Los ángeles sepultados. Patricia Gibney

Los ángeles sepultados - Patricia Gibney


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se está haciendo tarde y tengo que asegurarme de que Sean hace los deberes. Tiene exámenes, y estoy segura de que va muy atrasado con los trabajos del colegio —estaba divagando porque no quería pensar en la niña mutilada que yacía en la sala de autopsias.

      —¿Cómo está Sean? —preguntó Jane.

      —Tiene sus momentos de bajón, pero está bien, teniendo en cuenta todo lo que ha pasado en los últimos años.

      —¿Y el sargento Boyd? ¿El tratamiento funciona?

      —Eso espero. Él quiere curarse de un día para otro, pero tú y yo sabemos que eso no va a pasar. Es tan impaciente que resulta molesto.

      Jane sonrió.

      —¿Qué? —Lottie alzó una ceja inquisitivamente.

      —Tú y Boyd —dijo Jane—. Sois tan parecidos. ¿Cuándo vas a darme una excusa para comprarme un sombrero?

      —No puedo imaginarte con un sombrero que no sea la capucha de un traje forense.

      —Entonces es que no me conoces en absoluto —sentenció Jane mientras ojeaba sus notas.

      —Sí que tenemos que encontrar un momento para ese café, ¿verdad?

      —Sí, pero a mí no me importa esperar unos años más.

      Lottie suspiró, pensando que ya no tenía amigos de verdad. Entre estar pendiente de sus hijos y mantenerse al día con el trabajo, nunca parecía tener tiempo para nadie más. Aparte de Boyd, claro. ¿O también había relegado a Boyd a los puestos más bajos de su lista de prioridades? Ese no era el momento de considerar las implicaciones de esa suposición.

      —¿Qué te parece el sábado? —dijo, rogando que Jane dijera que no.

      —El sábado no puedo, tengo una cita.

      —¿El mismo tío?

      —¿Alguna vez me has visto salir con el mismo tío dos veces?

      Lottie no estaba segura de cómo contestar. La verdad es que no sabía casi nada de la vida privada de la patóloga.

      —Continuemos con el informe, ¿te parece? —sugirió Jane.

      —Por supuesto.

      —Como decía, la víctima es una niña. Calculo que debía de tener entre siete y doce años.

      Lottie sintió que el estómago le daba un vuelco. No soportaba la idea de que alguien mutilara a niña de un modo tan salvaje.

      —Oh, pobre angelito… Es terrible.

      —El torso estaba casi descongelado cuando llegó aquí, gracias al calor inusual de los últimos días. He enviado muestras al laboratorio.

      —¿Cómo murió? —Lottie no estaba segura de querer oír la respuesta. Sentía cómo la sangre le abandonaba el rostro.

      —Es duro. Con los niños siempre lo es —dijo Jane—. Trata de distanciarte.

      —Imposible. —Lottie tragó saliva, le temblaba la voz—. Alguien mató a esa niña, la cortó en pedazos y tiró su cuerpo. Parte de su cuerpo.

      —Van a enviarme las otras partes que han encontrado, así que sabré más cuando las reciba. Todavía no tenemos la cabeza, pero las lesiones en los huesos del cuello me llevan a pensar que la estrangularon antes de decapitarla.

      —¿Puedes saber eso aunque le hayan serrado la cabeza?

      —No la serraron, pero sí, puedo. Queda lo suficiente del hueso hioides para demostrar que hubo estrangulamiento.

      —Si no fue con una sierra, ¿entonces cómo?

      —De un solo corte, con un hacha o alguna hoja similar.

      Lottie sintió que se le revolvía el estómago.

      —Por favor, dime que para entonces ya estaba muerta.

      Jane asintió con la cabeza, sin responder.

      —¿Cuánto tiempo lleva muerta?

      —La respuesta corta es que no lo sé. —Jane consultó sus notas—. De momento, solo he realizado los análisis preliminares. Todavía tengo que hacer un montón de pruebas, así que no me presiones, o puede que te dé un diagnóstico incorrecto.

      —No puedes diagnosticar a un muerto.

      Jane rio.

      —Pues sí que estás despierta.

      —Lo siento. —Lottie sabía que la patóloga la había pillado bostezando—. Ha sido un fin de semana largo y difícil.

      —Eso es que Boyd se encuentra mejor —dijo Jane, guiñándole un ojo.

      —Su madre ha muerto. He estado fuera, en Galway, para el entierro. Regresé anoche, bastante tarde. —Estaba dispuesta a hablar sobre cualquier cosa con tal de no pensar en la niña asesinada.

      —Dale mi pésame a Boyd. No lo sabía.

      —No pasa nada. Murió de repente, un ataque al corazón. Aunque deja a Boyd en un compromiso con respecto a su hermana.

      —¿Por qué? Ya es adulta, ¿no?

      —Sí, pero es una larga historia. Te la contaré cuando nos tomemos ese café —dijo Lottie, preguntándose si alguna vez conseguirían encontrar un hueco—. ¿Puedes decirme algo más sobre el cuerpo?

      —He enviado a analizar el contenido del estómago. No había gran cosa. El cuerpo fue desmembrado y congelado poco después del asesinato. Falta una tira de piel de la parte baja de la espalda. Lo más probable es que todavía esté en el congelador donde la guardaron.

      —¿Por qué? No te sigo.

      —Tienes congelador, ¿verdad?

      Lottie asintió.

      —Si pones carne cruda a congelar y la dejas ahí durante meses, o incluso años, se quedará adherida a la superficie del congelador. Cuando intentes sacarla, es posible que parte de la capa exterior se quede pegada.

      —¿Crees que ha estado congelada durante años?

      —Sí. —Jane cogió una bolsita de plástico de una bandeja y se la pasó a Lottie.

      —¿Qué es esto? —Lottie hizo girar la bolsa en la mano. Dentro había una tira de papel con unas marcas de tinta ilegibles.

      —Parece una de esas etiquetas con la fecha que se pegan en una caja o una bolsa de congelación. Me imagino que el cuerpo estaba al fondo del congelador, y que fueron colocando recipientes encima. Probablemente no los movieron hasta que retiraron el cadáver. Puede darte una idea de cuánto tiempo llevaba en un congelador concreto, pero también podría ser que la hubieran movido a otro. Es una posibilidad remota.

      Lottie coincidía con el razonamiento de Jane.

      —No consigo descifrarla.

      —La he mirado en el microscopio. Está escrita con tinta negra, probablemente con bolígrafo. Haré que la analicen, aunque no puedo prometerte nada.

      —¿Y eso nos dirá la fecha?

      —No, pero he podido leerla en el microscopio.

      —Dime.

      —El 12 de junio de 1997.

      —Dios, en ese caso, lleva muerta más de veinte años.

      Jane negó con la cabeza.

      —Lo único que nos dice es que había algo con esa fecha en el congelador. Y que metieron el cuerpo en el congelador antes o después de ese día.

      —¿Dónde has encontrado la etiqueta?

      —Justo por encima de las nalgas.

      Lottie miró fijamente el trozo de papel.

      —Es posible que no tenga nada


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