Los ángeles sepultados. Patricia Gibney

Los ángeles sepultados - Patricia Gibney


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mi hijo —comentó mientras los guiaba por la casa.

      —El detective Kirby es quien lo ha interrogado. Yo soy la inspectora Lottie Parker. ¿Y usted es…?

      —Charlie Sheridan. Esta es mi mujer, Lisa.

      Señaló a la mujer sentada a la mesa con una taza en las manos. Tenía una niñita sobre las rodillas. La cocina era moderna, pero estaba sin acabar, como si se hubieran quedado sin dinero. Lottie supuso que los muebles podían describirse como descuidadamente elegantes, aunque, a decir verdad, se veían más descuidados que elegantes.

      —Hola, Lisa —dijo la inspectora—. ¿Qué tal está Jack?

      La mujer levantó la vista y la miró con sus ojos marrones en los que brillaban unas manchitas claras bajo la luz del sol que se colaba por la ventana. El cabello rubio le colgaba lacio sobre los hombros, como si no hubiera tenido tiempo de lavárselo. Llevaba un blusón blanco y unos pantalones de vestir azul marino.

      —Está bien, aunque bastante afectado. No ha ido a clase después de… eso.

      Charlie acercó una silla.

      —Disculpe mis modales. Siéntese.

      —Gracias. —Lottie tomó asiento frente a la mesa—. ¿Dónde está Jack?

      —En su cuarto —respondió Charlie, acercándose a la encimera—. ¿Alguien quiere té? El agua está caliente.

      —No, gracias. —Lottie se preguntó por qué Charlie no estaba en el trabajo—. ¿Se han tomado el día libre para cuidar de Jack?

      —Yo llevo un par de semanas de baja —dijo Charlie—. No he estado muy bien. Lisa es enfermera, trabaja en el hospital.

      Lisa enroscaba los bucles de su hija con el dedo, distraída.

      —Por supuesto, después de la llamada de la policía cambié mi turno.

      —¿Cómo podemos ayudarles? —preguntó Charlie, apoyando la espalda contra la pared del patio, que estaba manchada con huellas de manitas.

      La cocina estaba desordenada. Había ropa sobre casi todas las superficies: algunas prendas estaban dobladas; otras, tiradas sobre los respaldos de las sillas. En el pasillo que acababan de cruzar había botas y zapatos alineados contra la pared, y había abrigos y chaquetas colgados frente a ellos.

      —Solo estamos procediendo con la investigación. Me gustaría charlar un poco con Jack, pero también querría hacerles algunas preguntas a ustedes, si les parece bien.

      —Claro —dijo Lisa. La pequeña seguía en su regazo, y tenía una taza con boquilla llena de zumo pegada a la boca—. ¿Por qué no se sienta? —le indicó a Kirby.

      Lottie levantó un montón de ropa y lo colocó sobre la mesa, y Kirby se sentó a su lado. Se fijó en que Charlie permanecía de pie, con las manos en los bolsillos del pantalón. Parecía exhausto.

      —Como ya saben —comenzó la inspectora—, esta mañana, Jack y su amigo ha encontrado parte de un cadáver en las vías del tren, mientras jugaban con el dron de su hijo.

      —Jack no ha hecho nada malo —dijo Charlie, y se cruzó de brazos.

      —Por supuesto que no. Su casa da al canal y las vías del tren. Me preguntaba si alguno de ustedes ha visto algo inusual últimamente. ¿Tal vez luces por la noche? ¿Embarcaciones en el agua? —Miró sus rostros impasibles, tratando de leerlos.

      —Todavía no hay embarcaciones. Es un poco pronto para eso —dijo Lisa—. Para ser sincera, a veces solo vemos cinco o seis en todo el verano.

      —Es como ha dicho mi mujer —añadió Charlie—. Solo vemos algunas durante el verano, y solo durante el día. No he visto ni un barco en todo el tiempo que llevo de baja.

      Lottie lo miró pensativa.

      —¿Pueden verse las luces de las embarcaciones por la noche?

      —Se puede, pero este año no he visto ninguna. —Charlie se volvió hacia su esposa—. Lisa, ¿tú has notado algo fuera de lo común?

      —Trabajo tanto como Dios me lo permite. Tengo que volver esta noche porque he cambiado el turno esta mañana. Charlie estaba cuidando de Maggie.

      —Entonces, ¿no ha visto nada?

      —No, nada. —Lisa clavó los ojos en su té, sobre el que se había formado una película de grasa.

      La puerta de la cocina se abrió y un muchacho entró corriendo, con el rostro surcado de lágrimas.

      —Jack me ha pegado. Yo solo quería que me prestara el otro mando y no me lo quería dar. ¡Mamá! Dile que me lo dé.

      —¡Tyrone! Tenemos visita —dijo Charlie—. Vuelve a tu habitación.

      El niño salió corriendo y, cuando la cocina estuvo de nuevo en silencio, Lisa habló:

      —He ido al colegio a dejar a Jack, pero tenía mala cara, así que he recogido a Tyrone y me los he traído a ambos. Así me ahorro tener que ir a buscarlo luego.

      Había algo raro en la pequeña familia. Lottie notó que una sensación extraña invadía el ambiente. ¿Era la impresión de que su hijo hubiera encontrado un torso en las vías del tren o había algo más?

      —¿Va todo bien? —preguntó.

      Charlie se apartó de la puerta del patio y se colocó detrás de su esposa. Le puso una mano en el hombro.

      —Estamos todos conmocionados. El pobre Jack está muy afectado. Ya les ha dicho todo lo que sabe en la declaración. ¿Qué más quieren de nosotros?

      —Se lo agradezco mucho. Es solo que hemos hecho otros descubrimientos desde esta mañana, y estoy investigando cualquier cosa que pueda ayudarnos a averiguar quién ha arrojado partes de un cuerpo en el canal.

      —¿Partes de un cuerpo? —preguntó Lisa. Su rostro palideció notablemente, y lanzó una mirada a Charlie antes de volverse hacia Lottie—. Dios, eso es horrible. ¡Y tenemos que vivir aquí! ¿Qué más han descubierto?

      —No puedo decirlo, pero tendré que visitar todas las casas de esta ruta.

      —No encontrarán más casas en unos cuantos kilómetros —dijo Charlie—. La siguiente está junto a las esclusas. Hace siglos que nadie vive allí.

      Lottie asintió.

      —De acuerdo, gracias. ¿Me permitirían charlar unos instantes con Jack?

      —Puede que lo traumatice aún más —comentó Lisa.

      —Sería de gran ayuda —insistió Kirby.

      —Tal vez le siente bien hablar, Lisa —dijo Charlie, e inclinó su figura enjuta hacia su mujer, apretándole el hombro con delicadeza.

      Lisa se encogió y, como si hubiera percibido el malestar de su madre, la pequeña dejó caer la taza y comenzó a llorar. Charlie quedó empapado de zumo de naranja. Lottie observó atentamente su reacción, pero el hombre no hizo más que sonreír, coger a la pequeña de los brazos de Lisa y acurrucarla contra su pecho. Paternal, pensó la inspectora.

      Hubo un estruendo y un golpe en el pasillo, y la puerta chocó contra la pared al abrirse. Un chico, Lottie supuso que debía de ser Jack, entró tambaleándose y agarrando a su hermano del pelo. Ambos chillaban. El chico parecía alto para tener once años, y tenía el mismo pelo claro de su madre. Llevaba la camisa del uniforme desabrochada, y su hermano le tiraba del dobladillo.

      —¡Es mío! ¡Devuélvemelo, idiota! —gritó Jack.

      —Eres un abusón —lloriqueó Tyrone, y trató de soltarse.

      —¡Niños, basta! —Charlie le devolvió la pequeña a Lisa y fue a separar a sus hijos—. Ya es suficiente. Estas personas son policías, y si no os portáis bien, os encerrarán.

      Las palabras de su padre lograron el efecto


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