Los ángeles sepultados. Patricia Gibney

Los ángeles sepultados - Patricia Gibney


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ha dicho eso, Jack —lo tranquilizó Lisa—. Por favor, para de pelear con tu hermano. Las vacaciones de verano empiezan en un par de semanas… Solo Dios sabe cómo las pasaremos, con vosotros dos en casa. —Se le escaparon unas lágrimas por las comisuras de los ojos y asió la taza con fuerza.

      —Bueno, creo que por hoy ya tienen bastante lío —dijo Lottie, con la esperanza de no estar tirando la toalla demasiado pronto—. Esta es mi tarjeta. Por favor, llámenme si recuerdan cualquier cosa que pueda ayudarnos. No importa lo intrascendente que les parezca.

      —Por supuesto. —Charlie agarró a Tyrone por el brazo y lo empujó hacia la puerta—. Vosotros dos, arriba, y en un momento hablaremos sobre mandos. —Se volvió hacia Lottie y Kirby—. Los acompañaré a la puerta.

      Lottie dejó su tarjeta sobre la mesa y la deslizó hacia Lisa.

      —Lo digo de verdad, Lisa. Si hay algo que la preocupa, llámeme.

      La mujer siguió con los ojos clavados en su taza de té frío y grasiento.

      16

      Kirby condujo lentamente por el camino de la granja. Lottie movió el retrovisor para ver cómo desaparecía la casa a sus espaldas.

      Charlie estaba delante de la puerta abierta, con su hija en brazos, viendo cómo se marchaban.

      —¿Qué sacas de todo eso? —preguntó Kirby. Cogió el puro, luego se lo pensó mejor y lo metió en el hueco de la puerta, que ya estaba a reventar.

      Lottie se quedó callada hasta que el coche llegó a la carretera más ancha y la casa desapareció por completo.

      —No sé qué pensar. Le estoy dando vueltas.

      —A mí me parece que son unos bichos raros.

      —No te he preguntado qué te parecen, he dicho que estaba pensando.

      Se acercaron a la zona del puente donde se estaba desarrollando la investigación.

      —Parecían culpables de algo —dijo Kirby, y puso el motor en punto muerto.

      —No creo que fuera culpa.

      —Entonces, estaban asustados.

      Lottie reflexionó un momento.

      —Esta mañana, su hijo ha encontrado un torso en las vías. Es una experiencia bastante terrorífica para cualquier familia.

      —Tal vez no les guste que la policía llame a su puerta —propuso Kirby.

      —Es la conmoción. Vayamos a la casa del otro chico.

      —Gavin Robinson vive al otro lado del puente —dijo Kirby, y olisqueó—. De verdad que necesito darme una ducha, y pronto. Huelo fatal.

      —Eso no es ninguna novedad —Lottie bromeó solo a medias. Ella también necesitaba darse una ducha.

      * * *

      Gavin Robinson vivía en Canal Lane, una nueva urbanización unos cien metros más allá del puente. Kirby condujo por las calles en forma de herradura. Pasaron junto a una zona rodeada de vallas y algunas casas sin terminar que la constructora había abandonado cuando llegó la crisis económica. Gavin vivía en un edificio de tres pisos. En el primero, las viviendas eran de una planta, pero en los otros dos, había dúplex.

      —¿Cuál es? —preguntó Lottie.

      Kirby consultó su libreta y le indicó el camino.

      La inspectora subió por las escaleras hasta el primer piso y llamó con ganas a la puerta. Después de llamar una segunda vez, abrieron.

      —¿Están tu mamá o tu papá en casa? —preguntó al muchacho que se encontraba delante de ella.

      —Mi padre está muerto, pero sí, mamá está en su… eh… despacho. Arriba.

      —Hola, Gavin —lo saludó Kirby—. ¿Puedes pedirle que baje?

      Lottie echó un vistazo al interior. El pasillo era estrecho y estaba lleno de cosas, con una puerta a la derecha y otra abierta justo delante de ella. Gavin se echó atrás para dejarlos entrar. Se quedó de pie en el último peldaño de la escalera. Pese a tener la misma edad que Jack Sheridan, era pequeño y delgado.

      —Está haciendo una historia, un vídeo, y me ha dicho que no quería que la molestara. Dice que ya la he molestado bastante hoy —expresó con un mohín de enfado.

      —Esto es importante. Necesito hablar contigo, y tiene que acompañarte un adulto responsable. ¿Puedes pedirle que baje?

      Mientras Gavin subía ruidosamente por las escaleras de madera sin moqueta, Lottie abrió la puerta que tenía al lado y entró. Era un salón, pero todos los asientos estaban ocupados con pilas de cajas y bolsas.

      —¿Qué es todo esto?

      Una mujer joven bajó corriendo por las escaleras.

      —¡Eh! ¿Quién le ha dicho que podía entrar ahí? —dijo con brusquedad, y se recompuso de inmediato—. Lo siento, está todo muy desordenado ahí dentro. ¿Por qué no me acompañan a la cocina? Por cierto, soy Tamara Robinson, la madre de Gavin.

      Lottie echó una última mirada a la habitación. Estaba repleta de cajas de cosméticos y productos para el pelo. Tamara esperó hasta que estuvieron todos en el pasillo para conducirlos hacia la otra puerta.

      Al pasar junto a la joven, Lottie se fijó en que Tamara era alta, rubia, e iba vestida como si fuera a hacer una audición para un papel en Supermodelo, con una blusa de gasa azul cielo atada a la cintura y unos vaqueros blancos ajustados. Contrastaba fuertemente con Lisa Sheridan, pálida y cansada en su uniforme de enfermera.

      La cocina era luminosa y moderna, como de revista de decoración. Lottie recordó que el sábado, Boyd y ella iban a visitar una casa, y cruzó brevemente los dedos deseando que su hermanastro Leo apareciera con el dinero de Farranstown House lo antes posible.

      —Tiene una casa muy bonita —comentó.

      —Me la he ganado. —Tamara hizo entrar a su hijo en la cocina detrás de Lottie y Kirby, y, de repente, con tantas personas, el espacio resultaba demasiado pequeño. Tendría que recordarlo cuando fueran a ver casas. Su familia era numerosa y formada por adultos, a excepción de Sean y Louis, aunque Sean era el más alto de todos. Y luego estaba la hermana de Boyd, Grace. Dios, iban a ser como la tribu de los Brady.

      —¿A qué se dedica, Tamara? —preguntó la inspectora.

      —Soy influencer.

      —¿Qué es eso? —indagó Kirby.

      —Instagram. —Tamara puso los ojos en blanco—. No lo entendería, y sería largo de explicar.

      —Estaba grabando un vídeo, ¿cierto? —dijo Kirby.

      —Para mis historias, y ahora tengo que empezar de nuevo. Tú —dijo y señaló a Gavin—, te dije que no me interrumpieras, que te tumbaras en la cama y descansaras.

      —Tenemos que hablar con Gavin y con usted, señora Robinson.

      —Puede llamarme Tamara, todo el mundo lo hace —dijo, como si fuera un motivo de orgullo. Lottie se preguntó si sería su nombre real. Se fijó en su pelo rubio y sedoso, el rostro perfectamente maquillado y las pestañas demasiado largas, y sospechó que era el nombre que le habían puesto sus padres, y que había pasado toda la vida asegurándose de que todo el mundo lo recordara.

      —Sé que Gavin ya ha hecho una declaración —dijo Lottie—, pero quería hacerle un par de preguntas más.

      —No estoy segura de que deba hablar más del tema. No va a poder dormir esta noche.

      —Bueno, en cierto modo me alegro de que no quiera que hable del tema. Es una investigación abierta. Tenemos que controlar la información hasta que hayamos detenido a un sospechoso.


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