El Jardín que no supimos cultivar. Javier Hernan Rivera Novoa
mayor temor y respeto, en relación a los hombres.
Con mucha lástima, comprobaron también la existencia de algunos niños en sus filas. Pequeños, de once o doce años, que deberían estar divirtiéndose entre ellos o alimentando sus fantasías. Sin embargo, se encontraban allí, jugando a la guerra, a ser grandes, a cambiar el mundo, pero de la manera más errónea y triste. Y así, se desenvolvían los niñitos, con aspecto serio, con mirada fría, portando armas más grandes que ellos y vistiendo uniformes remangados.
Jorge, seguía mirando ese panorama con profunda tristeza, realmente parecía un mal sueño estar allí, En ese lugar, tan lejano de casa, tan abstracto para él apenas cinco días atrás. Pues allí estaba, observando a personas heterogéneas, pero con convicciones uniformadas.
Permaneció callado, como todos, esperando. Esperaba resignado, pero no sabía qué. ¿Qué iría a pasar? Era un hecho que, los separaron del resto por algo, y ese algo no era nada bueno. Pronto iba a oscurecer y los llevarían con ellos; esa posibilidad era aterradora. Se atormentaba pensando en el hecho de morir de esa manera. Si los subversivos permitían que los cuatro conociesen el lugar donde se concentraban, de ninguna manera, los iban a soltar posteriormente para arriesgarse a que su posición fuera conocida por el ejército. Entonces, habría sólo dos consecuencias lógicas: o los asesinaban, o se quedaban secuestrados por largo tiempo.
Empezó, desde su posición, a pequeña altura, a mirar detenidamente, con detalle, el ambiente que le rodeaba. Se concentró en el río, la vegetación, la montaña tan alta. Observó hasta dónde se proyectaba ese estrecho camino del desvío, en el cual se encontraban. Llegaba muy arriba, hasta desaparecer.
“¿Aquí voy a morir?” Se preguntó Jorge mentalmente “¿En este lugar va a ser mi final? ¿Tan lejos de mi casa? ¡Nadie se va a enterar! ¡No van a encontrar los cuerpos!”
Lentamente, retiró de su bolsillo la fotografía, la observó, y sin darse cuenta empezó a decirle adiós a sus seres queridos. Empezó por su hijo menor, aún no cumplía el año. “Gerardo…te voy a dejar chiquito, prácticamente no vas a conocer a tu papá, no te vas a acordar de mí”. Se despidió mentalmente de su hijito, concentradamente. Hizo lo mismo con su esposa, sus padres, hermanos; esperando que de alguna forma ellos sintieran el adiós.
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