Manual de informática forense. Luis Enrique Arellano González
empleado en la comparación, pero difícilmente establecer quién fue el dactilógrafo. Desde la balística es posible identificar dos proyectiles (incriminado y testigo) y atribuirles su pasaje a través del cañón de una misma arma de fuego, pero esto está muy lejos de determinar al autor del disparo. En el mismo sentido, puede establecerse que una persona ha disparado un arma (por los restos de antimonio y bario presentes en su mano), pero de ahí a decir que efectuó “ese disparo en particular que acabó con la vida de la víctima”, hay un trecho muy largo y sumamente conjetural. La utilidad de la prueba indiciaria siempre será relativa a las demás circunstancias del hecho analizado, el juez deberá determinar la pertinencia e importancia de la misma en relación con las restantes pruebas obrantes en el caso en particular.
9. Subsidiariamente brindar soporte científico, tecnológico y técnico a la Prueba Documental Informática.
10. Estos mecanismos se hacen extensivos a la Prueba Documental Informática, constituyendo las herramientas de análisis de la misma.
11. Si bien este tema será ampliado en los capítulos siguientes, basta con tener en cuenta que el principio de identidad, no rige para los archivos informáticos, ya que un bit es idéntico a otro bit, cualquiera sea su forma de almacenamiento y es imposible, en este sentido, establecer cuál es el original y cuál la copia, sin recurrir a métodos externos anteriores, posteriores y contemporáneos a la realización de la referida copia.
12. Véase la prueba documental informática: una variación de la prueba documental clásica (bibliográfica o foliográfica), que difiere de ésta en el soporte (papel vs. digital).
CAPÍTULO 4
IMPLANTACIÓN INFORMÁTICA
Toda disciplina nueva genera conflictos, desde su ubicación dentro de las demás, su objeto, su método y en particular los límites de su accionar. Éste es un problema particularmente destacado dentro de las denominadas Disciplinas Informáticas. Ellas incluyen una gran variedad de formaciones académicas y profesionales, desde el conocido “Computador Científico”, hasta el actual “Ingeniero en Informática”, pasando por títulos que hacen referencias a los “Sistemas” en general, a los “Sistemas de Información” en particular, a la “Computación” y toda otra idea que haga referenciar cierta o presunta a la gestión de los activos informáticos.
Si recurrimos a un mecanismo de desambiguación típico podríamos separar estos conceptos en:
Informática: Disciplina que estudia la gestión de la información, generalmente, pero no de manera exclusiva por medio de elementos computacionales. No obstante su aplicación como herramienta es abarcativa de toda la ciencia humana, cualquiera sea la teoría del conocimiento que se considere cierta.
Sistemas de Información: Estudia la gestión de la información, sistematizada en aplicaciones específicas. Se orienta especialmente al conocimiento, reconocimiento, planificación y desarrollo de aplicaciones informáticas, mediante el empleo de medios computacionales y con una metodología propia: el “Análisis de Sistemas”. Esta metodología se ha expandido a la investigación, en general, por medio del “Método Sistémico”, complementario de los métodos clásicos.
Computación: Es el empleo particular pero no exclusivo de la computación de datos, como instrumento de gestión de los activos informáticos. No obstante es más un medio que una disciplina propia. La tecnología computacional con soporte en silicio es sólo una manera de representar, codificar y analizar los datos. Actualmente coexiste con otros medios tan idóneos como el referido, por ejemplo, la computación cuántica, la computación con base en ADN o proteínas, etc. Nada podemos decir respecto del futuro, hoy es la herramienta de análisis de información más utilizada y difundida, lo que vendrá a continuación es sólo motivo de especulación. Su ámbito de aplicación suele intersecarse con el de los mecanismos empleados por los Servicios de Información, las Auditorías Contables, Financieras y la llamada Guerra de la Información. La computadora forma parte del mundo y sin ella sería prácticamente imposible su funcionamiento organizado, tal y como lo conocemos.
Nos resta destacar que, para complicar aún más las cosas, no está muy claro el nivel académico de sus profesionales. Por ejemplo, si analizamos una de sus ramas, la Informática Forense considerada respecto de su homóloga de la Ciencia Médica, la Medicina Legal, nos encontramos con las siguientes características propias de esta última:
Título de grado originario (médico).
Matrícula Profesional (Colegios Médicos)
Título de Post Grado específico (Especialización en Medicina Legal). (13)
En contrapartida, las listas de peritos judiciales informáticos incluyen:
Ingenieros y licenciados en Informática (Carreras de Grado).
Técnicos superiores y analistas de sistemas (Carreras Terciarias).
Carreras de Post Grado (especializaciones, maestrías y doctorados específicos).
Incumbencias de otras disciplinas (por ejemplo, de la carrera de ingeniero electrónico o industrial, contador o administrador de empresas).
Esta colección de carreras, títulos profesionales de diferente nivel académico y listados particulares en los distintos fueros, genera un ambiente de confusión y desorden que actúa en detrimento de la Informática como herramienta de análisis probatorio judicial. Por el contrario, en la ciencia médica no se duda un instante en el momento de solicitar una pericia médico forense. El profesional del derecho laboral, por ejemplo, ante cualquier controversia en el grado de incapacidad de su cliente, recurrirá sin dudarlo al Cuerpo Médico Legista, integrado curiosamente por médicos legistas. Si se trata de un abogado dedicado al derecho penal, optará por la solución que le brinda la Morgue Judicial, para requerir una necropsia, también en manos de médicos legistas. Ningún operador del derecho necesitaría fundar y justificar esta decisión.
¿En qué razones, fundamentos o criterios, debería basarse un operador del derecho al momento de solicitar un informe pericial informático forense? Debido a las clásicas deficiencias de formación de que adolece nuestro sistema universitario, el egresado no ha recibido formación criminalística en particular, llevando a los abogados noveles a confundir los términos criminalística y criminología en el peor de los casos o a no tener clara la pertinencia de la prueba indiciaria en el mejor de ellos. Para generar los puntos de pericia, que deben ser conducentes y pertinentes a la argumentación planificada, debería asesorarse con un experto en el tema, pero ¿cómo elegirlo? Si ni siquiera dentro de la Informática los profesionales se ponen de acuerdo respecto la incumbencia particular de cada título, más allá de la visión de conveniencia que cada Facultad aporta al suyo propio, intentado que sea lo más abarcativo posible, para competir en nuestro ya saturadísimo mercado educativo.
¿Cómo solucionar este problema? Nuevamente podemos basarnos en la experiencia de la Medicina. Si hacemos una comparación con su evolución hasta su arribo a la Medicina Legal podemos decir:
La Medicina se origina con los sangradores y cirujanos, hasta llegar en nuestro caso al histórico Protomedicato. Sin embargo, ya en esta etapa se diferencia del hechicero, del brujo y del curandero. La Informática aún no lo ha hecho, ante la falta de normativa que la regule, permite la interacción de cualquier “idóneo”, aunque su capacidad computacional se limite al parentesco de quien acepta su asesoramiento y lo da por válido.
Luego del Protomedicato se constituye en disciplina autónoma y regulada. Surge la carrera de médico, claramente diferenciada de la odontología, de la enfermería y de las ciencias auxiliares de la medicina. En nuestro caso aún no tenemos muy clara la diferencia entre una carrera de grado, de entre las múltiples