Argumentación y pragma-dialéctica. Jesús Zamora Bonilla
elípticos así como a añadir jugadas que no se hiceron explícitas en el texto pero resultan necesarias para que el discurso tenga sentido, tales como los argumentos implícitos que se suelen llamar premisas inexpresas.
La permutación implica ordenar y reacomodar los elementos tomados del discurso original de tal manera que el proceso de resolución de una diferencia de opinión se plantee tan claramente como sea posible. En un análisis pragma-dialéctico, los elementos que no son directamente relevantes a la resolución de la diferencia se registran en el orden que es más apropiado para hacer la evaluación del discurso. A diferencia de un registro descriptivo, el análisis no necesita seguir por fuerza el orden en que las cosas ocurrieron en tiempo real. Algunas veces puede conservarse la cronología real; otras conviene hacer un reordenamiento a fin de retratar mejor el proceso resolutorio. Hay translapes entre las diferentes etapas de una discusión crítica que reajustamos; y lo mismo ocurre con jugadas anticipativas y referencias a etapas más tempranas del discurso. En esta empresa de reacomodo, los elementos confrontacionales que en el discurso se posponen hasta la conclusión se mueven de lugar y se colocan en la etapa de confrontación mientras que las jugadas argumentativas que se propusieron durante la confrontación se ponen en su lugar apropiado, es decir en la etapa argumentativa.
La substitución implica un intento de producir una presentación explícita y clara de los elementos que son potencialmente instrumentales en la resolución de una diferencia de opinión. Las formulaciones ambiguas o vagas se reemplazan por frases estándar, bien definidas y más precisas, produciendo así elementos que cumplen exactamente la misma función discursiva, pero están formuladas de manera diferente. Así por ejemplo, diferentes formulaciones del mismo punto de vista se registran con las mismas palabras y en lugar de preguntas retóricas se substituyen expresiones directas de puntos de vista o argumentos. Este proceso de traducir elementos del discurso mediante frases estandarizadas se reduce a substituir formulaciones pre-teóricas del habla coloquial con formulaciones que son teóricamente significativas en el lenguaje técnico de la pragma-dialéctica.
En la práctica analítica estas transformaciones reconstructivas a menudo se llevan a cabo cíclicamente. Por ejemplo, al reconstruir ciertos actos verbales no asertivos como puntos de vista indirectos, se dan las dos transformaciones de substitución y adición: un acto directivo se reconstruye primero como un asertivo indirecto mediante substitución y luego su función comunicativa de punto de vista se añade explícitamente mediante adición. Puede ocurrir que sólo tras haber realizado una cierta transformación se vuelve claro que otra transformación es también necesaria y está justificada, con lo cual el proceso de reconstrucción es recurrente y puede decirse que el análisis tiene un carácter cíclico.
(c) Un ejemplo de reconstrucción del modo indirecto de hablar
A fin de ejemplificar el uso de transformaciones en los casos en que se habla indirectamente, veremos más de cerca las transformaciones por substitución y adición. En la teoría de los actos verbales es un hecho reconocido que en el discurso ordinario la función comunicativa —o, como la llama Searle, la “fuerza ilocutiva”— de un acto verbal no se expresa en general de manera explícita. En muchos casos esto no presenta un gran problema. Al escucha o lector se le lleva en la dirección de la interpretación deseada por medio de indicadores verbales tales como “puesto que” o “por lo tanto”. En ausencia de tales indicadores el contexto verbal o no verbal suele proporcionar pistas suficientes. Pero a veces el hablar indirectamente crea problemas. Considérese el siguiente ejemplo:
Tomemos un taxi. No querrás llegar tarde a la obra, ¿o sí?
En una reconstrucción orientada a la resolución el analista diría sin duda que esto es argumentación; pero, ¿dónde está el punto de vista y qué es lo que constituye la argumentación? El punto de vista lo encontramos en la primera oración y la segunda contiene la argumentación. Sin embargo, de entrada el primer acto verbal tiene la función comunicativa de una propuesta y el segundo la de una pregunta. ¿Cómo podemos justificar el atribuir la función de punto de vista a la primera oración y la de argumentación a la segunda?
Como indica la teoría de los actos verbales, realizar una propuesta presupone que el hablante la cree una buena propuesta. De acuerdo con las condiciones de corrección para la realización de una propuesta, el hablante quiere que el escucha acepte su propuesta; de otra manera no tendría sentido hacerla. Una manera de hacer que se acepte la propuesta sería mostrarle que satisface los intereses del escucha. Al preguntar retóricamente si el escucha quiere llegar tarde a la obra, el hablante proporciona indirectamente una razón potencialmente conclusiva: el hablante bien sabe que el escucha no quiere llegar tarde (asumiendo siempre la premisa inexpresa que no tomar el taxi causará este efecto no deseado). Con añadir la pregunta retórica a la propuesta el hablante trata de resolver una disputa potencial anticipadamente. Esto justifica que transformemos su propuesta en el punto de vista de que una buena idea tomar un taxi y su pregunta retórica en el argumento de que de lo contrario llegarán tarde a la obra (lo cual es indeseable).37 Espero que esta reconstrucción baste para mostrar lo meritorio de una perspectiva pragmática que nos ayude a llevar a cabo apropiadamente las transformaciones de substitución y adición. Sin la teoría de los actos verbales no podríamos proporcionar un análisis satisfactorio.
2.3 Reglas para la discusión crítica
En pragma-dialéctica utilizamos un conjunto de reglas dialécticas para dar cuenta de las normas críticas de razonabilidad que justifican los actos verbales realizados en las distintas etapas de una discusión crítica. Modelo y reglas constituyen juntos una definición teórica de discusión crítica. En una discusión crítica los protagonistas y antagonistas de los puntos de vista en cuestión no solamente atraviesan todas las cuatro etapas del proceso resolutorio sino que también deben observar en cada etapa las reglas que sirven para resolver una diferencia de opinión.38 El procedimiento dialéctico propuesto por van Eemeren y Grootendorst en Actos verbales en discusiones argumentativas (1984) estipula las reglas que son constitutivas de una discusión crítica en términos de realización de actos verbales.39 Estas reglas cubren todo el discurso argumentativo estipulando todas las normas pertinentes para resolver una diferencia de opinión, las cuales van desde prohibir que un participante impida a otro expresar cualquier posición que quiera asumir en la etapa de confrontación hasta prohibir que en la etapa de conclusión se generalice el resultado de la discusión.
El proponer un modelo ideal con reglas para la discusión crítica puede llevarnos a correr el riesgo de que se nos identifique con aspirantes a una utopía inalcanzable. Pero la función primaria del modelo pragma-dialéctico es muy diferente. Al indicar sistemáticamente cuáles son las reglas para conducir una discusión crítica, el modelo proporciona una serie de guías a quienes desee cumplir el rol de personas que discuten razonablemente. Aunque se formulan a un alto nivel de abstracción y se basan en un ideal filosófico claramente articulado, tales guías pueden en gran medida ser las mismas que las normas que quienes discuten quisieran de cualquier manera que se observasen.
A las reglas pragma-dialécticas de la discusión crítica que han de seguirse a fin de conducir la discusión con efectividad las debemos juzgar por su capacidad de servir bien a ese propósito; esta sería su “validez resolutoria”.40 Para que las reglas sean prácticamente significativas deben ellas ser también aceptables intersubjetivamente, de manera que adquieran “validez convencional”.41 La pretensión de que esas reglas son aceptables no se basa en alguna necesidad metafísica ni se derivan de alguna autoridad externa ni tienen un origen sacrosanto, sino que descansa en su efectividad cuando se aplican a resolver una diferencia de opinión. Puesto que las reglas se han redactado con el fin de promover la resolución de diferencias de opinión, si asumimos que se han formulado correctamente, entonces deberían ser aceptables para cualquiera que persiga ese fin. Vistas filosóficamente, la razón para aceptar las reglas puede entonces caracterizarse como pragmática.
¿Qué clase de persona estará dispuesta a proporcionar validez convencional a las reglas de discusión? Serán personas que acepten la duda como una parte integral de su modo de vida y que usen la crítica hacia ellos