Tao Te King. Gastón Soublette
cargo del alma del hombre, por lo que este se redujo a su mente y su cuerpo.
Nuestro actual paradigma moderno, llamado también científico, mecánico o newtoniano-cartesiano, dado que su visión del mundo se constituye en gran medida a partir de las ideas de Newton y Descartes, complementadas por las ideas sobre la naturaleza humana postuladas por el liberalismo, ha regido la vida de Occidente los últimos 400 años. Ha significado enormes avances para la humanidad, pero al mismo tiempo ha dejado enormes vacíos en la vida del hombre moderno. La mano maternal de la historia está comenzando a corregir el rumbo unilateral, el extremo del péndulo en el que nos encontrábamos. Así es como, paradójicamente, la propia ciencia, que había cosificado el mundo, que había endiosado al hombre, ignorado a Dios y la dimensión espiritual del hombre, está descubriendo un Universo vivo, un gran tejido orgánico en el que todo está interrelacionado y es interdependiente, en el cual el hombre es un elemento integrante más de esta gran danza cósmica. La física cuántica y la biología de sistemas han echado por tierra el paradigma mecánico reduccionista que dominaba a toda la ciencia2. Y a partir de estos hallazgos, muchos físicos se han encontrado hablando un lenguaje muy parecido al de los grandes místicos de todas las épocas.
Por su parte, la psicología que había reducido al hombre a una máquina biológica, dotado de una razón en control de su naturaleza afectivo-instintiva, está llegando a una concepción de la naturaleza humana más amplia que el mero hombre racional. La psicología transpersonal, la más reciente de las escuelas psicológicas, a través del estudio de la conciencia y sus diferentes estados, ha descubierto que el hombre posee una identidad esencial que trasciende su yo existencial y que lo que por siglos se han considerado meras creencias religiosas o espirituales tienen un sólido fundamento en la propia experiencia humana. Se hermana también la psicología, entonces, con las grandes tradiciones místicas3.
Simultáneamente, sincrónicamente, se produce en Occidente, a partir de las últimas décadas, un inusitado resurgimiento de la búsqueda espiritual por parte del secularizado hombre moderno. La espiritualidad oriental invade Occidente ofreciendo una fresca mirada a la experiencia religiosa, al mismo tiempo que técnicas y métodos que la acercan a la vida personal de cada individuo. El hombre moderno pareciera estar intuyendo que al apartarse del dogma, la creencia y la autoridad infalible de la Iglesia y reemplazarlos por la razón y su capacidad explicativa, perdió algo genuino y valioso. Hoy busca recuperar aquella esencia perdida, pero sin abandonar su necesidad de comprensión, de explicación y análisis a que el paradigma moderno lo ha acostumbrado. No podrá volver solo a la creencia, necesitará entender y sobre todo experimentar aquello de lo que trata la espiritualidad.
La nueva psicología, “las concepciones del más antiguo pensamiento conocido”, la revalorización del misticismo que ha resultado como subproducto de los avances en la física, más los esfuerzos que el cristianismo está haciendo por responder al desafío que la nueva inquietud espiritual del hombre moderno le ha planteado, están siendo las actuales respuestas a este fenómeno social que forma parte del momento histórico actual entendido como surgimiento de un nuevo paradigma.
Es en este momento histórico, tan particular por lo delicado, incluso peligroso, a la vez que desafiante y esperanzador de la historia de la humanidad, que resulta importante enmarcar la publicación del Tao Te King acompañado por el iluminador comentario de Gastón Soublette. Su valioso aporte consiste en acercar al lector —potencial portador de los profundos cambios que se están gestando— a una de las más ricas fuentes de sabiduría de aquellas “concepciones del más antiguo pensamiento conocido”.
El aporte es doblemente importante. Por una parte, de entre las diferentes cosmovisiones de la antigua sabiduría oriental, el taoísmo es tal vez la más accesible a nuestro modo de pensar moderno en apertura y búsqueda de nuevas percepciones de la realidad. Aun siendo, como afirma su comentador en la Introducción, la cosmovisión taoísta “la antípoda de la actual concepción del mundo occidental”, su estructura conceptual es más fácil de comprender para la secularizada mente del hombre moderno que el tradicional lenguaje religioso que ha prevalecido en Occidente y que ha debido sobrevivir sustentado en la fe, un poco a espaldas de la razón.
El Tao es a la vez una noción que apela a nuestra comprensión racional y a nuestro sentido poético, que se desliza hacia nuestro interior fluidamente, sin encontrar obstáculos. Podemos comprenderlo y sentirlo como el sentido del mundo a la vez que el Ser puro, anterior a todo lo manifiesto y de donde emana la vida. No surge la pugna por clasificarlo: inmanente o trascendente; es ambos a la vez. El Tao unifica, integra, no divide entre el Bien y el Mal. Es alcanzable, puede ser percibido en el fluir del acontecer, cuando el hombre escucha, se aquieta, se hace receptivo a Te, su Virtud, su manifestación.
Lo importante para el hombre moderno es que el taoísmo lo ayuda a salir del falso dilema de si existe o no existe Dios, dilema que concluyó en el paradigma moderno con el poder total acaparado por el hombre e impuesto sin piedad al resto de la creación. El taoísmo le ayuda a este hombre, poderoso pero angustiado, cazado en la paradoja de ser dueño del mundo pero sin saber para qué, a recuperar su lugar en el concierto más amplio, cuya partitura está dada y con la que él debe armonizarse, sin estridencias, sin alterar el ritmo. El hombre moderno puede comprender y aceptar mucho más fácilmente que el mundo tiene un sentido que este puede ser discernido y que ninguna inventiva humana puede substituir este orden trascendente, que aceptar someterse a la voluntad de un dios cuya imagen antropomórfica le resulta autoritaria e inaccesible.
La nueva espiritualidad viene centrada en la experiencia, en la transformación interior más que en la aceptación del dogma y la conformidad moral. Las religiones de todos los tiempos se han debatido en la tensión entre dos polos muy difíciles de equilibrar: por un lado, la necesidad de orientar la vida cotidiana de sus fieles, de inculcar valores y conductas deseables, la vía moral; y por otro lado, la necesidad de responder al anhelo de experiencia trascendente, la vía de la transformación interior. Ambas involucran peligros, y enfatizadas unilateralmente conllevan distorsiones y provocan carencias.
El cristianismo, nuestra espiritualidad occidental dominante, ha enfatizado en su expresión externa, pública, el polo que podría denominarse la vía moral. La nueva espiritualidad emergente como parte fundamental de lo que podrá llegar a ser el nuevo paradigma4, busca el equilibrio tratando de rescatar el polo relegado, la vía de la transformación interior. El Libro del Tao constituye un esclarecedor y bello acercamiento a esta vía. Todo buscador espiritual o militante de las grandes transformaciones culturales verá enriquecido su horizonte conceptual con su lectura. Encontrará incluso valorada la vía de la transformación interior en contrapunto con la vía moral representada por la doctrina de Confucio. Descubrirá también un comentador entusiasta defensor de aquella vía. Por mi parte, quisiera llamar la atención sobre el difícil problema que encierra la tensión entre ambos polos, haciendo un llamado a hacerse cargo de él, a estudiarlo analizando las razones históricas del énfasis que han debido poner las religiones en uno de los polos, sus distorsiones consiguientes y los peligros de las soluciones vía péndulo que terminan ocasionando nuevas distorsiones. La mentalidad del nuevo paradigma intenta superar la lógica del 0, herencia distorsionada de la lógica aristotélica que hace irreconciliables los opuestos. La lógica del nuevo paradigma es integradora, paradójica, una lógica de la simultaneidad, del Y, como el propio Tao lo propone.
Son innumerables los elementos que se perfilan como concepciones nuevas, constitutivas de lo que podrá llegar a ser el nuevo paradigma, que aparecen en el Libro del Tao y forman parte de su sabiduría milenaria. Corresponde a cada lector descubrirlos, hacerlos parte de sí mismo. Ejemplos notables son la imagen de la expresión más desarrollada del ser humano, el Sabio; las características del gobernante perfecto y su concepción del poder y la visión cosmocéntrica del mundo, tan opuesta a la actual visión antropocéntrica que critican nuestros ecologistas modernos. En el Libro del Tao, estas visiones adquieren, sin embargo, una profundidad y una belleza inusitadas, puesto que brotan no de razonamientos, sino que proceden de una fuente de sabiduría profunda, escrita en la propia Naturaleza y que aquellos hombres, como Lao Tse, en sintonía con el propio Tao,