El amor y la sexualidad. Omraam Mikhaël Aïvanhov

El amor y la sexualidad - Omraam Mikhaël Aïvanhov


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para las mujeres porque ya son receptivas, pero los hombres, que son positivos, emisivos, deben cambiar su polarización para llegar a ser también receptivos.

      Volvamos ahora a los tres grados del amor de los cuales he hablado antes. Si se reflexiona, estamos obligados a constatar que los humanos no saben amar, se destruyen incluso. ¿Es verdaderamente tener amor por sí mismo, comer y beber cualquier cosa, fumar y cometer locuras? Y cuando dejáis, por ejemplo, que estalle la cólera o el odio, ¿creéis que obráis bien? No, os estáis envenenando. Diréis: “Pero quiero envenenar a fulanito o a menganito. – De acuerdo, pero este veneno debe primero pasar a través tuyo antes de salir a envenenar al otro. Entonces, te envenenarás antes que él...” Ya lo veis, ¡cuánta ignorancia e incomprensión! Nos amamos muy mal y hay que aprender a amarse como es debido.

      Suponed que no queréis dejar que entre nada impuro en vosotros... En ese caso, sí, os estáis amando, ya que con vuestra pureza, preparáis unas condiciones óptimas para que los ángeles vengan a habitar en vosotros. Cuando ponéis atención en no causar ningún mal con vuestros pensamientos, vuestros sentimientos y vuestras palabras, ya estáis preparando interiormente las condiciones para que el Señor venga a instalarse en vosotros. Este amor hacía sí mismo es algo divino y es de esta manera que debemos amarnos. Aquellos que no saben amarse, no aman a Dios, y no aman tampoco a los demás. El amor de Dios comienza por el amor a sí mismo, ya que el amor debe primero pasar a través de uno mismo para unirse al otro Yo, en lo alto: queréis vivir en la pureza y en la luz para complaceros a vosotros mismos, a la parte superior de vosotros mismos que os vigila. Es así como debéis amar, conservando todo intacto en vuestro interior.

      Es normal amarse, es la naturaleza la que ha dado a sus hijos el amor hacia sí mismos. Solamente, deben aprender cómo amarse respetando el orden y la armonía, teniendo conciencia de su dignidad, de su divinidad. La mayoría de gente comprende el amor como la satisfacción de sus deseos, la búsqueda del placer, mientras que en realidad, hay que comprenderlo como sacrificio, como inteligencia, como pureza, despojo, renuncia. Nuestra felicidad y nuestro desarrollo dependen de una correcta comprensión del amor. Pero la experiencia que los humanos tienen del amor hace que este tema no esté claro para ellos. Cuando un hombre ama a una mujer, por ejemplo, en lugar de comprender que hay allí algo divino y aprovecharlo para emprender realizaciones gigantescas, quiere de inmediato dar salida a sus deseos, para dañarlo todo, destruirlo todo. ¿Por qué no puede esperar y beneficiarse de esta atracción, de este amor? Si amáis a alguien, no lo demostréis, no lo digáis, solamente bendecid al Cielo por tener este amor. Sí, ¡ya que éstas son condiciones excepcionales que os han sido dadas para elevaros, tener coraje, impulso, inspiración y lograr victorias! No destruyáis estas condiciones queriendo de inmediato abrazar a esta mujer o acostaros con ella, ya que después, se acabó, aparecen complicaciones, historias: “Tu me has dicho eso... tu me has hecho aquello...” Y de repente la alegría, la felicidad y la inspiración desaparecen.

      Amar es una bendición, por esto, proteged vuestro amor el mayor tiempo posible, porque el día que queráis darle rienda suelta, pasaréis a otra página donde están inscritos trastornos y catástrofes. El amor, es Dios mismo, os lo da todo: la vida, la felicidad, la inspiración, las riquezas... ¿Por qué tenéis tanta prisa en malgastarlo, deshaciéndoos de él en cualquier lugar en vez de vivir la vida eterna, la vida divina? Podéis vivir el amor día y noche, pero a condición de hacer intercambios con las regiones y las criaturas más sublimes y no estropearlo con actos prosaicos y vulgares, para que sólo quede de vosotros algunas cenizas. Así pues, amaos a vosotros mismos, pero a vuestra parte divina, y hacedlo todo por ella. Ningún sacrificio debe parecer difícil cuando se trata de conquistar a esta amada, de tenerla en vuestros brazos y que toda la naturaleza cante....

      Podría daros aún muchos otros ejemplos, pero lo esencial es que comprendáis que son las mismas leyes que existen en nuestro interior. El Señor es la cabeza, el jefe, el centro, y cuando no está allí, ya sabéis lo que se dice... Cuando el gato no está ahí, los ratones bailan... y se comen todo el queso. Por eso, cuando alguien dice: “No necesito al Señor, puedo desenvolverme sin Él”, puedo responderle que, en efecto, se desenvolverá, pero en su interior las ratas y los ratones bailarán, porque la cabeza no está ahí. La cabeza, el Señor, introduce el orden en nuestras células; cuando Él está ahí, todas trabajan en la armonía, en la paz, y la vida circula. Si la cabeza no está ahí, el hombre se desenvuelve igual, continúa atendiendo sus asuntos, pero interiormente se produce el desorden, y pronto la descomposición. Los humanos no han comprendido porqué es esencial introducir en su interior al Señor como centro, y en efecto, os lo digo: si queréis tener el orden y la armonía en vosotros, debéis encontrar la cabeza, el centro del circulo, porque es este punto, el centro, quien lo organiza todo. Ninguna verdad es superior a ésta.

      Debemos amar a Dios por nosotros, no por Él; Él no tiene necesidad de nosotros, ¡Es tan rico! Seguramente habréis visto la película Dios necesita a los hombres... Sí, por supuesto, quizás sea verdad, pero, ya sabéis, Dios puede muy bien pasar sin ellos. ¿Qué podríamos nosotros darle a Él? ¿Nuestro orgullo? ¿nuestra vanidad? ¿nuestra maldad? ¿nuestra mediocridad?... ¡Qué hermosas adquisiciones para el Señor!... En realidad, somos nosotros quienes tenemos necesidad de Él. Por lo visto, deshacerse del Señor es prueba de la más grande inteligencia y de la más grande evolución... Esto es lo que observo, pero ¿por qué esas personas tan inteligentes y evolucionadas están siempre insatisfechas, enfermas o desequilibradas? Pues bien, porque han eliminado la cabeza. Si estudiáis la Cábala, veréis que todo se basa en el estudio de una Cabeza venerable, de la que se estudian los cabellos blancos como la nieve, la barba, las orejas, etc. Toda la Cábala tiene como punto de partida la Cabeza venerable de Dios, y ¡ahora deberíamos escuchar a esos pobres diablos, insignificantes que aconsejan eliminar esta Cabeza!...

      Comprendedme bien de una vez por todas: os hablo de una verdad que he experimentado. Esto no es teoría para mí, toda mi vida la he basado en este símbolo del círculo con su punto central. Así pues, debemos buscar este centro que está en nosotros mismos, está ahí, en alguna parte, pero no está en el centro; por eso hay que encontrarlo y ponerlo en el centro. No existe una criatura que no tenga este centro, pero flota en alguna parte en la periferia como cualquier cosa de poca importancia, y ponemos en primer lugar el trabajo, un amigo, una relación, un automóvil... Debéis ahora ocuparos en encontrar al Señor y colocarlo en el centro de vuestra existencia, porque en ese momento todo mejorará en vosotros: la salud, la comprensión, todo, e incluso los demás comenzarán a amaros porque sentirán en vosotros un centro vivo, que brota, una fuente. Si no sois una fuente, si nada brota en vosotros, ¿cómo queréis que os amen? No se aman los cementerios, no se aman los huecos, los abismos, sólo se ama lo que está vivo.

      Caminad ahora con una fe extraordinaria por este camino luminoso donde encontraréis resumida toda la Ciencia iniciática, todos los Libros sagrados. Los años pasarán y los acontecimientos de la vida contribuirán a probaros la veracidad de lo que os he dicho. No se puede amar a Dios si uno no sabe amarse a sí mismo. Porque el amor debe pasar por la parte superior de nosotros mismos para ir hacia Dios. Sí, es todo un itinerario. Cuando queréis enviar un mensaje por radio, vais a una sala donde hay unos aparatos y transmitís vuestro mensaje. No podéis gritar al aire así por las buenas, si queréis que os escuchen a cientos y miles de kilómetros... Son necesarios aparatos de transmisión. Y también nosotros poseemos interiormente todos estos aparatos de transmisión: nuestro Yo superior, el Alma universal que vive dentro de nosotros... Para las mujeres, es un principio masculino; para los hombres, es un principio femenino: Mientras el mensaje


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