Historias cortas, de poder, de amor y de tragedia. Jorge Osvaldo Bazán

Historias cortas, de poder, de amor  y de tragedia - Jorge Osvaldo Bazán


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y mal armados intentaron lo imposible, y fueron derrotados y la mayoría aniquilados, en la primera acción revolucionaria que marcaría la posterior caída del dictador. Castro fue apresado y condenado a 15 años de prisión. La mafia le pidió a Batista un escarmiento ejemplificador, y hasta el fusilamiento de Fidel, pero la oportuna mediación de los Díaz Balart logró una amnistía en 1955, de la cual se arrepentirían cuatro años más tarde. Después del ataque al Moncada, y tal vez al enterarse de la relación de Castro con otras mujeres los padres convencieron a Mirta de poner fin a la relación y el matrimonio se separó.

      Fidel viajó a México, donde conoció al “Che” Guevara y organizó su regreso para la toma del poder. Contaba por entonces con 29 años.

      El 2 de diciembre de 1956, después de haberse organizado y planificado el regreso a la isla en el exilio mexicano, el maltrecho y viejo yate “Granma”, que apenas se mantuvo a flote con 86 revolucionarios, recaló en Cuba iniciando la acción militar que culminaría con la toma del poder el 1° de enero de 1959, frente a un ejército desmoralizado, sin jefe, (fugado al exterior con las alforjas llenas de dólares), que por lo menos los quintuplicaba en cantidad de efectivos. Cuatro meses después de la hazaña, Fidel llegó a Nueva York y durante los cinco días que estuvo, fue aclamado como un héroe conquistador; era tan grande como Elvis Presley, lo comparaban con George Washington, y las mujeres quedaban embelesadas, para ellas era la reencarnación de Rodolfo Valentino.

      (Diario Daily News- Nueva York).

      Mirta, alejada ya de su pequeño hijo se enfrentó definitivamente con Fidel al casarse con Emilio Nuñez Blanco, un acérrimo enemigo de la revolución y terminó por autoexiliarse en España, donde rehizo su vida.

      El enamoradizo comandante, según muchas versiones, tuvo otro devaneo con Celia Sánchez Manduley, una oficial valiente que con arrojo se plegó a la revolución desde el desembarco del Granma y que fue muy querida por toda la plana mayor del Movimiento 26 de julio. En Cuba recuerdan que cuando el yate se aproximaba a la costa, ella logró infiltrarse disfrazada (con una falsa panza de embarazada) dentro de las tropas de Batista para obtener información vital que salvó muchas vidas. Fue de hecho la primera mujer que integró el Ejército Rebelde, y su presencia se volvió indispensable. A propósito, en 1957 Raúl Castro le escribe: “Tu te has convertido en nuestro paño de lágrimas más inmediato y por eso todo el peso recae sobre ti. Te vamos a tener que nombrar madrina oficial del Destacamento.” Era cinco años mayor que Fidel, y se ganó el derecho de ser la Secretaria Ejecutiva del Consejo de Ministros y miembro especial del Partido Comunista Cubano.

      Y aquí volvemos a los amoríos. Cuando Marita Lorenz murió el 31 de agosto de 2019, por un infarto, se llevó para siempre el secreto que mejor guardó: Qué fue verdad y qué no en la vida legendaria que siempre contó que tuvo. Nacida en Bremen (Alemania) en 1939, del matrimonio de un capitán de barco alemán y una actriz estadounidense muy vinculada a los servicios de inteligencia de E.E.U.U.

      En plena segunda guerra mundial, su padre Heinrich hizo conexión con grupos de contrainteligencia franceses. Al ser descubierto, los nazis recluyeron a toda la familia en el campo de concentración de Bergen-Belsen. Poco tiempo después, a los siete años, Marita sería violada por un oficial norteamericano. Al término de la contienda mundial Heinrich Lorenz, fue contratado como capitán de un lujoso crucero de pasajeros llamado “Berlín IV”, que llegó a La Habana en febrero de 1959, a poco más de un mes de la huida de Fulgencio Batista de la isla, y de la toma del poder por los revolucionarios. Antes de anclar en el puerto, el líder cubano se aproximó al buque, a bordo de una lancha repleta de hombres armados. El propio Fidel pidió subir a bordo, lo cual fue aceptado de inmediato.

      Aquí sigue el relato de Marita:

       “Me fijé en el mayor de ellos, que fumaba un puro y le pregunté que quería. Subir al barco para verlo me contestó. Y yo le dije de acuerdo, suba. Estaba subyugada. Fidel desprendía una fuerza seductora terrible”.

       “Estás en territorio alemán le dije, pero me respondió: Sí, pero las aguas son cubanas”.

      “Me preguntó dónde quedaba mi camarote. Una vez allí, tras abrir la puerta, me empujó al interior, me atrajo hacia él, me abrazó y me besó. Ese fue el primer beso de un hombre. Yo tenía 19 años”.

      Una semana después, Marita estaba en Nueva York, y Fidel le telefoneó pidiéndole que volviera a La Habana. Allí se hospedó en una lujosa suite del Hotel Habana Libre, que había sido inaugurado el 19 de marzo de 1958 como parte de la cadena Hilton, siendo expropiado y rebautizado por la revolución. Al poco tiempo Marita quedó embarazada, pero tras un confuso secuestro, que no se supo nunca cómo había ocurrido, ni quienes lo llevaron a cabo, supuestamente abortó, aunque algunas fuentes afirman que el bebé, un varón, fue alejado de su madre y criado lejos de ella.

      La cuestión es que quedó muy afectada después de ese episodio, y de hecho la pareja se separó. Marita volvió a los Estados Unidos, donde la CIA le mostró fotos de un feto muerto alegando que eran los restos del bebé abortado, culpando a Fidel del fatal desenlace. Existen indicios y afirmaciones de muchos periodistas, como es el caso del ruso Dmitry Lijanov que confirma que ese niño nacido en forma prematura en realidad no falleció y que se llamó Andrés.

      La cosa es que despechada por el líder de la revolución, y confundida por las continuas presiones, se alistó en la Brigada Internacional Anti-Comunista, que funcionaba en Florida, siendo contactada por los grupos anticastristas, que buscaban desesperadamente alguna forma de asesinar a Fidel. En eso también andaba el mafioso de Miami Sam Giancana que confesaba haber perdido más de cien millones de dólares con la caída del régimen de Batista y su entorno, que habían hecho de la isla un país donde las multinacionales norteamericanas hacían su agosto, con el alcohol a raudales, el juego, la prostitución y el lavado de dinero. Todo lo cual se acabó con la llegada de Fidel Castro al poder.

      La CIA entonces convenció a Martita de llevar a cabo un plan siniestro que suponía volver a Cuba, acercarse a Fidel y aprovechando cualquier momento de intimidad envenenarlo con dos pastillas de cianuro que debía llevar escondidas en un frasco de crema Hinds.

      Ella volvió a La Habana, donde su amante la esperaba ansioso.

      Sigue su relato:

       “Cuando entré a la suite, Fidel estaba acostado vestido con su uniforme, con los ojos cerrados y un cigarro en la boca”.

       “Me fui al baño y tiré las pastillas en el inodoro. Estaba horrorizada”.

       “Al salir, me di cuenta que su cartuchera con la pistola estaba sobre una mesa. De pronto se paró, sacó la pistola, la cargó, me miró fijamente y me dijo: Sé que vienes a matarme, pero nadie me puede matar. Toma, y aprieta el gatillo.”

       “Enseguida hicimos el amor.”

       “Cuando todo había pasado, salí de la habitación y bajé al lobby llorando. Allí advertí la presencia de dos agentes de la CIA leyendo el diario, que al verme en ese estado pensaron que había cumplido la misión. Pero no pude hacerlo. Aún lo amaba.”

      La historia de Marita y Fidel termina aquí. Ella se estableció en los Estados Unidos, donde conoció al general Marcos Pérez Giménez, ex presidente de facto de Venezuela, con el cual convivió y hasta tuvo un hijo. Después de un tiempo se casó con un empresario inmobiliario y se dice que siempre siguió vinculada a la CIA, que no cejaba en el intento de matar a Fidel. En cierta ocasión, un agente arrepentido no quiso disparar con una bazuca contra Castro desde una ventana. En otro de los atentados, ocurrido en 1963, los espías hicieron llegar


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