El juego de la seducción. Martín Rieznik

El juego de la seducción - Martín Rieznik


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de esta segunda edición. Esa era la deuda más grande que teníamos con nuestros lectores. Afortunadamente, tuvimos la oportunidad de escribirlo nuevamente. ¡Ahora tenemos El juego de la seducción para rato!

      Por último, queremos aprovechar este prólogo para felicitar a todo el que haya llegado hasta aquí leyendo. ¿Por qué? Porque el solo hecho de proponerse leer este libro proporciona dos ventajas enormes sobre la mayoría de los hombres: saber que la seducción es una habilidad que puede perfeccionarse y acceder al material perfecto para desarrollarla. ¡Ahora, a disfrutarla!

       Martín Rieznik

      1 de marzo de 2021

      Lo que nunca nos enseñaron

      Nunca nadie nos enseñó esto. Somos hombres, nos gustan las mujeres. Se supone que de algún modo hemos podido arreglarnos, después de transcurridas tantas generaciones. De hecho, ninguno de nuestros ancestros murió virgen. Por lo menos en una ocasión, ellos lograron descifrar el entramado de códigos que permite generar atracción en una mujer. Ya sea para pasar el rato, compartir proyectos de vida, disfrutar del sexo, amar o dejar progenie, seducir nunca fue un acto recreativo, sino más bien una necesidad trascendental. Los genes de aquellos que no fueron capaces de seducir a una mujer se extinguieron de la faz de la tierra.

      La sociedad da por supuesto que todos, en algún momento de nuestras vidas, lograremos atraer a la mujer que queramos y alcanzaremos el aclamado final feliz. Hollywood dictamina que vivir es algo así como una historia romántica, en donde el protagonista, bastante torpe en un principio –planteado así para generar empatía en nosotros– logrará conquistar a la mujer más hermosa y, de paso, descubrirá también ciertos superpoderes secretos que lo convertirán en la última versión de El Héroe.

      ¿Qué pasaría si esto no fuera así? ¿Qué sucedería si este final feliz nunca llegara? ¿Qué ocurriría si las mujeres que anhelamos para ese happy end no se sintieran seducidas, a causa de nuestra falta de habilidad? No hay respuestas para esto. Al menos, aún no existe ninguna socialmente aceptada. Es así como pasamos nuestra adolescencia y juventud aprendiendo a fuerza de voluntad, prueba y error. Improvisando, golpeándonos una y otra vez contra la misma pared. Vivimos mirando mujeres, deseando estar con ellas, queriendo que formen parte de nuestro estilo de vida; fantaseamos con lujuria, jacuzzis, yates y tríos. Pero todo eso parecería estar reservado a los campeones del mundo o a las estrellas famosas de la TV. Paulatinamente, notamos que los sueños son solo eso y que son pocos los hombres que llegan a colmar sus aspiraciones de éxito con las mujeres. Nos resignamos a no ser Brad Pitt, pero a un precio muy alto. Podríamos decir que prácticamente todos los hombres desearían mejorar su capacidad de seducción, si se les brindara la oportunidad de hacerlo. El punto es que, hasta ahora, nadie lo ha hecho. Nadie ofreció una respuesta real a quienes querían una guía para perfeccionarse. Hasta ahora, la mejor respuesta ha sido la resignación. El conformismo.

      No siempre fue así, pero hoy la seducción parece ser el nuevo tabú. Uno cool, posmoderno, de los pocos que quedan. La monogamia obligatoria del “hasta que la muerte nos separe” se extinguió. Tener relaciones antes del matrimonio ya no es un pecado. Los derechos de los homosexuales –incluso los de casarse y tener hijos– comienzan a ser una realidad cotidiana en muchos países. La educación sexual aspira a ser un estándar educativo. Y, sin embargo, algo no encaja, pues la única educación sexual que hemos tenido a lo largo de nuestros primeros años consistió en una patética demostración de cómo colocarse un preservativo sin que se rompa. Y no es que sea un dato inútil, pero es casi la única información que nos han dado acerca de cómo relacionarnos entre hombres y mujeres. Esta es la prueba fehaciente de que la seducción sigue siendo un tabú. Convivimos en silencio con esta realidad y con la cantidad de prejuicios que giran a su alrededor. Sigue siendo más fácil hablar de preservativos, de zonas erógenas o de telenovelas. La desinformación acerca de la seducción es la regla.

      Si observamos nuestras vidas, veremos que hemos dedicado la mayor parte del tiempo a trabajar, a estudiar largas carreras universitarias (con mayor o menor éxito), a desarrollar grandes emprendimientos (a cargo de nuestras propias empresas o tal vez como parte fundamental de las de otros) y hasta hemos tenido tiempo para aprender toda clase de habilidades (desde andar en rollers o tocar la guitarra hasta practicar yoga o hacer alpinismo). En algunas de estas actividades hemos descubierto grandes pasiones, así es que algunos de nosotros somos diseñadores o artistas y otros, hombres de campo o de negocios.

      Hemos logrado tener un gran control en casi todas las facetas de nuestra vida y, sin embargo, hay una en la que siempre nos hemos movido a ciegas. Guiados por cierta intuición, como principiantes, comenzamos de cero una y otra vez ante cada intento fallido o ciclo cumplido. Por rachas, como quien diría. Nunca satisfechos del todo con nuestra vida sexual, querríamos mejorar en cantidad pero también en calidad. Desearíamos poder elegir con quién estar; contar con la habilidad de ser ese hombre por el que todas suspiran. Seducir es, por definición, una necesidad: una sensación de carencia unida al deseo de satisfacerla. Sin embargo, nos han hecho creer lo contrario. Nos han dicho que la seducción es un lujo que solo está al alcance de unos pocos iluminados; que es el patrimonio exclusivo de los hedonistas.

      Una necesidad básica

      Nosotros, en cambio, consideramos que seducir es una necesidad básica. Sabemos que un hombre no puede sentirse exitoso en la vida si no está a gusto en su relación con las mujeres. Y esto también vale en sentido contrario: cuando un hombre se sabe exitoso con las mujeres, despliega sus alas para lograr su máximo potencial en los demás aspectos de la vida. Todos nacemos con ese derecho. No hay razón para negarle esta posibilidad a nadie. No hay razón para negárnosla a nosotros mismos.

      Este es el punto en el que coincidimos todos los hombres. Allí reside la respuesta a la pregunta que suelen formularnos: “¿Cómo llegaron a este libro?”. Y aunque la contestación pueda parecer dispar, tanto quien lo lee como los que lo escribimos transitamos ese mismo camino: el de mejorar nuestras vidas y adquirir los conocimientos y habilidades necesarias para lograrlo. Y, ¿para qué negarlo? La relación con las mujeres es uno de los componentes más importantes entre los que hacen a nuestra felicidad. Por eso, he aquí una advertencia: el contenido de este libro cambiará tu vida para siempre. El poder que contienen sus páginas es inmenso. A veces, toda nuestra existencia queda delimitada por pequeños grandes momentos. Este es uno de ellos.

      Nuestra revelación llegó la noche de un día como cualquiera. Al tomar en nuestras manos aquellos primeros libros sobre la ciencia de la seducción, dimos uno de los pasos más importantes en la vida de cualquier hombre; uno que nos daría una ventaja considerable sobre todos los demás. Mientras los canales de televisión se dedicaban a proyectar documentales sobre la atracción y reproducción de los peces samurái o los rinocerontes de cuello blanco, nos enteramos de que existía un sinnúmero de investigaciones y muy buena información acerca de la seducción entre seres humanos. Descubrir esto nos cambió la vida. Entonces, invertimos años en absorber todo ese conocimiento vital. El interés se convirtió primero en una pasión y luego en LA pasión, cuando finalmente, tras largos años de dedicación, devinimos expertos en la materia. Hemos estudiado científicamente la seducción durante los últimos veinte años de nuestras vidas. En 2008 fundamos LevantArte, la primera academia de Latinoamérica dedicada al estudio y la divulgación de las dinámicas sociales aplicadas a la seducción. Los testimonios de más de 20.000 hombres que han pasado por nuestras aulas demuestran empíricamente cómo, sobre la base de un éxito social, sexual y amoroso, un hombre puede desarrollar al máximo su potencial con las mujeres. Nos consta que hemos cambiado muchas vidas. En primer lugar, las nuestras; luego, las de nuestros mejores amigos. Lo que jamás hubiésemos podido imaginar es que este conocimiento nos conduciría al punto de nuestras vidas en el que estamos actualmente.

      Rebobinemos algunos años

      Hasta ahora, nadie nos enseñó a seducir. Somos hombres. Nuestros padres también lo son, al igual que nuestros abuelos. Seguramente, nuestro padre jamás recibió del suyo un consejo útil acerca de mujeres y él repitió el mismo error con nosotros. No podemos culparlos. Simplemente, ningunos de ellos sabía cómo hacerlo. Por otro lado,


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