Tao Te King. Gastón Soublette
lo que se refiere a Wilhelm, cabe observar también que en su excelente traducción no haya captado el verdadero sentido del Epigrama XXVII, en el cual se deja en mala postura al sabio que se erige en maestro de los hombres. De este capítulo, Wilhelm da una traducción insostenible, donde el maestro, como tipo humano, sale magnificado, lo cual disuena claramente en el contexto de las enseñanzas taoístas. Se trata también de un error subjetivo no imputable a alguna supuesta incompetencia de Wilhelm, lo que está fuera de toda duda, sino a una maniobra inconsciente destinada a evitar la violencia anticonfuciana de ese pasaje, pues la posibilidad de interpretar en otro sentido el texto lo habría enfrentado a una incompatibilidad con su predilecto (Confucio) que él no habría podido resistir dada la autoridad que él mismo le reconoce al autor del Tao Te King.
En suma, se entiende que el taoísmo, que entre otras cosas contiene una crítica radical a la civilización, al ser enfrentado por algunos investigadores occidentales, produce en ellos una especie de conflicto existencial que no llega a explicitarse ni a enfrentarse como tal, pues es proverbial también en los occidentales una objetividad científica que extrapola al sujeto del acto de conocer, con lo que se abre un ancho cauce para que se mezclen en esa pretendida objetividad todas las subjetividades imaginables sin que el investigador se dé cuenta.
El texto y la traducción
La versión más antigua de que disponemos del Tao Te King data del siglo III antes de Cristo, la cual, según la cronología atribuida a Lao Tse, se ubicaría tres siglos después de su redacción original. Dicha versión transcrita por el joven filósofo Wang Pi, acompañada de un extenso comentario, presenta, no obstante, dificultades en lo que se refiere al exacto alcance de algunos términos y pasajes, y a variaciones de sentido motivadas por diversas formas de puntuación. Así, los problemas planteados por la traducción son en parte la causa de que circulen hoy en el mundo tantas versiones aparentemente distintas del Libro del Tao, pues desde el primer epigrama de este libro es preciso reconocer que nos hallamos ante un texto oscuro de difícil interpretación. Esa dificultad consiste, como se echa de ver fácilmente, en la aparente indeterminación de los referentes de la terminología empleada en el texto y en la posibilidad de ver en él varios sentidos, aunque toda esa indeterminación no se plantea solo con motivo de la traducción a las lenguas europeas, pues si oscuro es este texto para los europeos, también lo es para los chinos.
En el desarrollo de nuestro trabajo hemos consultado las más importantes traducciones y comentarios realizados en idiomas europeos, especialmente la de Richard Wilhelm, que nuestra versión sigue pero con variantes. También hemos consultado los principales comentarios chinos, especialmente de los siglos inmediatamente posteriores a Lao Tse.
En lo que se refiere a la traducción de Wilhelm es preciso reconocer que, a pesar de lo apropiada que ella resulta desde el punto de vista filosófico, no siempre es buena desde el punto de vista del lenguaje, y toda buena traducción lo debe ser no solo por la acertada equivalencia establecida entre las palabras de uno y otro idioma, sino también por el acertado empleo de las modalidades literarias del idioma al cual se vierte la traducción.
El Tao Te King hoy
El Tao Te King es el texto de sabiduría oriental más traducido en Occidente. Su difusión en la labor editorial de Europa y América sorprende por su volumen, como asimismo la de la literatura escrita sobre él por investigadores y comentaristas occidentales. Pero la razón de esta boga no se explica solo por el progreso de los estudios orientales en Occidente, pues está claro que la razón de por qué circulan por el mundo y al alcance del lector anónimo y no iniciado una cantidad tan grande de ediciones y reediciones de este libro, en un mercado que se incrementa día a día, dice relación más con las inquietudes espirituales del hombre de hoy que con el trabajo académico. En este sentido, se advierte que el Tao Te King, aunque esté lleno de pasajes oscuros y enigmáticos, en lo que es claro y directo responde de una manera original y profunda a muchas interrogantes fundamentales del hombre contemporáneo, y no parece incompatible, en lo esencial, con la tradición espiritual occidental, pues hay numerosos pasajes también en los cuales conceptos tales como humildad, amor, paz, tolerancia, resuenan con acentos conocidos para nosotros. Aun las grandes paradojas que son características del texto y que sorprenden por la insospechada perspectiva que abren al pensamiento, no sin encanto poético, no debieran sorprendernos, pues el lector occidental debiera estar ya familiarizado con cosas semejantes, porque eso de que los últimos serán los primeros, que los que pierden su vida la hallarán, que las cosas consideradas sublimes en este mundo se ven como abominables miradas desde el Cielo, eso de amar a los enemigos e imitar al Cielo que beneficia por igual a buenos y malos, todo lo cual está claramente presente en este texto de Lao Tse, hace muchos siglos que yace en el fondo de nuestra memoria y constituye una premisa capaz de motivar por esta vía nuestro interés.
Por otra parte, y aunque uno no profundice en el pensamiento de Lao Tse y se contente con el texto tal como la edición adquirida se lo entregue, se trata en todo caso de un documento de gran belleza, en cierta medida exótico, cuyo encanto no se pierde con la traducción.
Aclarada así la causa de esta aceptación universal, me apresuro a explicar el motivo que llevó a emprender esta obra a un obscuro académico latinoamericano, no sin estar consciente de la alta pretensión que supone querer aportar algo más sobre Lao Tse, habiendo tantos trabajos realizados sobre el tema por sinólogos eminentes. Para justificar esta osadía, comenzaré explicando que, para el suscrito, los que se interesan por el Tao Te King pueden ser clasificados en dos categorías. Por una parte, están los investigadores, cuya labor está dirigida a traducir, interpretar y comentar correctamente, y cuyo propósito determinante es hacer ciencia. Y, por otra, están los que se interesan en este libro sobre todo por conocer y asimilar una sabiduría altamente estimable por motivos espirituales. Pues bien, habiendo conocido ambas categorías de lectores, el autor de esta obra se dirige a los segundos, esto es, a los que quieren beneficiarse espiritualmente con la sabiduría de Lao Tse, aunque eso no contribuya al progreso de la ciencia, personas que, por lo general, se hallan en la gran masa anónima.
Mirado en su conjunto, este trabajo podría ser calificado de erudito, por lo minucioso y exhaustivo que aparece a los ojos del lector; con todo, nada más lejano al propósito básico de él que la erudición, pues lo único que el suscrito se ha propuesto al emprender tan ardua tarea es entregar al lector una versión contable del texto original y un comentario igualmente confiable, que le permita, en lo posible, aclarar las dudas que surgen en la lectura de un texto tan antiguo.
Gastón Soublette
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