Tao Te King. Gastón Soublette

Tao Te King - Gastón Soublette


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zona profunda de nuestro ser que, cansada de argumentos y contraargumentos, está sedienta de un saber verdaderamente inspirador.

      Si el primer gran aporte de esta publicación del Tao Te King a este período de transición paradigmática consiste justamente en la difusión del Tao mismo, el segundo lo constituye el nivel del trabajo realizado por el comentador. No se trata de evaluar su calidad académica, sino del hecho de ser a la vez un trabajo serio, resultado de una rigurosa labor de investigación que deja satisfecha nuestra necesidad y legítima exigencia de solidez y consistencia intelectual, y también más, un trabajo que compromete una zona vital más profunda que el intelecto, aquella que involucra una capacidad de “resonar” con la sabiduría y espiritualidad del texto.

      Esto es particularmente importante en el actual período de transición paradigmático, puesto que el situarse unilateralmente en cualquiera de las dos perspectivas acarrea serios peligros. El trabajo meramente intelectual, o no estará abierto a nuevas ideas y miradas a la realidad venidas de fuentes “inspiradas”, o las considerará en una perspectiva estrecha, como mero aporte cultural o tal vez poético, perdiendo una esencia que escapa al intelecto y en donde se encuentra gran parte de las visiones constitutivas de lo que puede llegar a ser el nuevo paradigma. Por otra parte, una perspectiva que deseche la razón, que intente situarse solamente en lo inspiracional, que asegure entusiastamente la pura intuición, corre el peligro de no darse cuenta de sus posibles desbordes, de sus pseudointuiciones o francas falsificaciones. El daño que pueden ocasionar a investigadores neófitos puede ser muy grave. En períodos como el actual, efervescentes de nuevas ideas, de fuertes críticas a lo establecido —el paradigma en decadencia—, suelen darse sobreentusiasmos y exageraciones que terminan cayendo en prácticas aún más negativas que las criticadas. Fanatismos, sumisión autoritaria a líderes autoerigidos, dependencias, expectativas fantasiosas que se apartan de la realidad, son posibles resultados de no someter las nuevas perspectivas al sano cedazo de la razón.

      La combinación de apertura y juicio crítico, seriedad y compromiso, experiencia personal y capacidad para teorizar, es lo que deben demostrar aquellos autores y educadores que quieren contribuir seriamente al establecimiento de una nueva mentalidad que implique superar definitivamente los obstáculos que aprisionan al hombre en este viejo paradigma decadente. El nuevo paradigma no necesita nuevos profetas, nuevas sectas ni nuevas verdades reveladas, sino mujeres y hombres abiertos pero lúcidos, buscadores de lo nuevo pero rescatadores de lo ya acumulado por la humanidad; en términos de la nueva psicología: transrracionales, no antirracionales.

      Decíamos que más allá de sus aportes, la publicación de este libro constituye también un llamado y un desafío. Y ello tiene que ver precisamente con el intento de enmarcarla en el “surgimiento del nuevo paradigma”. En cualquier otro momento histórico, la lectura del Tao Te King podía significar un aporte al crecimiento personal del lector, un ensanchamiento de su horizonte cultural, un tema de investigación particular. Hoy puede implicar algo mucho más activo y exigente que eso. El hacernos conscientes de que habitamos paradigmas y de que en la actualidad vivimos un período de surgimiento de nuevas bases paradigmáticas y profundos anhelos de cambio, nos hace querer hacernos cargo, formar parte del proceso de transformaciones. Podemos vivir el presente, o bien como objetos pasivos, espectadores del surgimiento de una nueva cultura, o bien como sujetos, actores comprometidos, asumiendo nuestro particular grano de arena. La opción por esto último requiere de imágenes de alternativas que nos muestren cómo y cuán diferentes pueden ser las cosas, y estimulen de este modo nuestra creatividad. No se trata de copiar ni de volver al pasado, sino de plantearse posibilidades diferentes a las valoradas por el actual paradigma, como las que nos ofrece el Libro del Tao. Nuestro pasado histórico, especialmente la sabia antigüedad de Oriente, está repleto de concepciones y miradas a la realidad que no son meros productos de una etapa ignorante del hombre primitivo como pretende nuestro actual paradigma, sino insights profundos que sumados hoy a nuestra lúcida racionalidad de siglo XX pueden ampliar y corregir sustancialmente nuestra visión del mundo. Desde esta perspectiva, me permito afirmar que lo más importante de esta publicación del Libro del Tao es que constituye una invitación a hacernos creadores de cultura, con la seriedad y la complejidad que esta tarea política (en el más amplio sentido de la palabra) conlleva, especialmente en lo que concierne a las posibles distorsiones que implica toda propuesta nueva que no considere sus lados de “sombra” ni la parte de verdad que contiene su visión opuesta.

      Quiera la Vida, Dios, el Tao, que el nuevo paradigma emergente, que en alguna específica medida depende de cada uno de nosotros, signifique el amanecer de aquella etapa histórica que por siglos han visualizado poetas, revolucionarios y líderes espirituales, cuyas luchas y vidas han sido la persistente simiente que hoy parece haber brotado en el anhelo de gran parte de la humanidad. Quiera también que ese anhelo de vida plena de sentido, de solidaridad y paz sea alimentado en cada quien se interne en las páginas de este libro.

      Cecilia Dockendorff

      Huequecura, lago Ranco

      4 De la que no está exento el propio cristianismo. Ver, por ejemplo, las obras de Thomas Merton, Aelred Graham, William Johnston, Anthony de Mello, Matthew Fox, Ignacio Larrañaga, el libro Lost Christianity de Jacob Needleman y la obra precursora de Teilhard

      de Chardin.

      Introducción

      El Tao Te King de Lao Tse es parte de mi historia personal. Eso quiere decir que, en lo fundamental, el modo de ver la vida de su autor coincide con el mío, pero no por haberlo yo adoptado a posteriori, sino porque mi coincidencia con él es constitucional y detectable desde que el asombro de vivir me impulsó a tratar de entender el mundo. Así, los treinta y más años que he dedicado al estudio del taoísmo no han hecho más que aclarar en mi mente lo que ya antes era en mí una tendencia innata. Y pongo en ello un especial énfasis porque creo que ha llegado el momento de decir cosas como esta a propósito de una investigación “científica”, pues si lo que uno toma más en serio es lo que le concierne profundamente como ser humano, a la postre resulta ser una garantía de seriedad que el tema de una investigación no sea para el investigador solo un tema sino un aspecto de su propia persona.

      En relación a esto, conviene recordar lo que afirma el gran sinólogo alemán Richard Wilhelm sobre las traducciones al alemán del Tao Te King. Observa Wilhelm que en Alemania circulan varias versiones del “Viejo Chino” realizadas por aficionados, las cuales, no obstante, por el grado de intuición demostrado por sus autores, se hallan más próximas al verdadero sentido del texto que tantas otras realizadas por sinólogos profesionales pero carentes de toda empatía real con el mensaje del libro.

      Lo dicho, evidentemente, es válido para cualquier tipo de investigación, pero, tratándose de Lao Tse, el problema se agudiza al extremo: en primer lugar, porque se trata de un autor chino; en segundo lugar, porque este autor vivió en el siglo VI antes de Cristo; y en tercer lugar (lo más importante), porque su cosmovisión es la antípoda de la actual concepción del mundo en Occidente, de lo que resultan serios inconvenientes para aproximarse al verdadero sentido de su mensaje.

      Con esta premisa se entiende pues que a Lao Tse no se lo puede estudiar “en frío”, quiero decir, en un empeño puramente intelectual por captar el sentido


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