Mosko-Strom. Rosa Arciniega
espejo, camaleón». Cuando Rosa Arciniega se cuestiona si el escritor debe dar prioridad al «estilo» o a la «idea», la respuesta para ella es que «indudablemente, a la idea. […] La idea es lo permanente, lo inmutable, lo eterno»12. Sin embargo, aunque bajo estas premisas, la peculiaridad y tremenda fuerza del estilo narrativo de Rosa Arciniega y su calidad literaria se imponen con un verbo rápido de impulso vanguardista que arrastra y fluye como un verdadero Mosko-Strom, un Maelstrom que encamina sus aguas en una espiral concéntrica hacia la idea central.
La fuerza de sus imágenes y metáforas es lo más llamativo de su prosa y quizá el sello más personal de la autora, junto a la utilización reiterada de elementos repetitivos, que utiliza magistralmente en esta novela, así como en sus mejores cuentos. Asimismo, las descripciones en que se suele detener se abren a elementos vanguardistas y novedosos. Obras «controvertidas», «imperfectas, al margen del canon», dice María Ángeles Pérez López, que, pese a ser minoritarias, retratan una época por su valor paradigmático13.
En definitiva, estas primeras obras de Arciniega publicadas en España muestran la otra cara de esa pujante civilización de principios del siglo xx, que se ofrece poderosa, trepidante, excitante…, pero compleja y, sobre todo, deshumanizada y fría; y advierten del peligro de dejarnos cegar por el resplandor de unos avances técnicos que se asimilan demasiado rápidamente a la conquista de la felicidad, pero que pueden hacernos perder el enfoque de lo que es esencial para conseguirla: lo humano, la justicia, la solidaridad, los sentimientos, etcétera. No obstante, el mal para la autora no está en los avances técnicos en sí, sino en la modernolatría (tal como apunta también el argentino Roberto Arlt en Aguafuertes porteñas): en hacer de ellos «una religión salvadora». Arciniega no rechaza la evolución de las sociedades, considera que la humanidad debe ser evolutiva y que caer en el inmovilismo social e ideológico «sería tanto como caer en la conformidad más estúpida, es decir, en la parálisis, en el anquilosamiento total de las facultades pensantes de la especie humana. Sería —dice— validar el tonto adagio popular: “Así ha sido el mundo y así será”»14. En suma, y de forma directa y descarnada a veces, pero siempre reflexiva, lo que vivimos con sus personajes y sus historias son las contradicciones de la modernidad; contradicciones que para María Ángeles Pérez López se acusan también en la trayectoria de Arciniega, lo que igualmente ocurrió, de cualquier forma, con las propias vanguardias.
La autora y su obra
Quisiera también dejar aquí fijadas definitivamente y con apoyo documental, las fechas de nacimiento y muerte de Rosa Arciniega, lo que evitará la confusión de datos que había hasta el momento15. Puesto que Mosko-Strom se escribió y editó durante la estancia de Rosa Arciniega en España, nos centraremos principalmente en este periodo. Rosa Arciniega y su esposo, José Granda Pezet, llegan a España alrededor de 192816. Pasan primero por Barcelona, donde nace su primera hija, Rosa Beatriz, y después se trasladan a Madrid. Es allí donde comienza su carrera de periodista y escritora, colaborando en la revista Nuevo Mundo con artículos y entrevistas de los más variados temas. En la misma cabecera publica sus primeros cuentos, que son varias «estampas hispanoperuanas». También ese mismo año colabora en la revista Crónica. Muy pronto, en mayo de 1931, sale a la luz su primera novela, Engranajes, bajo el sello Renacimiento de la Compañía Ibero-Americana de Publicaciones (ciap). A partir de ese momento, el éxito fue inmediato. Engranajes fue elegido como «El mejor libro del mes» por un jurado compuesto por Azorín, Ramón Pérez de Ayala, José María Salaverría, Enrique Díez-Canedo, Pedro Sáinz Rodríguez y Ricardo Baeza. El elegido el mes anterior, abril, había sido Aviraneta, o la vida de un conspirador, de Pío Baroja, y en el mes de junio fue La agonía del cristianismo, de Miguel de Unamuno, dato que indico para dar una idea del nivel de esta distinción. El periodista y dramaturgo Rafael Marquina —hermano del también conocido autor dramático Eduardo Marquina— le dedicó una reseña en El Imparcial del 24 de mayo, y un amplio y elogioso artículo en La Gaceta Literaria17, notas en las cuales valora su profunda humanidad, el arrojo de abordar valientemente la cuestión social, «que es, hoy por hoy, el eje del mundo», y para «descarnar el problema y presentarlo, mudo y escueto y crujiente, en toda su honda y dolorosa verdad». Califica el libro de «obra de arte», «de un decoro impecable», «sobrio, preciso, contundente y luminoso. Y rico en calidades de color y de definición», y concluye: «He aquí con Rosa Arciniega, en sus inicios, la madurez del acierto». Tras este éxito, casi no hay cabecera que no dé noticia de ella y de sus actividades, y sus colaboraciones se extienden a muy diversas publicaciones como, además de las citadas, La Gaceta Literaria, Ahora, Blanco y Negro, Almanaque Literario, Mujer, Ondas, Cinegramas, La Voz y más. Así, Arciniega da conferencias en el Lyceum Club y en el Ateneo de Madrid (recogidas más tarde en La Época, La Voz y El Sol), y forma parte de la tertulia que Ortega y Gasset mantenía en torno a la Revista de Occidente.
En diciembre de ese mismo año de 1931, y con el mismo sello editorial, sale su segunda novela: Jaque-Mate (Panorama del siglo XX), la cual recibe la misma distinción de «novela del mes» que había recibido Engranajes. Es este un relato «político-social», como la misma autora lo define, donde se alerta contra la subida de los totalitarismos —especialmente del fascismo— y el abocamiento a una futura guerra mundial, y se apuesta, como única forma de lucha, por la alianza frente al poder de todos los obreros unidos por la paz. Es, según la propia autora, «la proyección de un gran match de la política internacional, jugado al descubierto. ¿El tablero? Europa, la tabla cuadriculada sobre la que tantas veces se jugaron los destinos de la humanidad. ¿Hora? El siglo actual en su pasado y en su porvenir [...]»18.
Mosko-Strom fue su tercera obra narrativa larga. Firmada por Arciniega en «Madrid, abril-junio 1932», sale a la calle el 29 de mayo de 1933, impresa por los talleres tipográficos imp-rot, que hacían trabajos para el sello editorial Cenit. Y en muy poco tiempo sale una segunda edición con el mismo sello, en 1934. A ella le siguió Vidas de celuloide. La novela de Hollywood (Cenit, 1934), historia que se centra en la otra cara de esa «obsesión amable del mundo», a la que Arciniega se enfrenta como «captadora diestra de rostros y gestos humanos», mostrando «lo que ya no llega tan frecuentemente a los espectadores de las salas de cinema: el dolor, el desaliento, la ruina, el tremendo drama íntimo de muchas de esas vidas de celuloide, que pagan con lágrimas sus sueños y su gloria»19.
Paralelamente, va publicando en prensa numerosos cuentos y episodios históricos novelados —alguno de los cuales reunirá más tarde, junto a otros nuevos, en el volumen Playa de vidas (Manizales, Editorial Zapata, 1940), título de uno de sus primeros cuentos, aparecido en La Gaceta Literaria el 15 de julio de 1931—, así como artículos periodísticos varios, entre los que destacan los dedicados al «Milenario Imperio de los Incas», publicados en el diario Ahora. Escribió también un drama radiofónico, El crimen de la calle Oxford, como se ha señalado previamente, el cual fue premiado en un concurso organizado por Unión Radio Madrid en 1933. Junto con toda esta producción, es frecuente encontrar noticias sobre ella en las más variadas publicaciones periódicas como, además de las ya citadas, Crisol, Economía Española, El Liberal, El Siglo Futuro, El Sol, Heraldo de Madrid, La Libertad, La Nación, La Tierra, La Voz, El Imparcial, Luz, Mundo Femenino, Mundo Gráfico o Revista Hispanoamericana de Ciencias, Letras y Artes, etcétera.
Una vez que estalla la Guerra Civil, ella y su familia partieron hacia Francia, donde tomaron un barco al Perú. Ya estaba fuera de España cuando salió el subsiguiente título: Pizarro (Biografía del conquistador del Perú) (Cenit, 1936), el primero de una serie de biografías noveladas que iría sacando en los siguientes años, tras haber viajado por tierras americanas en una exhaustiva labor de documentación: Don Pedro de Valdivia: conquistador de Chile (Santiago de Chile, Nascimento, 1943), Dos rebeldes españoles en el Perú: Gonzalo Pizarro (el gran rebelde) y Lope de Aguirre (el cruel tirano) (Buenos Aires, Sudamericana, 1946), y Pedro Sarmiento de Gamboa, el Ulises de América (Buenos Aires, Sudamericana, 1956). Antes había escrito también Tres biografías líricas: Beethoven, Schubert y Chopin (1937).
Su labor periodística continuó siendo intensa, escribiendo artículos y cuentos para diferentes publicaciones, tanto de las ciudades en las que residió, como Lima, Santiago de Chile o Buenos Aires, como de otras. Entre estas colaboraciones, se puede mencionar El Tiempo de Bogotá, La Crónica de Buenos Aires,