguió el modelo de La Guilde du Livre: reclutar representantes, llamados légués culturels, encargados de promocionar las ventajas del club, buscar nuevos clientes y organizar grupos de animación, que quedaban bajo la responsabilidad de socios activos, llamados correspondants. Estos délégués disponían de un salario fijo, además del pago de los gastos ocasionados por sus desplazamientos y actividades, y puede observarse una relación directa con los llamados promotores de Círculo.

      El éxito inicial de los clubes del libro franceses disminuyó a partir de mediados de los años sesenta. Según Parinet, esto fue a consecuencia de la difusión del libro de bolsillo (que en su momento también afectaría a Círculo en el caso de España), así como de la adopción, por parte de las editoriales, de las innovaciones gráficas que los clubes habían aportado, al quedar demostrado su poder de atracción sobre el público (2004: 393). Además, dado el volumen alcanzado por los principales clubes, se hizo necesario un cambio de planteamientos al entender que, si se pretendía conquistar un nuevo público y hacer entrar al libro dentro de un consumo de masas, era necesaria una mayor especialización y el desarrollo de técnicas comerciales, con las consiguientes infraestructuras logísticas e inversiones financieras (Cerisier, 2000: 22). Por ello, estos clubes comenzaron a asociarse con grandes grupos del sector, como Hachette.

      También a finales de los años sesenta, y tras el éxito obtenido con los clubes del libro en Alemania, el grupo editorial Bertelsmann comenzó a extenderse por otros países de Europa (Gran Bretaña, Italia, Países Bajos, y también España, como veremos más detalladamente con el caso concreto de Círculo de Lectores). En Francia, buscó asociarse con algún grupo que dispusiera de los derechos de reproducción de un número importante de títulos que ya hubieran tenido éxito de público, con lo que pretendía seguir la fórmula puesta en marcha en Alemania, de venta por correspondencia de obras ya publicadas y comercializadas en librerías (Fouché, 1998: 131). Finalmente se asociaría con la editorial Presses de la Cité, partiendo de un reparto de beneficios del 50 %.

      Durante los años setenta, la función de los clubes se centró en la elección, la ampliación y la transformación de las estrategias comerciales (Mollier, 2007: 188). La fundación de France Loisirs en 1970, a partir de la asociación entre Bertelsmann y Presses de la Cité, y la creación del Club pour Vous, a cargo del Livre de Paris (filial de venta directa de Hachette) hicieron, con su estrategia comercial, que la fórmula del club se distinguiese cada vez más claramente de otras empresas y de tipos de venta directa. Clubes especializados, como el perteneciente a la editorial canadiense Harlequin, consiguieron copar la mayor parte de la demanda de un determinado sector, como sería la novela sentimental en este caso, desde finales de los años setenta y, sobre todo, durante los ochenta. También durante esta época, clubes dedicados a la edición de bibliofilia, como Éditions François Beauval, el Cercle du Bibliophiles o la Librairie Jules Tallandier, centraron su estrategia en mensajes publicitarios que garantizaban la calidad en la reproducción y ensalzaban los valores de una edición artesanal, clásica y lujosa (Mollier, 2007: 159).

      En 1969 surgió asimismo una nueva colección del Club Français du Livre: Le Grand Livre du Mois, en colaboración con la editorial Robert Laffont y Claude Tchou, que seguía el modelo americano del Book-of-the-Month Club. Tras asociarse con la editorial Albin Michel, Le Grand Livre du Mois se convirtió en sociedad anónima en 1977 y se dedicó principalmente a la venta por correspondencia de la Enciclopaedia Universalis. Afianzó, a su vez, su inversión en marketing con el fin de lograr una mayor fidelización por parte de los socios, así como un aumento de la demanda de libros. En 1989 se transformaría en un holding, GLM S. A. Así, el club consiguió modernizar su producción y sus técnicas de venta para integrarse en el mercado francés del libro a través de un tipo de coedición cuyos riesgos eran compartidos, y consiguió además desarrollar una imagen y una clientela propia (más culta, joven y urbana), así como una red de productos complementaria a la de venta de libros (Cerisier, 1997: 158).

      A lo largo de las siguientes décadas se dio, como no podía ser de otra manera, una adaptación a los avances tecnológicos, con la incorporación de bases de datos digitalizadas y el desarrollo de nuevas formas de interacción con el lector. En este aspecto, las posibilidades que ofrece Internet no pueden ser eludidas, y la mayor parte de los clubes han acabado incorporando la opción de realizar pedidos a través de su página web. El poder de intervención de los internautas sobre la creación de contenidos en la red ha favorecido la creación de foros, blogs y demás formas de compartir opiniones y lecturas. Todos estos nuevos elementos dejan obsoleto el concepto inicial de club, y por ello estas empresas deben adaptarse a las nuevas formas de comunicación e intercambio en el plano virtual. Esta situación es general en el panorama internacional de clubes del libro. Veremos, en el caso de Círculo de Lectores, cómo además de emplear los recursos de comunicación directa con el socio que ofrece Internet existió un compromiso con el desarrollo de la lectura digital, a través de la plataforma Booquo (actual Nubico) y la editorial Arrobabooks.

      Pero estas formas de crear comunidad sobrepasan los límites de Internet. Jean-Yves Mollier aporta datos como la existencia de 5.000 asociaciones de este tipo en Gran Bretaña, 50.000 en Es­tados Unidos, guiadas por programas televisivos (Richard and Judy’s Book Club, Oprah’s Book Club), una sitcom humorística o revistas como BookBook en los Países Bajos, y demuestra con ellos que el potencial de los clubes del libro tiene cabida en el futuro (2007: 202-203).

      Así pues, los clubes del libro comerciales rompen el esquema tradicional de la mediación editorial, al tratar de lograr un vínculo directo con el socio que suprima la cadena de intermediarios comerciales (aunque se dé la paradoja de que buena parte de dichos clubes basen este “vínculo directo” en la venta por correspondencia). Su éxito dependerá, como es lógico, de la capacidad de conseguir una oferta


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