Círculo de lectores. Raquel Jimeno
cultural, propiciadores del intercambio de inquietudes intelectuales y literarias, a la vez que prescriptivos con las lecturas compartidas por sus miembros, y que se erigieron en centros aglutinantes de capital político y simbólico. Por otro lado, las bibliotecas circulantes y los gabinetes de lectura, creados en el siglo XIX con el fin de facilitar el acceso a los libros a aquella parte de la población que no podía costearse la compra de ejemplares, conllevaron asimismo el surgimiento de espacios comunitarios donde comentar lecturas e intercambiar opiniones. Estas formas de acceso a la lectura entrarían en declive con la difusión de nuevos formatos, como el folletín y la novela por entregas, los que, bajo la influencia de la prensa periódica, distribuyeron entre el público novelas que permitían el pago de manera fragmentada, así como la previsión de la demanda, lo cual favorecía tanto a los editores como a lectores. Por su parte, las colecciones de novelas cortas, surgidas a comienzos del siglo XX, promovieron un tipo de público lector en el que se buscaba, sobre todo, la fidelización, de la misma forma que harían los clubes del libro en su momento.
Paralelamente, se desarrollaron durante el siglo XIX clubes de lectura con una estructura más definida, a modo de cooperativas que permitían la compra y el aprovechamiento de varios ejemplares, junto con la puesta en común de intereses artísticos y literarios. De ellos surgirían unos valores de comunidad que conllevaron, en algunos casos, un componente de lucha por los derechos sociales. Estos valores de comunidad serían empleados posteriormente por los clubes del libro como instrumento de fidelización y de difusión cultural. En el caso de Inglaterra, fue la bibliofilia la principal motivación que suscitó este tipo de asociaciones. Por su parte, en los Estados Unidos posteriores a la Guerra de Secesión, los clubes de lectura y los de mujeres negras en particular, como el Woman’s Era, serían empleados como herramienta de concientización y plataforma de reivindicación de derechos y mejoras sociales.
La gestación de un modelo: Alemania y los Estados Unidos
El origen de los clubes del libro con función comercial es controvertido, ya que existe una polémica que discrepa entre un inicio alemán o estadounidense. Joel Berreman defiende su origen norteamericano y William Rose Benét afirma que Benjamin Franklin organizó la primera biblioteca por suscripción en las colonias en 1731, lo que constituye el antecedente del sistema de los clubes del libro actuales (cit. en Lee, 1958: 14).
Por otro lado, la tesis del origen alemán está sustentada por numerosos autores. Puede considerarse como antecedente de los clubes del libro alemanes la Allgemeiner Verein für Deutsche Literatur, fundada en Berlín en 1873 bajo el patrocinio del duque Karl Alexander de Sajonia y el príncipe Georg de Prusia, con el fin de promover la literatura y el arte alemanes. Dirigida por Heinrich Albert Hofmann, se proponía ofrecer a sus socios un catálogo de obras de destacados autores nacionales en una edición de calidad y a un precio rebajado, a cambio de una cuota anual.
Lo que es indiscutible es la importancia de la República de Weimar alemana para el desarrollo de dichos clubes, a consecuencia de la inflación y la crisis económica tras la Primera Guerra Mundial. Puede verse en las características de estos clubes el germen de los rasgos que posteriormente serían desarrollados por otros que surgirían en Alemania y en el resto del mundo: la exclusividad de las ediciones, el afán por la buena presentación de estas como marca de revalorización frente a otras en el mercado, el compromiso de compra obligatoria por parte de los socios, así como la distribución periódica de un boletín-catálogo. Según Françoise Richaudeau, la oferta de clubes como el Volksverband der Bücherfreunde (fundado en Berlín en 1919) o el Deutsche Hausbücherei (fundado en 1923) se basaba en un catálogo de ediciones originales o reediciones, de venta exclusiva para los socios, en el que se ponía un especial cuidado en la presentación de los libros, que se vendían a un precio más bajo que el de las librerías. Los socios se comprometían a comprar un número mínimo de libros durante un determinado período de tiempo (cit. en Fouché, 1998: 119).
En 1924 se fundaron dos de los clubes que tendrían una mayor relevancia en el panorama alemán: Deutsche Buchgemeinschaft y Büchergilde Gutenberg. Ambos concedieron importancia a la factura material y a la buena presentación de los ejemplares, aunque el último nos interesa especialmente como precedente de la posterior labor de Círculo de Lectores en el terreno del libro ilustrado, ya que el Büchergilde Gutenberg se especializó en libros de arte e ilustración, con una continuidad de funcionamiento hasta el momento actual. Otro importante paralelismo con Círculo, en el que además el club español puede considerarse precedente y exportador del modelo, es el hecho de que, en 2002, el Büchergilde Gutenberg creó su propia editorial, Book Guild, con el fin de dar salida a su producción propia en el mercado general del libro, como había hecho Círculo con la editorial Galaxia Gutenberg en 1994.
En cuanto al desarrollo y evolución en los Estados Unidos, fue en este país donde los clubes demostraron una mayor capacidad de arraigo y expansión, así como una renovación más profunda del comercio del libro. Este poder de difusión se debió tanto a las dimensiones territoriales del país como a una red de librerías y bibliotecas más deficitaria que la de los ejemplos europeos en proporción al territorio que debía abarcarse. Es clave la fundación del Book-of-the-Month Club por Harry Scherman en 1926, no solo por el alcance de la proyección que logró dentro del país, sino también por ser pionero en explotar una serie de recursos frecuentemente empleados por otros clubes posteriores. El Book-of-the-Month Club se dirigió a un público muy similar al que se orientaría Círculo de Lectores en su momento, y coincidieron ambos en una época de consolidación de la clase media por la que un nuevo público lector aspiraba a una mejora social a través de las inquietudes culturales, a la vez que aquella parte de potenciales socios con profesiones liberales buscaba, mediante su suscripción al club del libro, una consolidación de sus valores de promoción social a través de la mejora personal y del perfeccionamiento intelectual.
Es necesario remarcar que el ámbito del club del libro tenía una trascendencia mayor a la de ser una mera técnica comercial. El Book-of-the-Month Club no sería una excepción a esta premisa, pues desde el primer momento realizó un esfuerzo por consolidar el sentido de comunidad. Si bien el club estadounidense compartió con Círculo de Lectores la labor de concientización de cultivar competencias culturales y habilidades personales como vía de mejora social, el sentido de comunidad se refuerza en este caso mediante la adquisición de valores comunes a través del contacto directo entre socios, llevado en ocasiones al extremo de que los socios ofrecieran su propio espacio privado para reuniones del club,(3) mientras que en el caso de Círculo se llevarían a cabo estrategias más elaboradas.
El “libro del mes”, así como una lista alternativa de títulos, era escogido por un jurado de cinco miembros, elegidos entre destacados escritores y críticos estadounidenses. Sus comentarios sobre los títulos elegidos eran recibidos por los socios en un boletín mensual y, en caso de que el socio no escogiera uno de ellos o enviase una carta rechazando el pedido, el “libro del mes” era enviado sistemáticamente, mediante el llamado sistema de opción negativa. A su vez, el club adaptó al mundo editorial campañas publicitarias que en un principio habían sido empleadas por empresas de otros sectores, como el alimentario o el de limpieza, que sirvieron de catalizador en la reorganización de la producción cultural y literaria que había comenzado en las últimas décadas del siglo XIX. Dicho proceso tuvo como consecuencia que la llamada alta cultura y la cultura popular difuminasen sus límites, dando lugar a la llamada “cultura media” (middlebrow culture), con el Book-of-the-Month Club como su mayor representación, al constituirse en un espacio permeable capaz de desafiar, según Janice Radway, el doble discurso de valor que había servido para fundamentar el humanismo occidental moderno durante doscientos años o más (1997: 153).
El éxito inmediato del Book-of-the-Month Club (de 465.000 socios en 1926 a 767.000 en 1945, con más de 200 millones de libros distribuidos entre 1926 y 1966) provocó la aparición de numerosos clubes que siguieron su modelo, como el Literary Guild, fundado por Samuel W. Craig en 1927. En 1948, unos sesenta clubes estaban operativos en los Estados Unidos (Lee, 1958: 13), de los cuales 23 fueron asimilados por sus competidores hacia 1953, y en su lugar surgieron 53 nuevos clubes. Entre todos ellos ofrecían una variedad de especialización muy diversa, desde clásicos de la literatura hasta