Historias cortas, de poder, de amor y de tragedia. Jorge Osvaldo Bazán
años después, el 23 de marzo de 1942, Regina vivió su día más triste, cuando un infarto puso fin a la vida de Marcelo, a los 74 años. En diálogo con sus correligionarios, ya les había dicho que estaba “con un pie en la tumba”. Se sentía mal, se sentía morir. Fue velado en la Casa Rosada, por pedido de su esposa. Antes, habían tenido ese privilegio Bartolomé Mitre, Quintana y Pellegrini (los tres fallecidos en 1906), Roque Sáenz Peña (muerto en el cuarto año de su mandato en 1914), y Julio A. Roca que falleció en octubre de ese año.
Estando en ejercicio de la presidencia, Marcelo había donado 40 hectáreas de su propiedad para que se creara en el viejo partido de Las Conchas, hoy Tigre, un pueblo que pasó a llamarse “Don Torcuato”, que con el tiempo se convirtió en un lugar de residencias magníficas de descanso familiar. Allí se construyó “Villa Elvira”, la casa que habitaran los Alvear hasta el final de sus vidas. Allí también transcurrieron los últimos días de los 94 años que vivió Regina, después de 23 años de viudez. Por ello, cada día 23 (de doble significado) ella visitaba la tumba de Marcelo en el cementerio de La Recoleta, con un ramo de rosas blancas como aquellas que habían engalanado los teatros de Europa. Cuentan que luego de cada visita, invitaba a almorzar al anciano cuidador de la Recoleta, en señal de gratitud. Durante sus últimos años era visitada por Elena Faggionato, esposa del Presidente Frondizi, y por la esposa del Presidente Illia, Silvia Martorell.
Regina falleció el 18 de septiembre de 1965. Sus restos fueron velados en la Casa del Teatro. Su féretro fue llevado a La Recoleta, donde permaneció en el suelo del panteón familiar durante dos años, hasta que alguien lo ubicó en el nicho contiguo al de Marcelo.
Una importante localidad del departamento General Roca del alto valle del Río Negro lleva el nombre de “Villa Regina”, en honor a Marcelo que en 1924 había firmado el decreto de creación de la colonia (Río Negro fue territorio nacional hasta 1955), que poco tiempo después se colmaría de inmigrantes italianos a causa de la Primera Guerra Mundial. Un justo homenaje a la ilustre señora que conquistó el corazón del dandy más famoso de la época, con el cual construyó una de las mejores historias de amor jamás contada.
La denominación de Guerra de la Triple Infamia a la contienda que involucró a Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay entre 1864 y 1870, surge como una posición ideológica concreta y de otros escritores como José Pablo Feinmann, frente al imperdonable genocidio.
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2.- Fidel, Marita, Dalita y las otras
“Asomaba a tus ojos una lágrima y a mis labios una frase de perdón, más, habló el orgullo y se enjugó tu llanto...
Y la frase en mis labios expiró”.
Gustavo Adolfo Bécquer
En el instante en que Fidel Castro Rus cayó preso luego del fallido ataque al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, ocurrido el 26 de julio de 1953, el joven abogado creyó que sus sueños revolucionarios tal vez desaparecieran frente al pelotón de fusilamiento. Pero el hecho de estar casado con Mirta Balart Gutiérrez, hermana de Rafael Diaz Balart, por entonces Subsecretario del Interior del gobierno del dictador Fulgencio Batista, le salvó la vida. Así y todo, la separación de su primera esposa sería sólo un episodio menor de la agitada vida política y sentimental que le aguardaba.
Fidel era hijo de un prominente empresario azucarero de origen español, que había tenido otros seis hijos con Lina Rus, una de sus empleadas domésticas que vivía en una humilde casa cercana. Si bien luego de separarse de su primer esposa Don Ángel Castro se casó con Lina, durante mucho tiempo Fidel tuvo que soportar el mote de “bastardo”, hasta que pudo llevar el apellido paterno. En 1945, ese cubano casi desconocido, estudiante de derecho en la Universidad Nacional de La Habana, imbuido de una mística revolucionaria que lo llevó a liderar el centro de estudiantes de su facultad, comenzó a soñar con aventuras casi utópicas, como el intento de derrocamiento del dominicano Rafael Trujillo en 1947, y a participar un año después, del “Bogotazo” tras el asesinato del líder liberal colombiano Eliezer Gaitán. Ello no impidió su casamiento con Mirta, atractiva veinteañera en 1948. Como luna de miel, durante tres meses viajaron a Miami y Nueva York. La unión iba sobre ruedas, y a los 11 meses vino al mundo Ángel Fidel Castro Díaz Balart. Todo hacía suponer que a la novel pareja les aguardaba un futuro dorado, sin complicaciones económicas. Fidel se graduó en 1950, y abrió un pequeño bufete. Entró de lleno al Partido Revolucionario Auténtico que lo nominó para una candidatura al Congreso, para las elecciones que debían llevarse a cabo en junio de 1952, al término del mandato de Carlos Pío Socarrás. Pero el golpe de estado de Fulgencio Batista cambió todos los planes. Radicalizado, tratando de organizar un levantamiento popular, comenzó el largo trajinar que tuvo para él un final más que feliz. Por el lado del ex- sargento devenido en presidente, ya estaba entregado en cuerpo y alma no sólo a los capitales foráneos, mayormente norteamericanos sino también a la propia mafia, que había iniciado sus actividades en el pequeño país a principios de 1920, compuesta por cuatro “familias”, todos organizados bajo la supervisión de Meyer Lansky, que en la película “El Padrino” está representado como Hyman Roth, y todos recordarán la escena de la terraza del hotel de La Habana, donde corta la torta con la que celebra su cumpleaños acompañado por Michael Corleone y otros caciques.
En 1952 Fidel tuvo otro romance fugaz y secreto con Natalia Revuelta, una activista socialista muy involucrada en la revolución, que quedó embarazada de una niña que llamaron Alina, que en su juventud renegara de su padre y que luego viajara a Miami, donde se cambió de nombre y comenzó a conspirar furiosamente contra el castrismo.
Casi al mismo tiempo, Castro se involucró con María Laborde, y nació Jorge Ángel, químico de profesión que prefería el anonimato, y que hizo público el vínculo con su padre muchos años después.
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