Condenado a muerte. J. R. Johansson

Condenado a muerte - J. R. Johansson


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para hacerlo correr de nuevo. Yo me decido por el violeta, lo pongo en la rampa para lanzarlo después del de Matthew y sonrío, siento que me empiezo a relajar. Algo me dice que un tipo que tiene sus propios secretos no insistirá demasiado en que yo revele los míos.

Separador decorativo

      Por lo visto, los niños de seis años tienen muy claro lo que quieren hacer y cuándo quieren hacerlo. Matthew es nuestro líder, y nos pasamos el rato obedeciendo sus órdenes.

      —¡Vamos al cine! —exclama cuando, media hora después, salimos del Galaxy.

      Jordan me mira nervioso.

      —¿Quieres ir al cine?

      —Depende... —Bajo la mirada hacia Matthew y levanto una ceja—. ¿Qué película quieres ver?

      Frunce el ceño de golpe.

      —Ufff, ¿te gustan las de besos?

      Jordan refunfuña mientras se tapa los ojos con una mano. Respondo como si tuviera que pensar mucho al respecto.

      —Mmm... Hoy no me gustan, no.

      —Ay, ¡qué bien!

      Matthew parece tan aliviado que me da un ataque de risa.

      —¿Vemos una de explosiones o de dibujos animados?

      —¿Dibujos animados, tal vez?

      Supongo que con Matthew es mejor elegir algo que sea apto para todos los públicos.

      —¿Qué opinas, Jordan?

      En cuanto nos volvemos para mirarlo, Jordan levanta la vista del móvil. Parece sinceramente sorprendido de que le estemos pidiendo su opinión. Quizá pasar la mayor parte del tiempo con un niño de la edad de Matthew tenga desventajas. Como no poder decidir mucho.

      —Sí. Dibujos animados —responde Jordan mientras nos lleva hacia el cine.

      En la sala, Matthew se sienta entre nosotros. Echo un vistazo a Jordan durante los tráilers. Me he divertido muchísimo con estos hermanos, y eso que solo los conozco desde hace apenas un par de horas. ¿Habré encontrado en Jordan a alguien que no me presione para saberlo todo sobre mí? ¿Podrá esto acabar en una amistad verdadera? Me sonrojo mientras aparto la mirada, agradecida por la oscuridad del cine.

      Frunzo el ceño. Sé de sobra que no debo involucrarme con nadie. Nunca termina bien..., no importa cómo comience.

      Pero esta calurosa tarde de miércoles, en la que no tengo nada mejor que hacer, puedo permitirme soñar un poco, ¿no?

      Cuando vuelvo a levantar la mirada, percibo que Jordan me está observando. Esta vez no aparta la vista ni parece avergonzarse. Simplemente me sonríe... y yo le devuelvo la sonrisa.

Separador decorativo

      Después de la película, jugamos a hacer carreras con los coches de juguete en el tobogán del patio de juegos y compramos galletas saladas. Matthew y Jordan son una distracción mucho mejor que mi plan original de observar a la gente. Cuando llega el momento de irnos, me entran deseos de tener un hermano menor con quien pasar el rato.

      Me acompañan al coche porque, según dice Matthew, «es lo que hacen los caballeros». Resulta difícil discutir con alguien tan tierno. El pequeño pasa zumbando por delante de nosotros mientras nos dirigimos hacia la salida del centro comercial. Lo observamos mientras juega con su coche preferido, un camión plateado con las ruedas gigantes, en cada superficie que encuentra: el respaldo de los bancos, alrededor de las macetas con flores, la parte inferior de los escaparates de las tiendas. Me sorprende que todavía no lo haya hecho rodar por encima de los transeúntes.

      —Gracias por quedarte un rato con nosotros. —Jordan parece incómodo—. Espero no tuvieras nada importante que hacer.

      —No tenía nada —digo—. Y aunque si hubiera tenido algo, habría preferido pasar el rato con vosotros. Sois una pareja muy divertida.

      —Es bueno saberlo.

      Jordan acaricia el pelo de Matthew cuando pasa corriendo por nuestro lado.

      —Parece que es un arma secreta que no sabía que tenía.

      —¿Te veré aquí con una chica distinta cada semana ahora que has descubierto la mina de oro? —pregunto con una sonrisa amplia.

      —No, eso sería demasiado fácil. Ya no sería un desafío.

      —Claro, si es demasiado fácil no es divertido.

      Me río y, cuando bajo la vista, percibo que Jordan me observa con más atención que antes.

      —En serio, Riley, hay algo en ti que me resulta tan familiar...

      Jordan entorna los ojos, y yo empiezo a sentir pánico de nuevo. A pesar del día tan divertido que hemos pasado, noto que me duele el estómago. Entonces ruego mentalmente: «No me recuerdes de un periódico o de una foto que has visto online por ahí. Hoy no. Tú no».

      —¿¿Seguro que no nos hemos visto antes? —pregunta.

      —No lo sé —intento ganar tiempo mientras nos acercamos al coche—. Quizá me has visto aquí. ¿Sueles pasar los miércoles con tu hermano en el centro comercial?

      —Es la primera vez que venimos, en realidad.

      Jordan se recoloca el contenedor de plástico verde debajo del brazo. Escucho cómo dentro se suceden pequeños choques automovilísticos.

      —Como te he dicho, debo de tener una cara común.

      Me encojo de hombros y saco las llaves del bolsillo. Matthew pasa el camión por encima del capó de mi coche y, de pronto, me da un abrazo.

      —Gracias, Riley —dice.

      —De nada, Matthew —contesto.

      Le doy una palmadita en la cabeza. Y cuando abro la puerta para entrar en el coche, se me hace extraño pero lo veo más vacío que esta mañana.

      —¿Os llevo hasta el vuestro?

      —No, estamos unas filas más allá. —Jordan abre la boca para añadir algo, pero entonces baja la vista y frunce el ceño—. Eh... tu neumático... ¿siempre lo llevas así?

      —¿He pinchado? —pregunto, pero mi tono acaba siendo de afirmación en cuanto lo veo.

      El neumático está tan deshinchado que parece que lo único que sostiene el coche es la llanta.

      —Sí.

      Jordan me sigue hasta el maletero. Cuando lo abro, veo un hueco donde debería estar el gato y gruño. Se lo presté a Tony —un tipo de mi antiguo trabajo— una semana antes de que mis compañeros se enteraran de lo de mi padre, empezaran a molestarme y yo me fuera.

      El día de distracción acaba de dar un giro muy oscuro.

      ¿Cómo he podido olvidarme del gato? ¿Por qué he tenido que pinchar justo ahora, y aquí? ¿Por qué la noche anterior a la audiencia de mi padre?

      ¿Y ahora qué hago? ¿A quién llamo? Mi madre trabaja hasta tarde, y aunque logre hablar con ella, sé que tengo que esperar a que termine antes de que pueda pasarme a buscar. ¿Por qué nunca está cuando más la necesito?

      La última pregunta me rebota por el cuerpo como si fuera una bala microscópica. No suelo permitirme pensar así. Pero ahora este pensamiento atraviesa cada una de mis células hasta que no queda nada en mí que no duela, que no sangre. Siempre me esfuerzo por evitar esta pregunta en particular... porque, sinceramente, no sé si soy capaz de aceptar la verdad: que el único de mis padres al que en realidad le importo está en el corredor de la muerte esperando a que lo ejecuten.

      —Eh, ¿estás bien?

      Me doy la vuelta y me siento en el borde del maletero. El acero aún candente


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