El amor y la sexualidad. Omraam Mikhaël Aïvanhov

El amor y la sexualidad - Omraam Mikhaël Aïvanhov


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      6 Lenguaje simbólico, lenguaje de la naturaleza, Obras completas, t. 8, cap. V: “El primer día de primavera”.

      7 La piedra filosofal – de los Evangelios a los tratados alquímicos, Col. Izvor n° 241, cap. X: “La piedra filosofal, fruto de una unión mística”.

      8 La luz, espíritu vivo, Col. Izvor n° 212, cap. IX: “El rayo láser en la vida espiritual”.

      9 Centros y cuerpos sutiles, Col. Izvor n° 219, cap. III: “El plexo solar”.

      10 Ibid., cap. IV: “El centro Hara”.

      11 Ibid., cap. V: “La fuerza Kundalini”, y cap. VI: “Los chacras”.

      12 Del hombre a Dios – sefirot y jerarquías angélicas, Col. Izvor n° 236, cap. V: “Los sefirot del pilar central”.

      13 La piedra filosofal – de los Evangelios a los tratados alquímicos, Col. Izvor n° 241, cap. XI: “La regeneración de la materia: la cruz y el crisol”.

      14 La semilla de mostaza, Obras completas, t. 4, cap. XII: “Creced y multiplicaos”.

      15 Navidad y el misterio del nacimiento de Cristo, Folleto n° 321.

      III

      LA SERPIENTE – ISIS SIN VELO

      Lectura del pensamiento del día:

      “Cuenta una leyenda que Buda se enamoró un día de una bella joven. Amó en ella el principio divino. Pero un día que la miraba, quedó tan prendado de su belleza que se durmió sin darse cuenta. Como la bella joven tenía trabajo, le abandonó; en otras palabras, el principio divino que estaba en ella se fue, sólo quedó su naturaleza humana, lo que se llama la mujer astral, que se enrolló alrededor suyo como una serpiente y no quiso abandonarle. Buda poseía una gran sabiduría, pero la única manera que le permitió liberarse fue la humildad, la facultad de rebajarse. Hasta ese momento, sabía crecer y engrandecerse, pero para liberarse de la serpiente necesitaba disminuirse o morir. Poco a poco fue disminuyéndose hasta que no quedó casi nada de él, y es así como escapó de la serpiente...”

      En ciertas regiones de la India se adora aún a las serpientes. Es toda una religión con sus sacerdotes y sus sacerdotisas. La serpiente tiene servidoras que la sirven como a una divinidad. En determinados días se les hacen sacrificios, la sacerdotisa se unta el cuerpo con aceite y polvo de cierta piedra, y empieza a danzar para ella. Entonces la serpiente se yergue y comienza una lucha extraordinaria entre la mujer y ella, hasta que la mujer logra encantarla; y el final es formidable, se diría que ambas quieren abrazarse... Muchas sacerdotisas mueren mordidas por la serpiente en el curso de esta ceremonia ritual, pero la tradición continúa.

      En casi todos los pueblos se encuentra esta imagen de la serpiente o del dragón cuyo simbolismo es casi idéntico. Muchos cuentos, incluso en Europa, hablan de un dragón que ha capturado una bella princesa inocente y pura que guarda prisionera en un castillo. La pobre princesa llora, languidece y suplica al Cielo que le envíe un caballero para liberarla. Pero, uno tras otro, los caballeros que se presentan son devorados por el dragón que se apodera de sus riquezas y las acumula en los sótanos del castillo. Por fin llega un caballero, un príncipe, más joven, más bello, más puro que los otros, a quien un mago ha revelado el secreto para vencer al dragón: cuál es su debilidad, en qué momento y de qué manera se le puede atar o herir... Y he ahí que ese príncipe privilegiado, bien armado y bien instruido obtiene la victoria y logra liberar a la princesa. Y entonces ¡qué dulces besos se dan! Todos los tesoros que están ahí acumulados desde hace siglos en el castillo, pertenecen a ese caballero, a ese bello príncipe que ha ganado la victoria gracias a sus conocimientos y a una pureza extraordinaria. Luego, montados sobre el dragón conducido por el príncipe, recorren el mundo.

      En la historia que cuenta el Maestro, Buda casi sucumbe también, porque en realidad esa serpiente no se encuentra en el exterior, sino en el interior del hombre, es el símbolo de la fuerza sexual que llevamos todos en nosotros y contra la que es preciso luchar. El dragón, la serpiente, es la fuerza sexual; el castillo, es el cuerpo físico del hombre, o su cuerpo astral; la princesa, es el alma que el caballero, el ego del hombre, del discípulo, debe liberar. Las armas que utiliza para vencer al dragón, la espada, etc., representan los medios de los que dispone: la voluntad, la ciencia, para vencer esta fuerza y utilizarla. Así pues, el dragón se convierte en servidor del discípulo, le sirve de montura para viajar por el espacio. Ya veis, está muy claro, es muy simple, es el lenguaje eterno de los símbolos.

      Reencontramos una variante de esta aventura en la historia de Teseo, que gracias al hilo que le había dado Ariadna, pudo avanzar a través del laberinto y matar al Minotauro. El Minotauro es otra representación de la fuerza sexual, el toro poderoso y prolífero; se debe yugular la naturaleza inferior para que trabaje la tierra, como el buey. El laberinto tiene el mismo significado que el castillo: el cuerpo físico; y Ariadna representa el alma superior que conduce al hombre hacia la victoria.

      La serpiente es un tema inagotable. Pero este reptil que los humanos conocen no es más que un pálido reflejo de otra fuerza, de otra entidad que existe en la naturaleza. En la antigua astrología se representa el zodíaco como una serpiente sobre la que, en correspondencia con cada parte del cuerpo humano, se colocan los doce signos, comenzando por la cabeza, Aries, y terminando por la cola, Piscis.

      Lo que es interesante en la historia que os he leído, es que se trata de Buda, ese Maestro excepcional que debió, él también, luchar contra la serpiente. Si Buda no estuvo protegido, ¡mucho menos los demás! Todos los Iniciados deben pasar por esta prueba. La joven que él ama, está representada con su doble naturaleza divina y humana (o astral), como todas las mujeres, que por otra parte poseen estas dos naturalezas y que, según el caso, manifiestan ya sea una u otra. Se dice que Buda amó en esta joven el principio divino. Sí, y mientras pudo resistirse a la atracción física que ejercía sobre él esta belleza, permaneció en la región impersonal en donde no hay ni deseo, ni ambición, sino solamente éxtasis, por lo que no coda ningún peligro. Pero Buda, sin querer, bajo el encanto de esta bella joven, permitió que despertara su naturaleza inferior, más personal, más egoísta y se dice que se durmió... Porque, cuando la naturaleza inferior se despierta en el hombre, la otra naturaleza se duerme: es decir olvida la sabiduría, los buenos propósitos, y actúa según los consejos de la naturaleza inferior. Después, se extraña de haber olvidado las promesas que había hecho con la mayor sinceridad.


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